Hacía 50 años que un volcán no entraba en erupción en España. Desde el domingo, el de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, mantiene en vilo a la población. La erupción, de unos seis metros de altura, expulsa lava que avanza a 700 metros por hora -la velocidad a la que caminamos los humanos- y se ha tragado ya casas, cultivos y otras infraestructuras a su paso. 

A algo más de un kilómetro está el municipio de El Paso, que tiene 7.600 habitantes. De momento no ha habido víctimas mortales, aunque se ha evacuado a 5.000 personas. Pero el panorama es desolador para los miles de personas que han visto cómo la lava arrasa con sus proyectos de vida.

Los ríos de lava se dirigen al mar con un caudal de 20 millones de metros cúbicos, según ha informado el presidente de Canarias. El presidente español, Pedro Sánchez, ha aplazado un viaje a Nueva York para seguir el detalle de la erupción desde las islas. En una comparecencia pública ha asegurado que el Gobierno asistirá a todas aquellas personas que sufran pérdidas económicas. 

El volcán ya ha emitido más de 20.000 toneladas de dióxido de azufre, pero no ha impedido que los aeropuertos sigan funcionando, por una afortunada falta de viento. Al otro lado de la montaña se han improvisado dos alojamientos en campos de fútbol que acogen a los centenares de vecinos que no tienen familiares o amigos que les den cobijo o no han conseguido habitación de hotel. 

Muchos vecinos pasan miedo porque no saben si el volcán arrasará con sus casas. Antes de que entrara en erupción, ya casi se habían finalizado las evacuaciones de los habitantes de los pueblos cercanos. En los días previos, ha habido varias charlas informativas para que toda la población de la isla supiera cómo actuar cuando el volcán se activara.