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Nestor Armando Gil nació en el norte de Florida, de padres cubanos. Su infancia estuvo marcada por el rechazo que le mostraban algunos jóvenes de su edad por el mero hecho de ser latino. Hoy es profesor de Arte en Lafayette University, Easton, PA.  Foto: PAFA/Nestor Armando Gil
Nestor Armando Gil nació en el norte de Florida, de padres cubanos. Su infancia estuvo marcada por el rechazo que le mostraban algunos jóvenes de su edad por el mero hecho de ser latino. Hoy es profesor de Arte en Lafayette University, Easton, PA.  Foto:…

Nestor A. Gil: “Los cubanos, solos, no somos nada. Tenemos que actuar como un enjambre”

AL DÍA News conversó con Nestor Armando Gil, artista cubanoamericano que explora la herencia cultural latina a través de sus instalaciones y performances. Su…

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Nestor Armando Gil nació en 1971 en un suburbio residencial del norte de la Florida, cerca de una base militar donde había sido destinado su padre, un inmigrante cubano, que al marcharse de la isla se alistó en la Marina estadounidense y luchó en la guerra de Vietnam. “Supongo que si hubiera crecido en Miami, rodeado de cubanos, mi infancia hubiera sido diferente, más fácil. En mi ciudad apenas había latinos, ser respiraba una cultura más parecida al sur de los Estados Unidos, más cerrada”, explica este artista cubanoamericano, que el próximo 30 de junio expondrá su obra en la Pennsylvania Academy of Art (PAFA) en el marco de la exposición SWARM.

De padres cubanos –su madre se marchó de la isla en los 60 y vivió en Barcelona durante siete años, antes de emigrar a los Estados Unidos para casarse con su padre–  Gil y sus hermanos se criaron en un entorno marcado por la dualidad cultural que vivían dentro y fuera de casa.

“Nuestra casa era como una embajada nacional: dentro vivíamos con toda la cubanidad posible -la comida, el idioma, la música…-y cuando salías por la puerta, entrabas en territorio de Estados Unidos”, recuerda el artista, que vivió toda su infancia y juventud en el norte de la Florida.

 Precisamente, fuera de casa, la vida de Gil y sus hermanos no fue fácil. “Había un grupo de jóvenes de nuestra edad que se metían con nosotros cuando nos oían hablar en español entre nosotros, sobre todo con mi abuela. Teníamos prohibido hablar en inglés delante de ella”, dice, en español fluido. “Eran los 80, la crisis de (los balseros) de Mariel estaba en todas las noticias, en los televisores de todas las casas. Muchos americanos pensaban ‘¿por qué esos cubanos no se largan ya?’”, añade.

A Nestor este tipo de situaciones le hacían sentir vergüenza, pero sobre todo “me encabronaba con esos niños, no me gustaba que hablaran así de mi familia”, dice. Con el tiempo, esa  bravura fue convirtiéndose en un "orgullo  tremendo” dice. “Pasé de sentir vergüenza a sentirme orgulloso de ser cubano, mejor dicho, hijo de cubanos, porque cuando voy a Cuba me siento americano”, se ríe.

Esta doble identidad, esa sensación de “estar en casa pero a la vez no estar en casa”, de sentirse deslocalizado, ha sido siempre protagonista de su obra artística, que empezó siendo una afición por la escritura. “De joven me gustaba mucho componer y recitar poemas”, dice el autor, que estudió el grado de Humanidades en el New College of Florida y estuvo trabajando de profesor de inglés durante varios años. Fue después de casarse y tener que quedarse una temporada en casa, al cuidado de los niños, mientras su esposa trabajaba, cuando descubrió su verdadera pasión por el arte audiovisual y las performances: “Monté  mi taller de arte en casa y me puse a explorar”, recuerda el artista, que entonces ya tenía más de 30 años. La edad no fue un impedimento para que decidiese dar un giro en su carrera y postular para una Maestría en Artes Plásticas en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill. Fue aceptado,  y en 2009 la familia Gil se mudó al norte para que Nestor pudiera desarrollar su vocación.

“Como artista, me interesa la idea de la diáspora, del viaje. Esa idea de llevar dentro de uno mismo sus orígenes, como algo elástico, que se transmite entre generaciones. Al menos esa ha sido mi experiencia”, comenta el artista cubanoamericano, hoy es profesor de escultura en Lafayette University, en Easton, PA.

Uno de sus primeros proyectos artísticos fue mudarse a Barcelona para explorar la vida de su madre, Carmencita Carmona, durante los siete años que vivió en esa ciudad española, antes de emigrar a los Estados Unidos. “Mi abuelo quería sacar a mi mi madre y a mi tía de la isla, y las envió a estudiar y a trabajar a Barcelona, al cuidado de unas monjas católicas”, dice. La obra es un mapa turístico de la ciudad, donde el artista marca los lugares que frecuentaba su madre en la Barcelona de finales de los 60, entonces bajo el mandato del dictador Franco. En el reverso, hay una cronología de los momentos históricos que ocurrían en España, Cuba y los Estados Unidos desde el momento en que su madre abandonó la isla, en 1967.  

“Mis padres estuvieron carteándose durante todos estos años, hasta que se juntaron en Florida para casarse”, recuerda, haciendo eco de la dea del viaje y la separación que pesan en sus raíces.

Pan para todos

En Barcelona, Gil también empezó a utilizar el pan como protagonista de su obra. Una de sus instalaciones, titulada “Barcos: Refu(g/s)e”, representa una manada de barquitos en el Malecón de La Habana, cuyas velas son rebanadas de pan clavadas sobre piedras. En una performance grabada en video, el artista se pasea por las Ramblas de Barcelona vestido de panadero cubano, cantando “panadero, doy pan” y regalando hogazas hechas por el mismo a los transeúntes. La idea era concienciar sobre la realidad y las contradicciones de ser inmigrante cubano en Estados Unidos, explica el artista, que en el video aparece cargando el pan en las típicas bolsas de pan cubano que se ven en Miami. Pero en lugar de leerse “cuban bread”, se lee “cubano bread”, un juego de palabras entre “cuba-no-bread” (en alusión a la pobreza de la isla), y el pan “del hijo de un cubano”, explica. Hoy Nestor sigue horneando panes en su casa de Euston, Pensilvania, al menos dos veces por semana, y luego sale a regalarlos entre sus vecinos, estudiantes  y colegas de trabajo. “Siempre voy regalando pan para establecer comunidad”, dice.

Otra de sus performances estrella, y que fue la que llamó la atención de los curadores del PAFA, es “Boca (Tus Memorias son mis mitos)”, donde el artista empieza a llenarse la boca de azúcar, arena de playa, café y tabaco –productos característicos de Cuba–  hasta que ya no puede más. “Es un poco violento, porque a veces me quedo casi sin respirar”, dice. “Pero sirve para entender que de pequeños nos llenan de historias sobre nuestros orígenes, pero no podemos tragarlo todo. (Los hijos de inmigraantes) hemos de entender nuestra  herencia como un cuento, pues no puedes asumirlo todo”, añade.

Este esfuerzo por comprender su identidad cubanoamericana a través del arte es la que quiere sacar a la luz la exposición SWARM, que se inaugura el próximo 30 de junio en PAFA. La muestra expondrá una selección de obras de Gil, incluyendo una performance “Boca” en directo, junto a la obra del artista haitianoamericano Didier William, que trabaja con la idea del colonialismo y la herencia cultural.

“Swarm” quiere decir algo así como enjambre, moverse en manada”, dice Gil. “Por una parte refleja la idea de los inmigrantes latinos entrando en manada, como un enjambre, a los Estados Unidos, y eso crea miedo. Pero también es una forma de decir “venga, vamos, todos a la vez, vamos a hacernos visibles, no vamos a escondernos más”, comenta.

Es cierto, admite el artista, que no tiene nada que ver ser mexicano, venezolano o cubano- “pero en EE. UU. nos ven a todos como a un grupo monolítico. Es mejor organizarnos para tener una voz más poderosa. Los cubanos solos no somos nada”, dice, destacando la importancia de abrazar la identidad latina como una identidad política, más allá de la nacionalidad de su padres, o abuelos, o de si saben hablar español o no.

De hecho, sus hijos no hablan bien español. “Ha sido un fallo mío”, admite. Su esposa es americana y hablan inglés en casa. Sin embargo, le llena de orgullo que su hijo mayor, que ahora empezará la universidad, maque la casilla “latino” en la hoja de registro. “Quizás no ha vivido una experiencia como la mía, ha tenido menos problemas por ser de origen hispano. Pero ahora, con Trump, sigue siendo importante actuar en piña, como un enjambre”.