La carrera por la vacuna presenta tanto entresijos geopolíticos, promesas de un nuevo panorama económica o mundial y retos de la ingeniería y la ciencia propios del siglo XXI. Pero entre los inconvenientes que genera la mentira política y los ataques entre compañías, como si fuera un feroz viento de cara, avanzan poco a poco los agentes que pueden hacerlo posible como es el caso de que Moderna haya solicitado la autorización a la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y a la Agencia Europea del Medicamento (EMA).

Esto sucede en el marco de unas últimas semanas en las que las compañías anunciaron resultados muy positivos en la tercera fase de experimentación, que fueron ligeramente inferiores en la fase final pero igualmente prometedores. Moderna anunciaba una efectividad del 94%, frente al 95% de la vacuna rusa Sputnik V o el 95% de Pzifer. En principal avance de todas estas medidas es que funcionan con proteínas de ARN mensajero con las que se espera frenar el avance de una pandemia que ha afectado ya a 65 millones de personas dejando más de1'5 millones de muertos. Normalmente se tardarían años pero el esfuerzo mundial ha hecho que nos encontremos ya al final de esta fase en la que resta solicitar el permiso a las agencias intergubernamentales.

De los 163 candidatos oficiales en la carrera por la vacuna finalmente habrá que seleccionar dos para su producción masiva. Aquí es donde entra la Operación Warp Speed iniciada en mayo como una asociación del Departamento de Salud y Servicios Humanos, el Departamento de Defensa y el sector privado, cuyo objetivo inicial sería el de administrar 300 millones de dosis de la vacuna para enero de 2021.

Parece claro que, leyendo sus cuatro criterios de selección, andan ya fuera de calendario para tan prometedor objetivo y que ya será todo un éxito si cumplen con su intención de generar 100 millones de dosis para mediados de 2021. Pero todavía queda mucho por ver pues, como reconocen algunos de sus responsables, se trata de un proyecto sin parangón en la historia terrestre, un esfuerzo mundial por frenar una pandemia cuyo ritmo de propagación es mayor a ningún virus conocido.

No solo exigirá nuevas vías de transporte y un importante derroche energético en función de la temperatura a la que deba ser transportada la candidata finalmente seleccionado, sino que exigirá una coordinación supranacional sin precedentes para evitar su narcotráfico y la especulación. Si en los últimos años se dudaba sobre la capacidad humana para redirigir el sino terrestre este ejercicio de terraformación logística demostrará si acaso que un cambio por medio de la acción humana sí es posible, en lo que los gobernantes parecen esperanzados a la vez que profundamente preocupados sabiendo que de la vacuna dependen las futuras finanzas.

El encargado de que en Estados Unidos puedan llegar a verse las vacunas en 2021 es el Doctor Moncef Slaoui, que ha detallado su estrategia en The New England Journal of Medicine, que se basa en seleccionar las dos candidatas más prometedoras, acelerar su desarrollo sin comprometer la seguridad, eficacia o calidad y finalmente apoyar a las compañías financiera y técnicamente para prepararse para la producción masiva. Entre las candidatas está Moderna pero también han anunciado el partenariado con Pfizer, AstraZaneca, Janssen, Novavax y Sanofi/GSK.

Pese a estar fuera de horario Anthony Fauci, principal epidemiólogo de Estados Unidos, declaró que sí que a finales de año podrían perfilarse las opciones más seguras y efectivas de modo que, como mínimo, las primeras dosis fueran rápidamente adjudicadas a la población de riesgo, dejando así las campañas masivas para posteriores meses de 2021.