Mario Balotelli, Luis Suárez y el racismo italiano
Una estrella anotó el gol de la victoria contra Inglaterra, no hizo nada en la derrota ante Costa Rica, y fue sustituido en medio-tiempo en el partido decisivo…
Una estrella anotó el gol de la victoria contra Inglaterra, no hizo nada en la derrota ante Costa Rica, y fue sustituido en medio-tiempo en el partido decisivo después de recibir una tarjeta amarilla por una falta tonta. El otro marcó el gol de victoria contra Inglaterra, no jugó en la derrota ante Costa Rica por una lesión, y cometió una falta escandalosa que provocó desprecio mundial y a consecuencia se le ha prohibido jugar durante el resto del torneo y en los próximos cuatro meses. Adivina a cual de estas dos estrellas de fútbol lo han condenado y destacado como la personificación del egoísmo defectuoso. Sí, el jugador negro que juega en un país blanco.
Después de la eliminación de Italia de la Copa Mundo, por el dentudo Luis Suárez y su selección de Uruguay, una ola de críticas a Mario Balotelli se extendió por los medios de comunicación italianos y en el internet.
A Balotelli lo han acusado de ser perezoso, de no esmerarse, de ser incapaz de controlar su temperamento, y de cometer una falta estúpida que obligó a su entrenador a mandarlo al banquillo en un momento crítico. El entrenador, según la crítica, dice que estaba preocupado que a Balotelli lo expulsaran y así la selección se vería obligada a jugar con un hombre de menos. La ironía es que a otro jugador italiano, Marchisio, en realidad lo expulsaron de ese mismo juego, y, sin embargo, a Marchisio no lo están culpando por la derrota. Fue una mala decisión del árbitro, los expertos italianos gimen. Marchisio, por cierto, es blanco.
A Balotelli también lo acusan de no echarse el equipo a la espalda en la segunda ronda. Él era el foco ofensivo de la selección. El equipo se ha diseñado en torno a sus considerables habilidades, como es el caso, a menudo, con los grandes talentos. Portugal se ha diseñado en torno a Cristiano Ronaldo. Ronaldo marcó un gol, al igual que Balotelli, y Portugal también está fuera de la contienda. El equipo de Suecia está construido alrededor de Ibrahimovic, y ni siquiera logró llegar a Brasil. Uruguay se estructura en torno a Luis Suárez (con todo respeto al talentoso Edison Cavani), y la fijación oral de Suárez condenó al equipo a una salida rápida y ‘sin dientes’ en su partido ante Colombia.
El fracaso de estos equipos ha llevado a algunos a quejarse de sus megaestrellas, pero sin odio, aun en el caso de Suárez. Después de ser expulsado de fútbol por los próximos cuatro meses, un castigo que incluso la víctima de la mordedura —el defensa italiano Giorgio Chiellini— piensa demasiado duro, Suárez ha regresado a una patria un poco a disgusto con él, pero que sigue, en su mayoría, apoyandolo.
Todos estos jugadores son superestrellas. Ellos reciben una cantidad desproporcionada de atención y se les paga una suma exorbitante de dinero para jugar, lo que es, en esencia, un juego de niños. Esto lleva a un sentimiento profundamente ambivalente en los aficionados ordinarios. Pero, junto con la envidia inevitable de la riqueza y la celebridad, alimentado, en algunos casos, por los egos descomunales y máquinas publicitarias implacables, también hay una base de admiración y el respeto por un talento asombroso. Y llegado el tiempo de la Copa Mundo, los hinchas sienten orgullo nacional y solidaridad.
Pero no con Balotelli. Tan pronto como el juego con Uruguay terminara, de inmediato los demás jugadores lo señalaron como el culpable. Balotelli dejó el vestuario solo después de la pérdida, y se sentó en el autobús solo, mientras el técnico italiano presentó su renuncia y se despidió del resto del equipo. En la televisión italiana, a pesar de un consenso general que todo el equipo jugó mal, sólo a un jugador se le destacó como culpable: Super Mario.
En la internet, Balotelli fue inmediatamente objeto de peroratas y mensajes racistas. Esto no es inusual, los aficionados italianos saludan regularmente a Balotelli con el canto que “no hay italianos negros”. Es un rechazo primordial. Y Balotelli, dentro y fuera de la cancha de fútbol, ha llegado a representar una generación de jóvenes inmigrantes, nacidos en Italia y culturalmente italianos, pero que luchan para ser aceptados como tal.
En una entrada en Instagram, Balotelli respondió a la acusación de un fanático que acusaba que él no se había esmerado porque no es un verdadero italiano. La respuesta de Balotelli es desgarradora: Nací en Italia, escribe, y elegí ser italiano. Luego Balotelli se arremetió contra la falta de solidaridad que siente por parte de sus paisanos italianos. Los africanos son más inteligentes que nosotros, declaró, porque no se vuelven contra sus hermanos. Este último comentario, por supuesto, con su osadía de comparar a los italianos desfavorablemente con los africanos, se percibió como una bofetada por los medios de comunicación italianos. Venenoso, dijo una comentarista. Fuera de límites, declaró un funcionario de fútbol.
Lamentablemente, lo que fue juzgado extremo no fue la bilis racista dirigida a Balotelli, sino su reacción a ella.
Después del fiasco del Mundial, el entrenador de la selección italiana y el director de la federación nacional de fútbol de Italia han presentado sus renuncias. Y aún así, la cacería de brujas continúa. Mario Balotelli, un italiano negro, el forastero perfecto —joven y rico y talentoso— es un blanco fácil.
Alberto Vourvoulias es un académico invitado en la Academia Americana en Roma. Su blog se llama Undocumented Journalism.
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