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“Nadie puede cuestionar mi fe, mi devoción a Cristo, mi devoción a la Iglesia. Por eso soy pastora aquí", Nicole Garcia. Via Moose Gazette
“Nadie puede cuestionar mi fe, mi devoción a Cristo, mi devoción a la Iglesia. Por eso soy pastora aquí", Nicole Garcia. Via Moose Gazette

Conoce a la primera transgénero latina en convertirse en pastora luterana en Estados Unidos

Desde que fue ordenada el pasado noviembre, Nicole Garcia quiere inspirar a otras personas LGTBQ+ racializadas a aceptarse a través de la fe.

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Creció en el catolicismo, pero abandonó la religión durante 20 años antes de que sus plegarias fueran escuchadas. Ahora Nicole García (60) tiene una congregación de más de un centenar de fieles en la Iglesia Luterana Westview, en Boulder, Colorado.

“Nadie puede cuestionar mi fe, mi devoción a Cristo, mi devoción a la Iglesia. Por eso soy pastora aquí", declaró en una entrevista con NBC News. "Ser trans es secundario".

Hace escasas dos semanas que García, la primera mujer transgénero y latina ordenada pastora en una iglesia luterana de Estados Unidos, dio su primer sermón. Su lucha por ver realizado sus sueños fue larga y no carente de obstáculos; 40 años, cuenta, le costó alcanzar el púlpito. 

Un largo calvario

Nacida como el “hijo mayor” de una familia católica y muy devota de Colorado, jamás se sintió cómoda con el papel que le asignaron ni lo que se esperaba de ella. 

Tocaba la guitarra en el coro de la iglesia, iba a misa dos y tres veces los fines de semana, rezaba con su abuela en la cocina hincadas de rodillas en el suelo con el rosario ennegrecido que todavía guarda, pero “nunca me sentí cómoda en mi propia piel”, dice. 

De adolescente le encantaba vestirse con ropas femeninas, y aunque trató de comportarse como la hacían sus primos varones, al cabo de unos años de orar para que su incomodidad desapareciera, dejó la Iglesia y cayó en espiral de drogas, fiestas y alcohol que fue, según cuenta, la excusa para “travestirse” y salir con hombres. 

“Me di cuenta que siempre he sido Nicole. Siempre he sido una mujer".

Un día, mientras vivía en el remolque de un primo en Boulder, tratando de vencer su alcoholismo, se dio cuenta de que debía cambiar de vida, se mudó de ciudad y conoció a una mujer en un karaoke con la que acabó casándose un año después.

Luego se mudaron a Denver, donde consiguió trabajo como funcionario de prisiones, pero la sensación que tenía desde niña seguía acompañándola. Aquel uniforme era para Nicole un “disfraz”, y cuando llegaba a casa, exhausta, solo pensaba en beber. Su matrimonio duró 8 años. 

Luterana y LGTB

Poco después de divorciarse, estaba sentada en la cocina pensando que había tirado su vida por la borda cuando tuvo una revelación: “Tuve mi momento de regresar a Jesús. No fue uno de esos ‘Oh, por favor, por favor, ayúdame. Era más bien: ‘Vale, hijo de puta, si voy a volver, mejor que lo hagas más rápido esta vez”.

Esta vez la plegaria fue escuchada… Unas sesiones de terapia le ayudaron a revelar y asumir su secreto, y se puso en contacto con un centro de identidad de género en Colorado. 

“Me di cuenta que siempre he sido Nicole. Siempre he sido una mujer. Sabía que en ese momento tenía que hacer la transición ”, afirma. 

“Nadie puede cuestionar mi fe, mi devoción a Cristo, mi devoción a la Iglesia. Por eso soy pastora aquí"

Las decisiones, a menudo dolorosas, abren otras puertas. En el centro conoció a un agente de policía en transición que la animó a asistir a un servicio en la Iglesia Luterana de San Pablo, en Denver.

“Estaba convencida de que entraría y dirían: ‘Mira a ese hombre disfrazado’, pero no lo hicieron. Me sentí como en casa”.

Al tiempo se convirtió en luterana y activista por la aceptación de la comunidad LGTBQ+ dentro de su iglesia, algo que lleva haciendo desde hace más de 16 años. Pese a las reticencias iniciales de quienes la conocían como el “hijo mayor”, triste y descontento con su cuerpo que rezaba sin obtener respuesta. 

El pasado 23 de noviembre más de 200 personas acudieron a su ordenación en Louiseville. Ahora espera servir de ejemplo para que otras personas LGTBQ+ racializadas se sientan orgullosas de abrazar la fe.