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Cuando el turno en el país norteamericano va a terminar, los trabajadores españoles están almorzando. DepositPhotos
Cuando el turno en el país norteamericano va a terminar, los trabajadores españoles están almorzando. DepositPhotos

Los raros horarios españoles

Los residentes de España son sobre todo vespertinos y nocturnos. Duermen menos, almuerzan y cenan tarde. Son hábitos que se remontan más de 70 años atrás: en…

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Puede que mucha gente en Estados Unidos crea que existen horarios difíciles de administrar. Consideremos esto: en plena tarde, cuando el turno en el país norteamericano va a terminar, los trabajadores españoles están almorzando, y todavía les queda un buen trozo del día para terminar su jornada y volver a casa.

El estadounidense promedio, con un empleo a tiempo completo, debe trabajar ocho horas consecutivas al día (con un receso de media hora a una hora para comer), cinco días a la semana. Unos horarios que quizás impliquen demasiado tiempo dedicado al espacio laboral.

Los españoles, sin embargo, terminan la jornada después de los últimos rayos de sol o bastante más tarde que el ocaso –a menos que sea verano–. No es que hagan demasiadas horas – cumplen 41 a la semana; los estadounidenses y los españoles dedican un tiempo similar al cuidado personal y al ocio —, sino más bien que sus horarios están divididos en dos: mañanas de 8:30 o 9:00 a.m. hasta las 2:00 p.m., tardes de 4:30 o 5:00 p.m. hasta las 20:00. Suelen disponer de recesos de 30 minutos para un bocadillo (sándwich) a media mañana –las 11:00 a.m.–, y una hora y media o dos para el almuerzo (entre las 2:00 p.m. y las 4:00 p.m.).

El horario comercial estándar de las tiendas se adapta a este esquema: 10:00 a.m. a 2:00 p.m. en las mañanas, 17:00 a 20:00 o a 21:00 en las tardes, sábados de 11:00 a.m. a 2:00 p.m.. Los supermercados, tiendas departamentales, franquicias y establecimientos del centro de las ciudades tienen jornada corrida y pueden cerrar más allá de las 9:00 p.m..

Miguel Díaz, 51 años, dueño de una tienda de ropa en un barrio del este de Barcelona, termina a las 8:30 p.m.. En verano estuvo en Sevilla –largas horas de sol y un calor sobre 40 grados que arrecia por la tarde y que vacía las calles– y observó como los establecimientos abrían a las 7:00 p.m. y cerraban a las 11:00 p.m., en su turno vespertino. La actividad no disminuye después de las 8:00 p.m., esa hora de la noche en la que un estadounidense promedio se está digiriendo a la cena, preparando a sus hijos para ir a dormir o deleitándose con los programas del prime time televisivo.

A las 9:00 pm, Díaz va al gimnasio, a cinco minutos de su tienda. Es la noche de este mismo miércoles. Las adolescentes que entrenan a fútbol femenino recién terminan su sesión de hoy, aunque son más de las 9.30 p.m.; mañana tendrán que madrugar –como el grueso de la población activa española–. Todas las actividades del gimnasio siguen operativas hasta las 10:30 p.m.. Sus trabajadores se irán a las 11.00 p.m., la hora en la que Mónica Sánchez, de 44 años, funcionaria de la alcaldía de Madrid, se va a dormir, aunque haya tenido una cena tardía, a las 10:00 p.m. Tiene que levantarse a las 5:45 a.m.. Sánchez tiene un horario más flexible desde 2011: comienza a las 8:15 a.m. y se va a las 5 p.m.. Hace una pausa de media hora para un bocadillo, en algún momento entre las 12 p.m. y las 2 p.m.. Almuerza entre las 2:45 p.m. y las 3:15 p.m. en la oficina. Antes de 2011, salía del trabajo a las ocho de la noche. Prefiere este horario, asegura, “luego ya tienes la tarde libre para otras actividades”.  Sin embargo, el reajuste no ha sido completo: sus clases de yoga de hora y media, por ejemplo, comienzan a las 7.30 p.m.

Sí, los españoles son sobre todo vespertinos. Alargan las horas de la tarde y la noche, mientras acortan las de sueño. Estudios recientes indican que los adultos españoles duermen un promedio de 6,48 diarias. La programación televisiva estelar comienza a las 10:30 p.m., cuando Miguel Díaz está cenando. Dura hasta pasada la medianoche. A esa hora, cualquier estadounidense está en plena fase REM. (En 2015, la televisión pública trató de adelantar los programas a las 10.15 p.m., pero el cambio solo duró tres meses, pues perdieron audiencia).

Unas costumbres que datan de la post Guerra Civil Española (1936-1939) hacen que España tenga un horario único. En ese periodo, y durante un buen tiempo de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), sobrevivir y proveer para una familia necesitó del doble del trabajo para llegar a fin de mes. Las jornadas tendieron a alargarse con horas extras por la tarde y se hizo común lo que aquí se llama el pluriempleo: un trabajo en horario intensivo por la mañana, la pausa de más dos horas para comer en casa, y luego el otro en el turno vespertino. En ese receso largo en la mitad entró la famosa y restaurativa siesta española.

Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia, recuerda que su padre iba a almorzar a casa. Hasta los años 70, lo vio ponerse el pijama para dormir la siesta de 2.30 a 4.30 p.m., una práctica que apenas existe ahora en las ciudades.

En las zonas rurales, en verano, más de 12 horas de sol al día, tenía sentido la jornada partida para aprovechar las horas de menos calor. José Manuel Lafuente, 73 años, tenía 12 cuando trabajaba en el campo con su familia, en la provincia de Granada, al sur, donde todavía vive. “Te ibas al campo a las cinco de la mañana y a las once de la mañana te ibas para casa. Comías un poco el gazpacho y luego cuando te despertabas de las siesta a las 3 p.m., comías el puchero y a las 4.30 p.m. te ibas otra vez al campo y estabas hasta que prácticamente se hacía de noche”.

El trabajo doble tuvo picos todavía hasta los años 60 y el pluriempleo hasta más tarde. Los horarios permanecieron pasada la dictadura y estabilizada la economía, aún dentro de un solo trabajo. Y continúan, aunque España es ahora un país despoblado en sus vastas extensiones agrarias, con muchos más habitantes urbanos.

***

La discusión sobre la importancia de mejorar estos hábitos vuelve a abrirse. El actual gobierno de Pedro Sánchez nombrará una comisión de expertos que estudiará estos temas, porque una resolución de agosto de la Unión Europea obliga a sus 28 países miembros a dejar de cambiar de hora dos veces al año, al terminar 2019. Casi 4 millones de personas (menos del 1 por ciento de los residentes de la UE) prefieren por mayoría, según una encuesta, que prefieren que el reloj no se adelante una hora cada marzo –horario de verano– o se atrase otra en octubre –horario de invierno y hora estándar–. Cada país tendrá la potestad de decidir, no obstante, si mantiene uno u otro horario, en el caso de España dos horas más o una más que el meridiano de Greenwich (GMT+2 o GMT+1).  

Los cambios de verano (daylight saving time en inglés, DST) comenzaron formalmente en Europa y Estados Unidos en los años 70, cuando una crisis petrolera convocó el ahorro energético. La UE encontró ahora que tal ahorro es en realidad marginal. En EE.UU, los relojes se adelantan en marzo y se atrasan en noviembre, una hora cada vez. Los estadounidenses tienen problemas para ajustarse y los españoles tienen un inconveniente adicional: el país no está en el huso horario que le corresponde, que es precisamente el Meridiano de Greenwich, sino en el de Europa Central, pese a estar más al este.  En plena Segunda Guerra Mundial, un decreto del dictador Franco adelantó una hora el reloj español, desde el 16 de marzo de 1940, para alinearse con Alemania “y otros países europeos”.

La experta Nuria Chinchilla, que aboga por una conciliación mejor entre los horarios laborales y la vida privada, cree que España debería regresar a Greenwich de inmediato. “La causa de la causa es que tenemos un ritmo circadiano (los relojes internos que van con los ciclos del día). Vamos con el sol. Ahora comemos a las 2 p.m., sobre todo porque en verano son las 12 p.m. y en invierno la 1 p.m. Si queremos cambiar el hábito de comidas y cenas, ir con el horario solar lo hará más fácil”, dice.

Otros expertos, como José Luis Casero, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles,  y Fabián Mohedano, uno de los principales promotores de la reforma horaria en un proyecto ya en marcha en la comunidad autónoma de Cataluña, creen que los cambios tienen que ser progresivos.

Todos coinciden en que el horario más conveniente para España es el estándar de invierno (GMT +1) Así habría más equilibrio entre las horas de sol y las horas de oscuridad, afirma Ángeles Rol, investigadora del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia. Los adultos y los niños se levantarían con la luz natural y serían más productivos; solo se perdería una hora de sol por la tarde en los meses de primavera y verano. Si se “veranizara” el horario español –sostiene Casero, usando ese término–, en ciertos puntos del país amanecería después de las 9 a.m., por lo que mucha gente no vería nunca la luz del sol en los días hábiles, advierte Mohedano.

Están todos de acuerdo en que carece de sentido realinear los ritmos naturales con los del sol si la manera de emplear el tiempo no mejora. José Luis Casero espera participar en ese comité de expertos para volver a plantear lo que hace años defiende: que el Estado debe garantizar marcos legales para un nuevo modelo socioeconómico en el que los horarios productivos sean más racionales y compatibles con la vida personal y familiar. Empezaría con jornadas de trabajo intensificadas, para almorzar a la 1 p.m., y en menos tiempo, y salir a las 5 o las 6 p.m..

“Si mucha gente, millones de personas, salen a la calle a esa hora, podrá hacer con su tiempo libre lo que quieran, disfrutar de la familia, hacer deportes a una hora prudencial, acostarse antes. Y hará las compras más temprano”. Por lo tanto, cree Casero, el resto del sector productivo respondería y terminaría adaptándose.

Un plan así está en marcha en Cataluña, la región cuya capital es Barcelona, con 15 expertos que llevan trabajado en ello desde 2014. El gobierno local reaccionó y propuso un pacto que progrese a un nuevo modelo en 2025, con jornadas más compactadas y la figura del teletrabajo, para así medir la productividad por resultados más que por horas trabajadas.

110 organizaciones sindicales, patronales, educativas, del comercio, del ocio, de transporte, deportivas, se adhieren, dispuestas a cambiar los horarios de sus sectores también, afirma Mohedano. El experto confía en que esto termine replicándose en el resto de España, si el gobierno central lo traduce en leyes y políticas de estado.