La minoría de minorías
“Hoy en día estamos aprendiendo que necesitamos trabajar juntos como minorías, no sólo latinos y asiáticos, también afroamericanos”, dice Andy Toy, miembro de…
Acostumbrados todos a mirarnos el ombligo, se nos olvida que la minoría latina/hispana no es la única y que posiblemente hay otras no sólo de rápido crecimiento, sino también de rápida injusticia. Y al compartir razones y condiciones ya en este país, nos damos cuenta que es más lo que nos une que lo que nos separa. AL DÍA se adentró tan solo unos milimetros más en la minoria asiática. Con algunos conversó, y con otros tan sólo susurró, luego de un gran esfuerzo para contactarlos.
Si para muchos estadounidenses los latinos somos todos “Mexicans” y estiran el gentilicio desde Laredo hasta la Patagonia; para muchos de nosotros los asiáticos son algo así como “chinos” todos, y nuestra China mental abarca 43 países, lo que conforma fácilmente uno de los continentes más grandes del mundo. Qué lejos de la realidad están todas las suposiciones.
“En mi época, en la escuela no éramos muchos, hoy hay más chicos asiáticos. Hoy hay mayor conocimiento así como programas de televisión donde la presencia es mayor y en general, hay más conciencia. Tradicionalmente en la escuela los chicos asumen que como eres asiático todos somos lo mismo, pero hay chinos, coreanos, vietnamitas; chinos de primera y segunda y hasta tercera generación con quienes conectas de una manera muy distinta”, dijo Andy Toy, quien es tercera generación chino-americano conocedor de ésta y otras minorías.
“Usted se siente diferente y ellos lo ven a uno diferente. Y la gente siempre hace suposiciones y todos los asiáticos experimentamos eso. Ha habido casos de chicos que son atacados en sus escuelas, o fuera de la escuela y el idioma es a muchas veces un problema”, continuo Toy. Algunos dejan de ir a la escuela y muchos la abandonan por completo. Otros adoptan nombres que son fáciles de pronunciar y que se mimetizan, pero ese hecho puede equivaler al más grande de los abandonos: la identidad.
“La gente nos mira como distintos en vez de mirarnos como lo que somos: iguales”, dijo Toy recordando que su abuelo llegó a este país con su padre, y trajo consigo un trozo de madera que decía: ‘La honestidad perdura’”.
Toy hace parte de la oficina de Asuntos Asiáticos de la Alcaldía, trabaja en Eastern Tower Community Center además de hacer parte del Philanthropy Network of Greater Philadelphia. Ha sido desde temprana edad un promotor social. Eso le ha ayudado “a entenderse a sí mismo y a entender la situación de las minorías en general, y en especial la de los asiáticos que son la minoría de las minorías”.
Y aunque este es un país de migrantes y aunque los estadounidenses son uno de los pueblos más abiertos y tolerantes, en comparación con muchos otros países, existen aún vicios culturales. La gente todavía sigue asumiendo ideas que no son.
“Me preguntan, ¿de dónde es? Y yo les digo que soy de Filadelfia. Y me pregutan, pero ¿De dónde es realmente? Yo digo que realmente nací y crecí en Boston. Y entonces me pregunta, ¿No, de dónde es usted REALMENTE?”
La minoria asiática es catalogada (Pew, 2012) como una de las de mayor crecimiento, crecimiento que nos hemos estado alternando con los latinos. Cerca de 430 mil asiáticos, lo que correspondió al 36 por ciento de la llegada de nuevos inmigrantes legales y sin papeles en 2010, se mudaron a los Estados Unidos, comparados con los 370 mil hispanos que fueron el 31 por ciento del total de la ola migratoria.
Prision de muchos, libertad de pocos
Como minoría padecemos la misma paradoja de esperanza-explotación, así como la creación de nichos. Cada grupo ha migrado por diferentes razones pero el común denominador es la búsqueda de mejores condiciones. “La ciudad debe de hacer conciencia sobre las razones particulares por las que los inmigrantes vienen específicamente a Filadelfia y así promover la presencia de los mismos, porque creo que ya superamos la discusión de si son o no un aporte para la ciudad ”, agregó Toy.
Cada grupo tiene su nicho. Los asiáticos del sur, de la India particularmente, trabajan en kioskos de revistas y periódicos, hoteles y taxis. Los vietnamitas en su mayoría se ubican en los salones de uñas; los camboyanos en las tiendas de donuts y los chinos en los restaurantes. Muchos de ellos, al igual que los latinos, no salen de sus zonas culturales porque en el caso de los chinos, en Chinatown lo tienen todo y porque el idioma se vuelve la más invisible de las prisiones.
No fue nada fácil acercarse y conversar con los trabajadores de la minoría asiática con y sin papeles. Las coversaciones casuales en sus sitios de trabajo estuvieron cargadas de miedo e incomodidad así como de silencios. En restaurantes, salones de uñas y en sitios de masajes las preguntas inquisidoras no fueron en absoluto bien recibidas y no fueron respondidas en un 90 por ciento. Se caracterizan por la timidez en sus reacciones si se les compara con la ya conocida apertura latina.
El acercamiento lo logramos con cuatro trabajadores y con la ayuda de un contacto de la misma minoría. Thian y Cheng* (nombre cambiado) hacen parte de un grupo de hombres y mujeres indocumentados que son transportados de restaurante en restaurante en diferentes suburbios para trabajar más de las horas reglamentarias a menos de 4 dólares la hora. No existen los contratos, todo es de palabra. Van y vienen en camionetas que los mantienen agrupados, viviendo todos en el mismo lugar acomodados por los mismos dueños y sin dejarlos perder el tiempo en pasatiempos que son parte fundamental de la vida.
De acuerdo con Cheng, trabajadora documentada desde hace tan sólo un año, en restaurantes chinos de la ciudad los meseros entran y salen muy rápido. No hay contratos. Algunos trabajan por $2.38 la hora, más propinas. Hay lugares que pagan $7 la hora. Entre buenos y malos días puede haber una diferencia de $5 ó $10 dólares por día a $200 ó $300.
El caso de Hue es distinto. Trabaja en los lugares de masaje, no tiene papeles, trabaja sin contratos y dada la naturaleza de su trabajo, obtener información es casi imposible. La conversacion es mínima y a veces se oye sólo susurros. Ella sabe muy bien que si el cliente pide “un final feliz” ella debe estar dispuesta a proveerlo.
Negocios y tradición
Dak-Ho, coreana, trabaja para un salón de uñas en un barrio de Filadelfia que más parece un suburbio. Le pagan $4 la hora más lo que haga en propinas. Hay días muy malos y tiene que lidiar con un dueño que le controla hasta la más mínima mota de algodón. Cuando volví luego de nuestra conversación, ya no trabajaba allí. Salones de uñas, sastrerías y lavanderías son negocios que se pasan de generación en genereación.
Sarah Cao nació en Vietnam pero llegó a este país a los 5 años. Su familia es dueña de tres salones de uñas, todos ubicados en el centro de la ciudad. “Mi madre quería un cambio y quería superarse. Ella encontró un camino rápido para hacer más dinero y un buen negocio, así que tomó su licencia y abrió su primer negocio en 1991”.
Cao tiene una clientela de hace más de 20 años. Cuando tenía 11, ella acompañaba a su mamá y le ayudaba haciendo pequeñas cosas; hoy en día ella es quien administra.
Cao es la única mujer y sus tres hermanos tienen un negocio de restaurante y de tienda de ropa. Cuando visitó su país de origen se dio cuenta de las condiciones de las áreas pobres y se dio cuenta de la lucha. “Cuando vienes a América ves una mejor vida, mejores oportunidades. Cuando estás allá ves lo que tú tienes y lo que no tienes y te sientes agradecida”, dijo Cao.
El negocio es muy competido, no se comparte información y no existe una asociación u organización que los aglutine. “Todos estamos pendientes de las distintas estaciones para ofrecerle a nuestras clientas lo más actual. Y para ser competitivos no cobramos ni mucho ni poco. La clave está en el servicio y sobre todo en la limpieza”, agregó. Todos los años son visitados por la ciudad que está en control del servicio.
Cao no compartió la información sobre el pago a los empleados porque “es información que pertenece al negocio privado de su familia”. Sin embargo, aclaró que ellos no pagan por hora, ellos pagan por salario. En algunos casos las trabajadoras tienen que dividir la propina con el negocio pero no es el caso de los negocios de Cao.
Visitamos la Cámara de Comercio Asiática que cuenta con 400 miembros. “Comenzamos en 2004 pero nos volvimos una Cámara más activa desde 2010”, dijo Nick Shemoy, quien es ingeniero y además el presidente y CEO. “Tenemos la Cámara de Comercio India, la Filipina y algunas otras, pero queremos unirnos para fortalecer nuestra presencia”. De acuerdo con Shemoy los chinos son quienes como población vienen llegando desde hace más años a este país, pero son los indios quienes están aumentando su porcentaje.
Para el 2011 había cerca de 1,9 millones de inmigrantes indios viviendo en los Estados Unidos (Migration Policy Institute, 2013). Actualmente representan el tercer grupo en tamaño después de los mexicanos y los chinos. El mismo reporte indica que los migrantes de la India están mejor educados, tienen un mejor nivel de inglés y por lo general, llegan con una visa de trabajo lo que los proteje de vivir bajo la línea de pobreza, como es el caso de otras minorías.
“Los inmigrantes de la India son conocidos por su alto Indice de Inteligencia (IQ por la sigla en inglés) y por el idioma. En la India el inglés es parte de la cultura por haber sido colonia inglesa. Muchos de ellos trabajan como médicos o en el campo de la informatica”, enfatizó Shemoy.
La fuerza de la unión en la diferencia
Muchos integrantes de la minoría asiática pierden su lengua materna porque vienen de regiones específicas donde se hablan dialectos. Nada más China tiene cinco grupos de dialectos. Toy ya perdió su idioma. Como tercera generación y al ser un dialecto, no tiene mucha oportunidad de practicarlo.
Para nosotros los hispanos, aunque diferentes en nacionalidad y en cierta forma en costumbres, nos une un sólo idioma que aunque con diferencias nos permite comunicarnos en un 100 por ciento.
Cada grupo ha migrado por diferentes razones pero la búsqueda de lo que se nos niega, y para muchos el refugio sigue siendo un leitmotif. “Los inmigrantes siguen creyendo en el trabajo duro, siguen teniendo esperanza, creen en el sacrificio para las siguientes generaciones”, dijo Toy. “Hoy en día estamos aprendiendo que necesitamos trabajar juntos como minorías, no sólo latinos y asiáticos, también afroamericanos”.
Como inmigrantes agradecemos las oportunidades económicas y sobre todo la libertad. Sabemos que el sacrificio por las futuras generaciones tiene sus frutos. A veces estamos tan centrados en sobrevivir que olvidamos mirar al otro para reflejarnos en una única realidad. Realidad que con espejo de aumento puede significar la diferencia. Tan parecidos que somos obviando el color de piel, el idioma o la cultura, no deja de ser interesante la falta de unión y convergencia que en épocas de decisión política y opciones democráticas supondría la misma agenda política de presión.
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