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El comodín

Por segunda  vez en los últimos meses, Univisión denunció el fracaso de negociaciones privadas con firmas operadoras de cable o satélite. Primero, RCN y ahora…

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En un “editorial”, un ejecutivo de la cadena, dijo que a pesar de arduas conversaciones no pudieron firmar un nuevo contrato porque Dish trató de manera injusta y discriminatoria a Univisión. No usó la palabra “discriminación” pero sí dijo que Dish le estaba imponiendo a Univisión condiciones distintas a las que tiene para las cadenas en inglés.

Busqué en las páginas online de los medios que prometen información al instante, pero no encontré mención de esa noticia, por lo menos hasta antes de escribir esta columna. Creo que es un tema de interés por varias razones. Una, la denuncia de que un medio en español, y no cualquier medio sino la cadena que tiene más televidentes, ha sido medida con una vara distinta a la de sus pares en inglés. Desde luego, habrá instancias para resolver el caso. Univisión es suficientemente poderosa para que se defienda y, además,  está pisando un terreno que conoce  porque también ha sido denunciada de actuar injustamente como cuando despidió a dos conocidos presentadores porque trascendió que tenían conflictos matrimoniales.

Pero lo que más llama la atención es que en la última oportunidad, Univisión no se limitó a denunciar sino que convocó a los televidentes para que salieran en su defensa. Suministró un número de teléfono pidiéndoles que llamaran, con el evidente propósito de presionar a Dish para que accediera a firmar el contrato que más le conviene a la cadena hispana.

Que yo recuerde, es la primera vez que eso ocurre en este ámbito. Aparte de los procesos electorales, la gente había sido convocada solo para defender causas como la aprobación o negación de determinadas leyes, etc.

No es nada tranquilizadora la perspectiva de que ahora se quiera coger al pueblo de comodín para defender lo que no tiene por qué andar defendiendo. Ni pagando los platos rotos por la irresponsabilidad de unos pocos, como en el caso de los bancos, fábricas y empresas quebrados por la crisis económica pero también por la incompetencia de sus ejecutivos.

Otra cosa bien distinta es cuando la gente se moviliza en defensa de un medio como ocurrió en Venezuela cuando, por razones políticas, el presidente Chávez cerró Radio Caracas Televisión.

Se dirá que un medio de comunicación puede hacer ese tipo de convocatorias porque está al servicio de la gente. No. Todo lo contrario, nosotros, la gente, somos el producto que ellos venden. Un medio no sería nada si no tuviera televidentes, oyentes o lectores.

Es cierto que los medios son un servicio público, pero en nuestro país pertenecen a empresas privadas, salvo, unas pocas excepciones.

Quizá en el caso que nos ocupa, Univisión hubiese podido, sin sonrojarse, pedir ese tipo de ayuda si hubiera presentado un informe público, amplio y detallado de la negociación con términos, cifras, propuestas, contrapropuestas, etc. Por supuesto que no lo hizo ni lo va a hacer, simplemente porque eso pertenece al fuero interno de su condición de empresa privada.

Y así ocurre con todos los medios. Por ejemplo, todos esperamos que Al Día sea un buen periódico porque eso le ayuda a la propia empresa a crecer  y desarrollarse, al tiempo que sus lectores lo disfrutamos y nos beneficiamos. Pero pienso que a sus ejecutivos no se les ocurriría nunca pedirnos a los que lo leemos que ejerzamos presión cuando ellos sean incapaces de lograr contratos satisfactorios con quien imprime el periódico, lo distribuye, compra publicidad o con quien sea.

Si por algo debería movilizarse la gente sería para exigirle a los medios que mejoren la calidad de sus contenidos. Ese clamor estaría dirigido a todos pero la televisión tendría que estar en primer lugar porque siendo el más poderoso, por esa misma razón, es en el que las fallas más se  notan y más daño le causan a la sociedad.

Nota: Cuando esta columna ya estaba escrita Univisión anunció que gracias a la ayuda de los televidentes logró un nuevo contrato con Dish.