Retratos de Juan Bastos
Juan Fernando Bastos es un retratista cuyo tránsito por Venezuela, Bolivia, Washington, Baltimore y finalmente Los Ángeles, ha nutrido una estética única en la…
La diáspora latinoamericana se ha transformado en un lugar común, una tradición en muchas familias y la causa principal de anécdotas inolvidables. Esta es la historia de Juan Fernando Bastos, un joven nacido en Venezuela, criado en Bolivia y forjado en Estados Unidos como retratista, y cuyo talento ha alcanzado variadas latitudes, consagrando un tapiz fascinante de culturas.
Cuando hablamos de las revoluciones políticas y económicas en Latinoamérica normalmente nos referimos inmediatamente a la Operación Cóndor en el Cono Sur; recordamos a Pinochet, Allende, a Emilio Garrastazu, a Figueiredo, Stroessner y a Vidal, todos ellos representantes del movimiento anti comunista, que se vio precedido por las revoluciones socialistas y de izquierda, de ideologías convulsas.
Tal fue la escena en la cual la familia de Juan Fernando Bastos se vio inmersa. Su abuelo, siendo Ministro del Trabajo y diplomático, debió huir del país permitiéndole a su futuro nieto la oportunidad de vivir desde una perspectiva diferente.
Lo que sucedió en Bolivia fue también parte de la intervención de la política Latinoamericana por parte de creencias estrictas. Se originó con lo que entonces se llamó la Revolución de 1952, organizada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario. El panorama político y económico de Bolivia cambiaría radicalmente gracias a un gobierno centralizado que fragmentaría las fuerza políticas entre el Nacionalismo Boliviano y los Conservadores, que posteriormente daría paso a un golpe de estado militar y la desestabilización social.
El hecho más notable que se suele rescatar de aquella época, era la solidaridad y el compañerismo que ofrecieron los países latinoamericanos más estables a los exiliados y desplazados. Fue así como la familia boliviana de Juan Bastos se trasladó a Brasil y luego a Venezuela, donde el artista nacería y viviría hasta su regreso a Bolivia, en 1969, a la edad de 11 años.
El cambio radical en la perspectiva de Bastos, desde el cálido Caribe hacia los fríos y secos colores del Altiplano Boliviano, fue definitivo en su educación, gracias a los recuerdos de sus viajes con un tío Jesuita hacia las comunidades indígenas. Su impacto directo fue su relación con la prima de su madre, notable artista María Esther Ballivián: “era una mujer de increíble belleza, y su trabajo tuvo diversas etapas pictóricas (figurativa, abstracta) hasta decantar en loshermosos desnudos que realizaba hacia el final de sus días”.
Ballivián era radicalmente distinta a la tradición de la sociedad boliviana y se transformó en la primera educación de Bastos en la pintura. Tiempo después, la hermana de su padre le realizaría dos retratos, instruyéndole en los fundamentos de la técnica: “Solía ir todos los fines de semana a su casa mientras mi padre jugaba bride; me encantaba verle pintar y estudiar los retratos más recientes. El beneficio de crecer en Bolivia fue la influencia de mis dos tías y de sus amigos cercanos. Crecí rodeado de arte gracias a la familia”.
A la edad de 16 años, Bastos continuó su educación en una visita que realizaría a sus abuelos en Venezuela, donde acudiría durante dos meses a la Academia de Luis Alfredo López Méndez, un icono fundamental en el Círculo de Bellas Artes en Venezuela, tres veces a la semana: “fue una de las más gratas experiencias en mi vida, trabajar en la Academia de López Méndez, comprendiendo el lenguaje figurativo del cuerpo humano”.
De vuelta en Bolivia, Bastos asistía de manera independiente a la Universidad de San Andrés, escuchando clases de dibujo y pintura por las tardes, mientras aún cursaba el bachillerato por las mañanas; por lo tanto sus créditos académicos nunca fueron tomados en cuenta, pues al acabar el bachillerato Bastos ya había cursado todas las materias de la carrera de Artes en la Universidad de San Andrés, a manera de oyente. Decidió entonces dar comienzo a la carrera de Arquitectura, donde los resultados no fueron los esperados. Fue así como Bastos se trasladó a Washington en 1979, incorporándose a la Universidad de Georgetown para mejorar su inglés y posteriormente a la Baltimore para estudiar en el MICA.
Tras graduarse, Bastos inauguró el Programa de Master en la Universidad de Towson donde culminó su educación académica. Desde entonces, ha mostrado su trabajo en exhibiciones alrededor del mundo: Washington, El Cairo, Nueva York, Lima, La Paz e incluso Paris. Su trabajo en aquel momento era lo que él catalogaría como “realismo mágico” y duraría tan solo un breve período. A partir de 1996, Bastos se traslada a Los Ángeles y decide dedicarse completamente a la pintura del retrato, poniendo a un lado su participación en exhibiciones y comprometiéndose a un trabajo más específico.
Juan Fernando Bastos ha realizado múltiples entrevistas e incluso ha aparecido en un documental. Ha sido reconocido por sus raíces Latinoamericanas y por la imprenta de su personalidad en sus retratos: “lo que considero más importante en mi carrera profesional fue el hecho de que Phillip Narchos me haya pedido hacer su retrato. Es un coleccionista internacional de arte como Eugenio López, quien también me solicitaría una pintura”.
El proceso de proyección y visualización que Bastos lleva a cabo en sus retratos es fascinante: imprime la personalidad de sus modelos en el rostro definitivo, orquestando un fondo de una manera hasta semiótica. Cada personalidad tiene su propio código de colores y disposiciones, pero en conjunto representan la marca ineludible de Bastos. Incluso interpreta otras obras de arte dentro d sus retratos, trayendo consigo una apropiación original de acuerdo a una cultura visual específica.
Al observar el retrato de Niarchos, por ejemplo, Bastos logra introducir un fragmento del autorretrato de Jean-Michel Basquiat en el fondo, no sólo como símbolo de la propiedad y profesión de Niarchos, sino también como un gesto de apropiación que se traduce en los trazos sutiles el pastel de Bastos.
Juan ha cultivado de la misma manera increíbles y variadas amistades con personajes como Don Bachardy (el compañero de vida de Christopher Isherwood) con quien ha compartido una relación simbiótica y artística. Asimismo, y gracias a su íntima conexión con el Harvard’s Gay & Lesbian Caucus, Bastos logró conocer a Gore Vidal, quien luego se transformaría en una de sus anécdotas favoritas.
Adicionalmente, a Bastos fue comisionado el retrato de Jack Reardon, el Director Ejecutivo de Harvard Alumni Assotiation, su interpretación fue, de nuevo, una incrustación simbólica del fondo: “cuando se observan los retratos en las paredes del pasillo, las figuras se hallan comúnmente representadas en una silla de un modo un poco más neutral. Yo decidí hacer algo diferente agregando la arquitectura del campus de Harvard en el fondo, para que cualquiera pudiese sentirse identificado. Para mí es fundamental tener referencias dentro de mi trabajo”.
Bastos ha tenido también la oportunidad de retratar muy distintas personalidades como la Baronesa De Lassus en el Castillo de Valmirande (Francia) donde reposan más de 3 de sus trabajos; ha retratado al presidente de Bolivia Gonzalo Sánchez de Lozada y a su esposa Ximena Iturralde (quien fuera también la prima de la madre de Bastos). Asimismo, Bastos considera uno de sus trabajos más importantes el que realizara junto a Gore Vidal (escritor, guionista, periodista, militar y ensayista, medio hermano de Jacqueline Kennedy Onassis y candidato al Premio Nobel de Literatura), trabajo que le traería una profunda relación con su cliente.
También ha trabajado con Patricia Morison, una actriz de 101 años que protagonizó el musical de Cole Porter Kiss Me, Kate en 1948. Bastos siempre ha considerado su trabajo como un proceso atemporal, representando a sus amistades cercanas desde la melancolía típica latinoamericana que sobrepasa cualquier intento de cronología.
“Ser un pintor es jugar un poco a ser Dios, a ser un mago, a crear la ilusión de la vida en una superficie de dos dimensiones”. Bastos evoca así el debate entre la inmediatez fotográfica y la representación pictórica, argumentando que él logra capturar el alma en sus retratos, de una manera personal y única. “El punto de inflexión en mi vida fue cuando vi mis dos primeros retratos cuando era un niño. Comencé a realizar dibujos de mis cercanos y, aún cuando no eran nada buenos, yo lograba capturar algo extra desde el principio”.
Bastos asegura que su estética está nutrida por el contraste entre los colores tropicales y cálidos de Venezuela y la aridez y frialdad de Bolivia. “Soy Latinoamericano, estoy influenciado por la cultura indígena y la estructura católica, el drama de los colores bolivianos y la identidad de la jovialidad venezolana. Crecí al darme cuenta que mis raíces no son unilaterales, que mi familia está dividida en dos países y que eso me hizo crecer de una manera particular. Solía tocar el piano, ir al cine seis veces a la semana y estaba interesado en todo lo que sucedía alrededor del mundo. Podía leer a Hesse y a Mann cuando vivía en Bolivia, pero sólo llegué a leer a García Márquez cuando me mudé a Washington”, y es esa la mejor manera de evidenciar el eclecticismo del Latinoamericano diaspórico. Bastos incluso a reinterpretado la Anunciación de la Virgen María con Penélope Weld como clienta, y Central Park en el fondo (obra que le permitió aparecer en la edición dominical del New York Times Style, en 1999).
Juan Fernando Bastos vive en Los Ángeles desde 1996, ha sido invitado en el Getty Museum Research Library, ha sido jurado en diversas exhibiciones así como también ha dictado clases magistrales. Su trabajo puede ser detallado en este enlace.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.