¡A bailar! ¡A bailar! ¡A bailar!
Las disciplinas de baile hispanas han conquistado el corazón (y los pies) de la ciudad.
La danza como arte, como forma de expresión y más aun, como elemento inherente a la vida del ser humano, no ha pasado inadvertida para el mundo. Las grandes mentes versaron sobre ella a lo largo de la historia. “Leamos y bailemos”, incitaba el filósofo y literato François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire: “Estas dos diversiones no harán nunca daño al mundo”. Hasta un ateo confeso, como el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, reconocía que “solo creería en un Dios que supiera bailar”; al tiempo que aseguraba que “cada día en el que no hayamos danzado, al menos una vez, es un día perdido”.
Y si personalidades ajenas al campo han conferido semejante importancia a este arte, qué decir de aquellos que le dedicaron su vida. Para la gran Martha Graham, “la danza es el lenguaje secreto del alma”. James Brown la definía como “la única cosa que puede resolver la mayoría de nuestros problemas”; mientras que otros muchos coinciden con Isadora Duncan en eso de que “si pudiera decirte lo que se siente no valdría la pena bailarlo”.
No es de extrañar, por lo tanto, que la danza en cualquiera de sus versiones sea parte fundamental e imprescindible de la identidad cultural de comunidades y naciones alrededor del globo (a fin de cuentas, la danza acompaña al ser humano prácticamente desde que es ser humano). Y desde luego, si hay una comunidad que bebe de la danza esa es la latina. Con ellos, disciplinas como la salsa, el tango o el flamenco se han exportado a todos los rincones del mundo. Filadelfia no es una excepción.
20 años de bailes latinos
Hace casi dos décadas, la Ciudad del Amor Fraternal asistía a la apertura de la que se ha convertido en la más antigua y más numerosa escuela de baile latino de Filadelfia: Fuego Dance Company. El norteamericano de padres boricuas Hector Serrano la inauguró en el año 1996 tras constatar que el elevado precio de las academias de danza hacía imposible que muchos jóvenes pudieran disfrutar de clases de danza. “Empecé Grupo Fuego porque tenía amigos y familia que querían bailar, pero no podían pagar los precios de otras compañías de baile”, confiesa a AL DÍA.
Los comienzos de Serrano en el mundo de la danza fueron aún más tempranos, concretamente a los 4 años de la mano de un programa extraescolar que se desarrollaba en el área de Fairmount (donde cuenta que residía gran parte de la comunidad puertorriqueña de la ciudad en la década de los 80 y los 90), llamado Thomas Eakins Program y que enseñaba guitarra, piano, actuación, baile…
Con ellos comenzó a acudir a certámenes y eventos y fue allí donde según confiesa “yo me di cuenta que cuando había un evento que tenía sabor latino todos los americanos se volvían locos y que el sabor latino se necesitaba aquí en Filadelfia”.
Desde entonces, Fuego Dance Company (www.fuegodancers.com) ha desarrollado talleres juveniles de danza en organizaciones como Aspira, Congreso de Latinos Unidos, Taller Puertorriqueño, Concilio y diferentes centros. En la actualidad, cerca de 165 bailarines de entre 7 y 22 años integran su escuela. Y algunos de sus antiguos alumnos se encuentran bailando en diferentes partes del país.
“Me gusta enseñarle a los latinos que hay más que el norte de Filadelfia y que hay más que Filadelfia. Me gusta llevar a estos bailarines con un orgullo boricua latino a enseñarles que podemos hacer más que lo que dicen que no podemos hacer”, cuenta Serrano. Quizá por ello, no define a Grupo Fuego como un grupo de baile, sino “como una familia” que “se cuida”.
“Grupo Fuego es como una familia. Todo el mundo pasa por dolores de cabeza pero al final de día estamos ahí como un grupo de baile para ayudar a nuestra comunidad, que cuando ellos nos llaman a nosotros y dicen ‘¿puedes bailar para este show? pero no tenemos dinero’, sí estamos ahí”.
Un espíritu que lleva impreso no solo en el ADN de la compañía, también queda reflejado en su nombre; pues según aclara Serrano: “Muchas personas dicen ‘Fuego es ‘fire’, ¿verdad?’ Y yo digo no ‘Fuego significa: Filadelfia Unidos Es una Gran Oportunidad’ Y muchas personas dicen ‘¡Ah, nunca lo habría imaginado!’”.
Entre sus próximos grandes planes se encuentra la celebración de su 20 aniversario que tendrá lugar el próximo mes de enero de la mano de su ya famosa gala. En ella homenajearán a diversas personalidades latinas de la ciudad.
Un tablao flamenco en Philly
En Filadelfia no solo resuena el ritmo latino de Grupo Fuego, también el taconeo de Elba Hevia y Vaca, una boliviana enamorada de una de las danzas con acento español más populares del mundo: el flamenco.
Formada en el mundo de la danza desde los cinco años, no fue hasta los 13 cuando probó el flamenco por primera vez “y me encantó, era la única manera de que todo tuviera sentido”, confiesa Hevia y Vaca. “Te podías meter adentro y olvidarte de las ridiculeces del mundo. Era como una manera de escaparme o meterme en mí misma”.
A los 15 años realizó su primer viaje a España, donde continuó sus estudios de flamenco en Madrid, en el estudio Amor de Dios, y donde confiesa “me enamoré más todavía”; aunque siempre compatibilizó la danza con sus estudios universitarios en Washington D.C., “es un mundo muy activo de flamenco, hay muy muy buen nivel”.
Hace más de 30 años llegó a Filadelfia con su marido y sus dos hijas. Tras seis años sin bailar decidió retomarlo “porque era la única cosa que me llenaba”. Así comenzó a bailar de nuevo hasta que en el año 2000 creó su propia compañía Pasión y Arte (www.pasionyarteflamenco.org).
“Era clarísimo que quería un tema de mujer”, explica sobre la filosofía de su estudio. “Mi versión del flamenco era bien específica y eso era lo que yo quería promocionar. Es flamenco pero me gusta porque tiene una narrativa del tema de mujer. Dentro de la estructura tradicional siempre busco un tema específico. En todas mis obras la mujer es la protagonista”.
Así fue en Cosas de Mujeres, su última obra, dedicada a celebrar a las féminas. La próxima será instalar un auténtico tablao flamenco en Filadelfia, en la performance Tablao Philly. “Trato de recrear ese tema y también unir un poquito a la comunidad. Es tradicional, porque es un tablao, en una atmósfera íntima, pero no estás en un restaurante, por lo que es respetuoso con los artistas. Es un poco educar a la gente en lo que es un tablao”.
En total habrá cuatro series, cada una de ellas contará con artistas invitados. La primera tendrá lugar los días 29, 30 y 31 de octubre en el Asian Arts Initiative (1219 Vine Street). El resto se sucederán los meses de enero, abril y junio.
Una artista llegada de Nueva York, ‘La Mera’, será una de los invitados a esta actuación. También colaborará el ensemble De Luna a Lunares (www.philadelphiaflamenco.com), fundado por la bailarina Mónica Herrera.
Nacida en Filadelfia, de padres cubanos, Herrera cuenta que su primer contacto con el mundo del flamenco se produjo a raíz de una visita a España en compañía de sus abuelos. Sin embargo, no fue hasta los 16 años cuando comenzó a tomar sus primeras clases. Y desde entonces no ha parado de formarse porque “nunca se para de aprender”.
Desde entonces compagina su aprendizaje con espectáculos que desarrolla en diferentes lugares y las clases que imparte en su compañía (el próximo 3 de noviembre comenzará una destinada a principiantes y a gente de nivel intermedio).
“Para mi una de las cosas que me encanta del flamenco es que no importa la edad, el cuerpo, la técnica… Es un baile de la gente ”.
En cuanto a los seguidores de esta disciplina en el país, Herrera apunta que sorprendentemente son los americanos los más fanáticos. “Al público le encanta. Ellos ven el flamenco como algo muy emocional, porque es muy emocional. Tú ves a alguien bailando flamenco y es una emoción que todo el mundo puede relacionar. Tal vez no hablan español, no entienden las letras; pero sí entienden la emoción porque todo el mundo tiene emociones”.
Del ‘tablao’ al ballet
Sin embargo, esta temporada, el flamenco no solo se bailará con tacones también sobre puntas. Los integrantes del Ballet de Pensilvania cambiarán la falda de volantes por el tutú en una actuación inspirada en la obra más famosa del mundo escrita en castellano: El Quijote de Miguel de Cervantes.
“Estoy encantado de debutar con Don Quixote en marzo, como nunca antes se había hecho en el Ballet de Pensilvania. Mi objetivo es llevar el verdadero sentimiento de España al escenario del Ballet de Pensilvania”, cuenta el director artístico de la compañía y compatriota de Cervantes, el español Ángel Corella.
Y lo hará con la adaptación de una coreografía de Marius Petipa basada en El Quijote en la que recrea su búsqueda de Dulcinea mientras, en paralelo, los amantes Kitri y Basilio luchan contra la adversidad para poder estar juntos.
“He estado trabajando con trajes y decorados auténticamente españoles que me recuerdan a la Plaza de España de mi ciudad de origen. Como estoy interpretando una versión ‘all-star’ de Don Quijote, estoy deseando añadir elementos del baile flamenco al espectáculo, un estilo de baile auténtico de España”.
Para ello, tal y como explica Corella, “estoy compartiendo mi cultura con los bailarines para esta obra, todo lo que está en el escenario es una parte de mí”. Cabe recordar que entre ellos se sitúan varios latinos: los bailarines cubanos Mayara Pineiro, Arian Molina y Etienne Diaz, y dos nuevas incorporaciones la española Ana Calderón y el ucraniano Nicolai Gorodiskii (criado en Buenos Aires).
La obra forma parte de la temporada 2015/2016 del Ballet de Pensilvania, que verá la luz del 3 al 13 de marzo de 2016.
Tango argentino, de Buenos Aires a Philly
En la ciudad de Buenos Aires nació el tango argentino, una disciplina creada como un baile urbano que se ha extendido a todos los rincones del planeta y que también se baila (y se enseña) en Filadelfia.
“El tango argentino es una danza social y totalmente improvisada, lo que significa que es una experiencia diferente cada vez y con cada compañero. Y por eso mucho de nosotros viajamos un montón, para bailar con diferentes compañeros. Porque es una de las cosas que lo hace interesante”, explica Meredith Klein, una de sus grandes embajadoras en la ciudad.
Esta nativa de Filadelfia, comenzó a bailarlo cuando vivía en Massachusetts. Tras viajar por diferentes partes del mundo, Klein se mudó a la cuna de esta disciplina, la capital argentina, donde residió de manera intermitente durante tres años (la mitad del año recorría el mundo dando a conocer esta danza).
Cuando en el 2008 “llegó el momento de echar finalmente raíces” decidió decantarse por la Ciudad del Amor Fraternal. ¿Por qué Filadelfia? Además de lazos familiares, Klein confiesa que también influyó en su decisión el hecho de que “Filadelfia es una gran ciudad y una meca cultural emergente”.
“El tango argentino estaba menos desarrollado que en otras grandes ciudades, por eso vimos una oportunidad de revitalizarlo aquí, de la misma forma que vimos que sucedió en Nueva York o en San Francisco y en otras ciudades del mundo, como Berlín o Estambul”.
Aquí abrió Philadelphia Argentine Tango School (www.philadelphiatangoschool.com), un proyecto que define no como una escuela, sino como “una comunidad social de baile, no es solo una compañía de la que la gente es miembro”.
Allí, se imparten desde clases semanales (todos los jueves de 7.30 a 8.30) para principiantes hasta lo que se conoce como Milonga Quilombo. También participan en actuaciones y eventos, como el festival que tuvo lugar en el Independence Mall durante la visita del Papa Francisco a la ciudad.
La diversidad es otro de los ingredientes de esta comunidad de tango de la ciudad de Filadelfia. “Hay gente de todo el mundo. Mi escuela es como un punto de encuentro para todos ellos. Aunque hay muchos latinos, creo que hay probablemente tantos rusos y gente de otras partes del mundo como latinos”, aclara Klein. También de todas las edades, pues como explica la fundadora de la escuela, “realmente el tango argentino es tan solo una forma de andar, en la que dos personas caminan juntas. Si pueden caminar, pueden bailar tango”.
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