20G luchan por su barrio y orgullo
El activista comunitario y realizador Gilberto Gonzalez documentó la poco conocida historia de una pandilla latina en Spring Garden, la “20G”, que desde hace…
En “el barrio”, la gente se despierta escuchando una gran variedad de ruidos. Algunos despiertan con el sonido de disparos y las sirenas de la policía; otros despiertan con los gritos de sus madres o esposas.
A principios de la década de los setenta, sin embargo, el joven Gilberto Gonzalez se levantaba con el sonido y ritmo de la música latina que tocaban sus vecinos en un parque cercano.
“Escuchaba el golpeteo de las congas y sus voces armonizadoras que cantaban canciones de Puerto Rico en español”, dijo Gonzalez, quien hoy tiene 50 años de edad.
Este es uno de los recuerdos más preciados que tiene Gonzalez de su vida en las calles 20 y Green, pero algo que recuerda con precisión es quienes eran esos vecinos y lo que hicieron por la comunidad.
“Nos mantenían seguros y no protegían de los afroamericanos y ‘americanos’ que rodeaban el vecindario; se paraban en las esquinas y encaminaban a las personas mayores a sus casas”, recordó Gonzalez. “Se aseguraban de que los niños fueran y regresaran a salvo de la escuela y hasta salían a media noche para asegurarse que los visitantes de bares no fueran asaltados. Yo los admiraba de niño”.
Por ser los héroes de su niñez, Gonzales sintió la obligación de documentar la historia de sus particulares vecinos: los 20G, la pandilla de latinos más antigua de Filadelfia, quienes eran amigos, músicos pero —sobre todo— protectores de la comunidad. Así que después de tres años de filmaciones con un presupuesto de $12.500, y con la ayuda de patrocinadores, recaudaciones de fondos y recursos obtenidos de la financiación colectiva, Gonzalez terminó su primer documental de largometraje titulado “20G: Heros. Soldiers. Boricuas”.
El filme se enfocada en el origen de esta pandilla puertorriqueña. También incluye el testimonio de algunos de los miembros originales de la 20G, quienes defendieron su vecindario frente a otras pandillas y la policía durante la década de los setenta en el barrio del norte de Filadelfia, caracterizada por la división racial.
Aunque no se sabe con exactitud su momento exacto de origen, las actividades de la pandilla se remontan hasta la década de los años 50. Su territorio se extendía desde las calles 16 hasta la 20 y Green Street, de donde proviene el nombre del grupo “20G”.
Su enclave, ocupado por familias latinas, conformaba una pequeña fracción de la comunidad de 87 acres de Spring Garden. El hecho de estar rodeado y superado en número por otros grupos étnicos convertía al vecindario latino en un blanco fácil, recordó Gaucho, miembro de la 20G durante 45 años.
“Todos a nuestro alrededor nos etiquetaban y señalaban; los blancos nos llamaban con nombres repugnantes, los afroamericanos nos asaltaban, y la policía nos golpeaba en lugar de protegernos”, agregó.
Cansados de la impotencia y la voz inexistente de su comunidad, un grupo de puertorriqueños se unió y formó la 20G en señal de resistencia ante un momento de retroceso social.
“Nuestro objetivo era hacer que el vecindario fuera seguro para los boricuas”, dijo Orlando, miembro de la 20G quien responde al apodo de “Sunshine” (rayo de sol). “Vigilábamos el área y cuidábamos de nuestra gente, asegurándonos que las personas de fuera no comenzaran ningún problema”.
Para ser miembro de la pandilla, uno tenía que ser del vecindario y entender la causa por la que luchaban.
“No éramos una pandilla común, y es lo primero que comunicamos a la gente: somos sencillamente ciudadanos que respetan la ley que exigen respeto y quieren acabar con la negatividad”, dijo Gaucho.
Para probar que tiene el corazón y prepararse para los inevitables altercados físicos que vendrían, cada aspirante debía soportar una paliza por parte de miembros del grupo —una forma común de iniciación entre las pandillas.
No pasó mucho tiempo antes de que empezaran las grandes peleas entre la 20G y otros grupos —en especial con la policía—.
“(En ese entonces) aprendimos a odiar a los agentes del Distrito 9. Además de maltratarnos, nos encarcelaban suponiendo que éramos traficantes de drogas debido a que nos parábamos en las esquinas”, dijo Sunshine.
Gonzalez, un diseñador galardonado de Community College of Philadelphia (CCP), creció en la época de la 20G, por lo que con frecuencia los veía en acción. Compartió un incidente peligroso que definió el papel del grupo como héroes en su vida.
“Era el 4 de julio a finales de los setenta y mi madre y yo, en ese entonces de 10 años, nos dirigíamos al Museo de Arte de Filadelfia para ver el espectáculo de los fuegos artificiales. En un abrir y cerrar de ojos, vi a muchas personas huyendo de americanos, quienes golpeaban y empujaban a las familias”, contó Gonzalez. “Al momento en que mi madre me arrastra de los brazos y huye, veo a la 20G corriendo hacia el peligro. Si eso, por definición, no es un héroe, entonces quien lo es”.
Gonzalez también construyó una relación de cariño con la pandilla latina cuando era niño. Algunos miembros de la 20G lo cuidaban cuando su madre no estaba y caminaban con él en su camino a la escuela. En cierto momento, lo único que Gonzalez deseaba era estar con ellos porque lo hacían sentir seguro; y sabía que la única manera en que podría hacerlo era uniéndose a la pandilla. Sin embargo, la 20G no reclutaba niños.
“Gil nos esperaba en las esquinas de las calles, y nosotros lo amenazábamos con decirle a su madre si lo veíamos. Pero era un niño rebelde”, dijo Sunshine, quien convivió mucho tiempo con Gonzalez. “Recuerdo haberle dicho: ‘Nunca te unas a una pandilla. Debes unirte a una organización que te lleve a hacer cosas positivas’. Y (en realidad) así lo hizo”.
Gonzalez, un activista comunitario, sabe muy bien lo que significa defender a la comunidad latina. Se manifestó contra la clausura de La Milagrosa, ha defendido los derechos de los inmigrantes indocumentados, e incluye varios problemas sociales en el mismo documental de la 20G.
“La historia de la 20G provee una perspectiva a problemas sociales como la violencia de pandillas, brutalidad policial, abuso de drogas y ‘gentrification’. Cada uno de ellos relevante hoy en día”, dijo Gonzalez.
La concejal del Distrito Siete María Quiñones-Sánchez, quien creció en el vecindario y colaboró en la producción de la película, considera que es “necesario” contar la poco conocida historia de perseverancia de la 20G.
“El valor de la historia es que habla de historias individuales, el aburguesamiento (gentrification) obligatorio y los problemas de vivienda pública por parte de los puertorriqueños que se trasladan a los EE.UU.; muestra cuán poco representados estamos en el organismo de vivienda pública (PHA por sus siglas en inglés)”, dijo Quiñones-Sánchez.
En su máximo momento, la 20G contó con 300 miembros. Hoy en día, solo quedan 30 miembros de esta pandilla generacional. Muchos de ellos dejaron sus hogares en Spring Garden y volvieron a su tierra natal. Sin embargo, quienes aún siguen en el barrio, aún están activos en la comunidad; esta vez, sin embargo, están empleando un enfoque no violento para marcar la diferencia en su comunidad.
Durante el último par de meses, la 20G ha auspiciado fiestas y conciertos para recaudar dinero para una beca de estudios que crearon. Utilizarán los fondos para enviar a uno de los niños del barrio a la universidad, o al menos, para pagar sus libros. También esperan que la beca sirva como motivación para mantener a los niños del vecindario fuera de las calles.
“Les diré esto, por experiencia: ‘aquí no hay nada para ellos; estas calles te colocarán tras las rejas o bajo tierra”, dijo Orlando, antiguo residente de la comunidad de Spring Garden. “Como grupo, nunca se nos percibió de forma tan positiva como hoy en día. Por lo que nos gusta hacer uso de nuestra influencia para servir de inspiración. Entonces sabré que la 20G ha alcanzado el éxito”.
Esperando lograr estos objetivos altruistas, el grupo latino logró éxito comercial con su documental. Durante su primera proyección pública, fue presentado en el Scribe Video Center en el mes de febrero, y recibió elogios por parte del público y de los críticos.
Iliana Pagán-Teitelbaum, profesora adjunta de cinematografía latinoamericana en la West Chester University, fue una de las primeras personas en ver y hacer una reseña crítica del filme.
“Muestra una parte de la historia estadounidense de la que pocas veces se habla: la existencia de las comunidades puertorriqueñas aquí durante más de cien años, la exclusión y violencia hacia estas comunidades, y la casi plena eliminación de su presencia e historia en sus antiguos vecindarios en Filadelfia” dijo la profesora.
Desde que se proyectó por primera vez, la historia de la 20G ha sido publicada en todos los periódicos locales, incluyendo el Philadelphia Inquirer y el Metro; la película recientemente ganó el “Bronze Award” (Premio de bronce) de los premios “Spotlight Documentary Film Awards” este año por su “gran logro artístico”.
Habrá un número de proyecciones públicas del documental a lo largo de los próximos meses. CCP y la Universidad de las Artes son algunos de los lugares que presentarán el documental.
A pesar de la respuesta positiva por parte de la audiencia, el propósito principal de la película es preservar la historia latina en Filadelfia, agregó González.
“Es hora de que Filadelfia nos reconozca”, dijo González. “Ellos han estado tratando de borrar nuestra historia a través del fenómeno de ‘gentrification’, y es por eso que necesitamos contar nuestras historias, porque nadie lo hará por nosotros; esta película es un comienzo de eso y espero poder inspirar a otros latinos —así sean colombianos, mexicanos o cubanos— a hacer lo mismo”.
La 20G espera que la narrativa del documental permita a los espectadores a disociar al grupo con estereotipos negativos de “pandilla”. Norberto “Bert” Toledo, miembro de la 20G que sirvió como consultor para el documental, trabajó junto a González para asegurarse de que la historia fuera contada con veracidad.
“Sí, fuimos una pandilla, pero éramos necesarios”, dijo Toledo. “Nosotros hicimos lo que hicimos para que nunca tuviéramos que luchar de nuevo. Pero ahora, nuestro (actual) enemigo, el aburguesamiento (gentrification) de nuestro barrio, podría [derrotarnos] y forzarnos fuera de nuestras casas”.
La 20G, con nada más que sus corazones —llenos de orgullo boricua— continuará representando a su comunidad hasta el último aliento.
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