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"Olímpico", líder sin máscara

Joaquín Rivera es un líder muy singular porque aunque era el ídolo de Filadelfia y del mundo, nadie lo sabía.

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Joaquín Rivera es un líder muy singular porque aunque era el ídolo de Filadelfia y del mundo, nadie lo sabía. De fama nunca gozó más que cuando portaba su máscara de luchador en la arena.
Para Rivera, el mismo “Olímpico”, ser un líder es dar lo mejor de sí, nunca rajarse y hacer más de lo que la gente pide. “Ayudar a tu prójimo y a tu comunidad”, afirma el ex luchador.
“Olímpico”, una leyenda de la lucha libre que peleó junto con ‘El Santo’ y ‘Mil Máscaras’, se estableció en Filadelfia en 1964, cuando contaba con todas las fuerzas del mundo para vencer a sus rivales. Hoy en día, el otrora ídolo del cuadrilátero trabajaba entre semana como contador en su oficina al norte de Filadelfia.
Joaquín Rivera no es muy conocido como “Olímpico” actualmente, sin embargo la comunidad hispana lo reconoce como un servidor y buen amigo de líderes como Domingo Martínez y Candelario Lamboy.
Siempre fue muy activo en sus negocios, en su labor comunitaria y en su secreto oficio como luchador. Recuerda a su amigo ausente, Domingo Martínez, y dice de Lamboy que “es una persona a la que no se le ha reconocido mucho de su trabajo”.  
“Ayudábamos a las viudas cuando no tenían para enterrar a sus difuntos. Llevábamos regalos a los niños en los hospitales”, recordó “Olímpico”; quien le da crédito a sus dos compañeros.
El salvadoreño de nacimiento y mexicano de corazón es un estuche de monerías, porque además de terminar su carrera como contador de la Universidad Autónoma de México, es un apasionado de las leyes, a las que les dedica tiempo de estudio cada vez que puede.
“Precisamente conocí a una señora a quien le quieren quitar su casa y me puse a estudiar el caso para ver como le puedo ayudar”, comentó Rivera, quien atribuye sus dotes de solidaridad con la comunidad a los Masones, logia a la que se unió en sus años de juventud.
A Joaquín Rivera la lucha libre lo llevó muy alto, tanto que metido en un cuadrilátero pudo conocer los cinco continentes y representó a México en las Olimpiadas de Tokio de 1964.
Hoy en día “Olímpico” pasa inadevertido en su modesto bar ubicado en la esquina de la calle Fairhill con Lehigh, lugar en el que la clientela está compuesta por amigos y vecinos que lo visitan y escuchan, y por la misma comunidad que hasta hace poco no imaginaba la historia detrás de Rivera.
En su deporte siempre fue disciplinado, “Había que ser bueno y para eso no te podías desvelar ni andar de farra. Así lo hice”, recuerda la leyenda.
Por su perseverancia ante la vida, sus logros y sus ganas de ayudar, “Olímpico” es un líder histórico de Filadelfia.