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Ni siquiera un título académico cierra la brecha racial

Estudio señala que llamaron 50 por ciento menos a los solicitantes con nombres que sonaban afroamericanos.

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Un estudio publicado este año en the Journal of Labor Economics, encontró que los gerentes blancos, asiáticos e hispanos tendieron a contratar a más blancos y menos negros que los gerentes negros. Photoscom

 

Parecería poco probable que Johnny R. Williams, de 30 años, tuviera que inquietarse por el impacto de la raza al buscar empleo, con compañías como JPMorgan Chase y una maestría en administración de empresas por la Universidad de Chicago en su currículum.

Sin embargo, al egresar de la escuela de negocios el año pasado y no tener mucho éxito en obtener entrevistas, decidió rehacer su currículum quitándole cualquier detalle que pudiera dar indicios del color de su piel. ¿Su membrecía, por ejemplo, en la asociación estudiantil afro-estadounidense? Borrada.

“Si me van a marcar”, dijo Williams, “al menos me gustaría primero pasar por la puerta”.

En forma similar, Barry Jabbar Sykes, de 37 años, con un título en Matemáticas por el Colegio Morehouse, uno históricamente para negros en Atlanta, usa la forma Barry J. Sykes de su nombre en su continua búsqueda de un puesto en tecnología informática, aun cuando ha usado Jabbar toda su vida. “Barry suena a que podría ser irlandés”, señaló.

Que la raza siga siendo un obstáculo serio en el mercado laboral para los afro-estadounidenses, incluso para quienes tienen títulos académicos de universidades respetadas, podría parecerle a algunas personas un contraste discordante a las décadas de progreso de los negros que han culminado con la elección del presidente Barack Obama.

Sin embargo, es evidencia amplia de que persisten las desigualdades raciales cuando se trata del empleo. El desempleo entre los negros ha superado al de los blancos desde hace mucho.

Y, sorprendentemente, la disparidad en los primeros 10 meses de este año, a medida que pareciera que la recesión no terminará nunca, ha sido mucho más pronunciada entre quienes ostentan títulos universitarios y los que no. Pareciera que la educación no empareja el terreno de juego, de hecho, pareciera haberlo hecho más disparejo.

Especialmente, los negros educados en universidades, han batallado en comparación con sus contrapartes blancas en esta crisis, según cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales. En septiembre, la tasa de desempleo para los varones negros de más de 25 años, egresados de universidades, fue más del doble de la del mismo grupo de blancos; 9,1% en comparación con 4,5%.

Muchas investigaciones académicas han confirmado que los negros que buscan empleo tienen más dificultades que los blancos. Un análisis publicado hace varios años en The American Economic Review, titulado: “¿Emily y Greg tienen más probabilidades de encontrar empleo que Lakisha y Jamal?”, encontró que llamaron 50% menos a los solicitantes con nombres que sonaban negros que los que sonaban blancos.

Un estudio más reciente, publicado este año en The Journal of Labor Economics, encontró que los gerentes blancos, asiáticos e hispanos tendieron a contratar a más blancos y menos negros que los gerentes negros.

Es raro que la discriminación sea patente, según entrevistas con más de dos docenas de buscadores de empleo negros con grados universitarios en todo el país, muchos de los cuales han estado desempleados por meses.

 

Más bien, los entrevistados contaron historias más sutiles, refiriéndose a miradas de sorpresa y comentarios descorteses, entrevistas que fracasaron casi desde el inicio, y la pérdida repentina de interés de las compañías después de ellas.

También está la cuestión de cuántos empleos, especialmente los de alto nivel, nunca se publicitan y su disponibilidad pasa de boca en boca y mediante redes informales, lo que en muchos casos representa una desventaja para los negros.

Una investigación reciente, publicada en la revista académica Social Problems encontró que los varones blancos reciben sustancialmente más avisos de puestos de supervisión de alto nivel que las mujeres y las minorías.

No obstante, muchos de los entrevistados lucharon con “sacar la tarjeta racial”, buscando en el cinismo y el deseo de evitar el estigma de que los negros rápidamente recurren a la victimización.

Después de todo, muchos asistieron a buenas escuelas y tenían buenos currículos. Algunos crecieron en ambientes acaudalados, con padres que los educaron para nunca dudar que pudieran subir muy alto. Más aún, ahí está Obama, quizá la encarnación última de esa creencia.