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La política, la inmigración, la economía y el odio

EL tema de inmigración se dialogará hasta que el país recupere la estabilidad económica.

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Hemos visto todo en nuestro país durante los últimos meses: el
empeoramiento de la economía, el aumento de las redadas de la ICE y una
mentalidad antiinmigrante. Ahora, como resultado de las extensas ejecuciones hipotecarias y la completa confusión económica que han causado en todo el mundo, nuestro enfoque se centra en las elecciones venideras.  Son tres las preguntas principales que nos hacemos: ¿Qué/Quiénes son los Estados Unidos de América, qué será de nosotros en los días que se avecinan, y quién es el mejor candidato para sacarnos de este enredo.

Sin lugar a dudas, el futuro de los EE.UU. jamás ha estado tan inseguro.  Nos preguntamos: ¿Nos ocurrirá, como a Islandia, que un día despertaremos postrados a la orilla de la quiebra?  ¿Quién nos protegerá contra la codicia empresarial cuyas implicaciones son tan abrumadores tanto localmente como en el exterior?  ¿Qué pasará con nuestros empleos?  ¿Los fabricantes de automóviles estadounidenses quebrarán?  ¿China eventualmente será el dueño de todo nuestro país conforme el balance del comercio continúa aumentado, y no en nuestro favor?

Todos nosotros, pese a las generaciones estamos en las mismas: asustados y ansiosos.  Nos dirigimos a nuestros líderes en el Congreso y la Casa Blanca para obtener respuestas.  Tristemente, el consuelo está casi ausente en los líderes.  En vez de decir, como dijimos inmediatamente después del 11 de septiembre: “Todos somos estadounidenses, estamos en esto juntos y necesitamos encontrar una solución para que nuestro país recobre su credibilidad financiera y global”, contamos con el partido Republicano, dirigido por John McCain, junto con Sarah Palin –un pit bull espeluznante— a su lado, que incitan a las multitudes a vomitar odio.  Después del 11 de septiembre, ¿puede imaginarse una difamación peor que la que Palin ha cometido al comentar que Obama está de compinche con los terroristas, insinuando así que él es “uno de ellos”?  De hecho, Él ama a los EE.UU. tanto como los ama John McCain.  Por cierto, ¿qué fue del antiguo John McCain a quien le importaba el país mucho más que su poder personal y estaba dispuesto a enfrentarse a su partido para proponer una solución bastante controversial a nuestro dilema de la inmigración?

En esta atmósfera de difamar a otros solamente porque sus opiniones políticas son diferentes, y en una economía envuelta en incertidumbre, la reforma de inmigración, tanto legal como ilegal, sencillamente no se va a dar.  Antes que podamos enfocarnos en la inmigración, debemos volver a lo básico: la elección de líderes responsables a la Casa Blanca y en el Congreso que no vomitan ni promueven el odio para que nos guíen de vuelta al camino de la prosperidad económica.  Sólo después de que los estadounidenses estén otra vez trabajando, con un techo sobre sus cabezas, comida sobre la mesa y sus ahorros de vuelta en los planes 401k podrá la reforma de inmigración ser una posibilidad.