
Aranceles: tropezar dos veces con la misma piedra
En su primera administración, el presidente Trump también subió los aranceles. Lo único que consiguió fue aumentar el costo global del comercio.
Durante su primer mandato, el presidente Donald Trump implementó una política arancelaria con el objetivo de proteger la industria nacional y reducir el déficit comercial. Esta estrategia incluyó la imposición de aranceles a productos como acero, aluminio, paneles solares, lavadoras y una amplia gama de bienes provenientes de China. Según la Tax Foundation, entre 2018 y 2019, estos aranceles representaron casi 80 mil millones de dólares en nuevos impuestos para los estadounidenses, constituyendo uno de los mayores aumentos impositivos en décadas.
El impacto de estas medidas fue variado. Por un lado, algunos sectores manufactureros nacionales experimentaron un alivio ante la reducción de competencia extranjera. Sin embargo, estudios como el del Peterson Institute señalaron que los aranceles podrían costar a los consumidores y empresas estadounidenses alrededor de 11.5 mil millones de dólares anuales. Además, el empleo en el sector del acero disminuyó un 4.2% entre enero de 2018 y octubre de 2022.
Este mismo instituto destaca que la implementación del Acuerdo de Fase Uno entre la administración Trump y China en febrero de 2020 no logró desescalar la guerra comercial iniciada en 2018. A pesar del compromiso de reducir tensiones, los aranceles entre ambas naciones permanecieron elevados, con un promedio del 19,3 % para las importaciones chinas en EE.UU. y del 21,1 % para las exportaciones estadounidenses en China. Además, el acuerdo contemplaba que China incrementaría sus compras de bienes y servicios estadounidenses en $200.000 millones entre 2020 y 2021, objetivo que no se cumplió. Paralelamente, mientras China redujo sus aranceles a otros países, EE.UU. incrementó los suyos, consolidando una política comercial más proteccionista a nivel global.
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Así las cosas, la guerra comercial entre EE.UU. y China, lejos de ser una disputa temporal, ha redefinido las reglas del comercio internacional entre ambas economías. A lo largo de cinco etapas entre 2018 y 2022, los aranceles se han convertido en la nueva normalidad, afectando no solo el comercio bilateral sino también la política arancelaria global. La permanencia de estas medidas sugiere que, independientemente de futuros acuerdos, la relación comercial entre EE.UU. y China seguirá marcada por restricciones y barreras, con impactos a largo plazo en las cadenas de suministro y en la economía mundial.
Las repercusiones internacionales también fueron significativas. Países afectados, como Canadá y la Unión Europea, expresaron su preocupación y consideraron medidas recíprocas. La Unión Europea, uno de los principales exportadores de acero a Estados Unidos, se vio directamente impactada por un recargo del 25% en sus productos.
En términos de inflación, aunque los aranceles elevaron los precios de ciertos productos, el efecto en la inflación general fue modesto durante ese periodo. No obstante, un estudio de la Reserva Federal estimó que las políticas arancelarias de Trump resultaron en la pérdida de aproximadamente 75.000 empleos en el sector manufacturero.
Definitivamente, la política arancelaria de Trump durante su primer mandato tuvo resultados mixtos. Si bien buscaba fortalecer la industria nacional y reducir el déficit comercial, también generó tensiones con aliados, incrementó costos para consumidores y empresas, y tuvo un impacto limitado en la revitalización del empleo manufacturero. Definitivamente, Trump está tropezando dos veces con la misma piedra.
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