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Héctor García dirigió la campaña "Viva Kennedy" para que el entonces candidato JFK ganase el favor de Texas. Photo: Getty Images
Héctor García dirigió la campaña "Viva Kennedy" para que el entonces candidato JFK ganase el favor de Texas. Photo: Getty Images

Héctor García, un veterano pionero en la lucha por los derechos civiles

Médico, militar y líder civil, se cumplen 27 años del nacimiento de este icono de la lucha mexicoamericana.

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Nacido en Tamaulipas, México, la violencia de la Revolución Mexicana hizo que la familia de Héctor García se mudase a Texas cuando él tan sólo tenía 3 años. Ocurrió en 1918 y el mexicano no obtuvo la nacionalidad hasta 1948, tras combatir en la Segunda Guerra Mundial. 

Hasta su entrada en combate y como le ocurrió a las minorías y migrantes en este país, tuvo que sufrir los prejuicios y el apartheid escolar, pero eso no le impidió a Héctor acabar estudiando Medicina. 

Sin embargo, la entrada en la lucha por los derechos civiles del mexicoamericano llegó tras la fundación del Foro Americano G.I para proteger los derechos de los veteranos, cuando García y toda una comunidad vivieron el primer gran caso de prejuicios raciales hacia quienes habían combatido y arriesgado la vida por su país.

Sucedió cuando una funeraria de un pequeño pueblo de Texas se negó a celebrar el velatorio por un veterano latinx condecorado, Félix Longoria, que había combatido y fallecido en la guerra y cuyas acciones heroicas le valieron tiempo después el Corazón Púrpura y otras insignias militares. 

El ejército tardó cuatro años en llevar el cuerpo de Longoria de vuelta a Texas y su viuda, Beatriz, recibió el rechazo de la funeraria, que alegaba que “a los blancos no les gustará” la celebración del sepelio y que únicamente podían enterrar a su marido en una sección para mexicanos, retirada y rodeada por una valla de alambre. 

Ante la indignación de muchos veteranos latinx, que estaban cansados de ser tratados como ciudadanos de segunda, García empezó a enviar cartas y telegramas a funcionarios locales y estatales condenando semejante acto de discriminación, incluyendo al entonces senador Lyndon B. Johnson. 

"Esta injusticia... es deplorable", Senador Johnson.

Una iniciativa a la que le siguió una protesta que consiguió reunir a mil personas y donde se leyó la rauda respuesta del senador, quien contestó a García: 

"Lamento profundamente saber que los prejuicios de algunos individuos se extienden incluso más allá de esta vida", escribió Johnson. "Esta injusticia... es deplorable".

El telegrama continuaba diciendo que el senador lo había arreglado para que Longoria fuera enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, convirtiéndose en el primero de los en torno a 450.000 soldados mexicoamericanos que combatieron en la IIGM en recibir tal honor. 

El rechazo de la funeraria y la posterior conquista de un derecho póstumo para el soldado llegaron hasta los grandes medios e incluso un representante del Gobierno Truman asistió al entierro del veterano. 

El éxito de la protesta animó a Héctor García a seguir luchando por los derechos de los mexicoamericanos, llevando un mensaje a toda la comunidad: Ellos eran tan americanos como los demás y debían exigir sus derechos. 

Así que recién fundado el foro por los veteranos, el militar y médico fue viajando con su mítico Cadillac azul por todo el país ayudando a organizar decenas de capítulos de la organización. 

Mucho por hacer

No sólo los latinx que habían combatido en la guerra y fallecido en ella sufrían este apartheid póstumo, sino que quienes habían vuelto recibían tarde y a cuentagotas el acceso a los beneficios por su condición de veteranos. Sobre todo en materia de salud, como averiguó Héctor García nada más regresar de la guerra, al abrir una clínica junto a su hermano en el Corpus Christi, Texas. 

El Foro que él mismo fundó impulsó, entre otras acciones, una recaudación de fondos para pagar el impuesto electoral en Texas y que sus miembros pudieran votar. Lo que empezó a atraer la mirada de todo el país hacia este veterano y su lucha contra la discriminación y las malas condiciones de vida de más de un millón y medio de mexicoamericanos. 

Otra de sus victorias en colaboración con LULAC fue el histórico fallo del caso Hernández vs. Texas, consiguiendo argumentar ante la Corte Suprema que el convicto Pete Hernández no había tenido un juicio justo, ya que el jurado estaba compuesto únicamente por blancos. 

La entrada en el Despacho Oval

Durante la década de los 60’, Héctor García se convirtió en coordinador nacional de la campaña “Viva Kennedy” de JFK para conseguir ganar el favor de Texas. Para se produjo el asesinato del Presidente Kennedy en 1963, el Foro GI ya había entablado fuertes alianzas con la Casa Blanca, que se plasmaron en programas como Medicaid y Medicare, tras jurar el cargo el entonces vicepresidente Lyndon Johnson. 

De hecho, el mismo Johnson se referiría en la presentación del programa de Guerra contra la Pobreza, de 1965, a sus experiencias universitarias dando clases en una escuela segregada para población mexicana en Texas como algo influyente en su decisión de cambiar el juego de poderes en el país.

“Nunca se me ocurrió en mis sueños más descabellados que podría tener la oportunidad de ayudar a los hijos e hijas de esos estudiantes y de ayudar a gente como ellos en todo el país", dijo Johnson a la nación. "Pero ahora tengo esa oportunidad, y les contaré un secreto. Planeo usarlo", dijo. 

Sin embargo, García expresó su desacuerdo a que los puestos de alto rango dentro de la política no fueran ocupados aún por ningún mexicoamericano y Johnson tuvo que recular y nombrar a un miembro del Foro Americano G.I para la Comisión de Igualdad de Oportunidades de Empleo y al propio Héctor García como comisionado de Derechos Civiles y embajador ante las Naciones Unidas para mejorar las relaciones con Latinoamérica. 

Pero aún el activismo mexicoamericano tenía que dar un paso más…

Porque conforme el gobierno de Lyndon Johnson se centraba en otros frentes, como la guerra de Vietnam, los problemas de la comunidad seguían en segundo plano y otros grupos chicanos mucho más jóvenes y visibles surgieron para ponerlo en su sitio, condenando la guerra y clamando por La Raza. 

Con ellos, García pasaba el testigo a nuevas generaciones, aunque el Foro Americano G.I sigue hoy día siendo un referente en la defensa de los veteranos racializados. Y Héctor García logró por su trabajo el más alto honor, cuando el expresidente Reagan le otorgó en 1984 la Medalla Presidencial de la Libertad. 

García no resolvió la discriminación -el frente aún sigue abierto-, pero abrió camino a los luchadores por la igualdad que le siguieron.