Los Loud, la historia de una familia destruida por un reality show
El primer reality show de la historia, emitido en 1973, resultó devastador para una familia de Santa Bárbara que sirvió de conejillo de indias para un…
Los reality shows no son una invención reciente: el primero de todos ellos, An American Family, se inició hace casi medio siglo, exactamente el 30 de mayo de 1971, en la localidad californiana de Santa Bárbara. El productor fue Craig Gilbert, que pasó a la historia por haber impulsado el primer reality show de la historia.
La idea inicial, grabar durante las 24 horas del día a cuatro familias estadounidenses, una de la Costa Este, otra de la Costa Oeste, y otras dos del Sur y del Norte respectivamente, pronto se reveló demasiado cara y ambiciosa, con lo cual la idea quedó reducida a Con ustedes los Loud, centrada en una sola unidad familiar. Completar el rodaje de una sola familia costaba ya la friolera de un millón doscientos mil dólares, que aportaron la Fundación Ford y la Corporation for Public Broadcasting.
Durante siete meses, un equipo completo de imagen y sonido siguió a los miembros de los Loud desde que se levantaron hasta que se fueron a la cama. El 11 de enero de 1973, empezaron a emitirse los doce capítulos de una hora a que se vieron reducidos las más de trescientas horas de tomas continuas que habían resultado del experimento sociológico. Se estrenaron en horario de máxima audiencia, a las 21 horas de la noche. El éxito fue histórico.
Aunque el programa se propuso alejarse de los estereotipos que habían fijado las series de televisión, se había escogido a una familia bienestante que, en principio, no tenía nada de especial más allá de si prosperidad y su imagen canónica. Sin embargo, los espectadores pronto fueron dándose cuenta de las fisuras que existían en unas vidas tan aparentemente estables y anodinas.
Lo siete miembros de la familia Loud pronto empezaron a ver alteradas sus conductas habituales. En primer lugar, no consiguieron actuar como si las cámaras no estuvieran, y tendían, algunas veces, a evitar los equipos de grabación. Otras veces, por el contrario, exageraban sus reacciones para tratar de acaparar la atención. Lo que quedó claro es que la naturalidad brillaba por su ausencia. Sin embargo, a los diez millones de telespectadores que llegaron a seguir las emisiones, todo esto no parecía importarles.
El descanso se hacía difícil, porque implicaba dejar de aparecer en pantalla. Lance Loud, el hijo mayor del matrimonio Loud, decidió salir del armario y declararse gay en público, lo que le convirtió en la primera persona que hizo eso ante unas cámaras de televisión. Aunque la familia lo sabía y lo había aceptado, Pat Loud, su madre, se mostró molesta por haber tenido que mostrar esa cara íntima a todo el país.
Pero no fue la última ni la única bomba del rodaje: hacia la mitad de la serie, Pat Loud se hartó de las infidelidades de su marido, que viajaba a menudo por negocios, y lo echó de casa. Los telespectadores acusaron al productor de haber seleccionado adrede a un matrimonio en crisis, pero Gilbert siempre lo negó. Fue el principio del fin de la familia Loud, que quedó pronto machacada en las fauces de la industria televisiva.
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Alrededor de la familia se concentraron toda clase de obsesiones: no paraba de hablarse, y en los términos más dramáticos posibles, de la homosexualidad Lance Loud y del divorcio de la pareja, que se aceleró por culpa del programa. Las entrevistas, la presión mediática y el éxito clamoroso convirtieron la vida de los Loud en algo muy distinto de lo que había sido hasta 1973. Se escribió incluso una tesis Doctoral sobre ellos.
El único que sacó rédito fue Lance, que fundó una banda (Mumps) que cosechó cierto éxito. Se convirtió rápidamente en un referente para la comunidad gay; los demás hijos se sintieron postergados, y no aceptaron su propia imagen reproducida en las pantallas. Los problemas de identidad se convirtieron en algo cada vez más problemático.
La historia de los Loud es un ejemplo paradigmático de cómo un éxito inesperado y desmesurado puede acabar con una vida equilibrada. La historia reciente nos aporta decenas de historias de personas que alcanzan el estrellato de forma súbita y esto acaba aportándoles un sinfín de contrariedades. No entremos en otras historias. Al final, ni siquiera Lance Loud terminó bien: se enganchó a las drogas y, posteriormente, contrajo el virus del SIDA. Aquella familia californiana pagó muy cara su exposición prolongada a los ojos del público.
Historia original de Eduardo Bravo para Agente Provocador.
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