Historias de los defensores de la selva
“Defensores de la selva” cuenta las historias de jóvenes decididos a defender la selva desde distintos rincones, cada uno con una historia y una lucha únicas.
Un joven patrulla el territorio selvático en que vive, detectando madereros ilegales; una muchacha hace talleres sobre la diversidad sexual para cohesionar a su comunidad y luchar mejor contra los peligros que afronta su territorio; una profesora de primaria convence a su comunidad de negarse a la explotación de la selva por parte de una empresa, aunque les hubieran prometido una atractiva suma de dinero; otra muchacha lucha por buscar mejores formas para que su comunidad disponga adecuadamente de los desechos que genera; una mujer lucha contra la violencia de género en la reserva en que creció.
Estas son algunas de las historias de Defensores de la selva, un cuidadoso proyecto entre democraciaAbierta y el Fondo para el periodismo sobre bosques del Centro Pulitzer que cuenta la historia de activistas jóvenes que defienden las selvas desde múltiples ángulos, porque para lograrlo no sólo es necesario evitar los incendios o la tala de árboles, hay que tener una comunidad sana y cohesionada viviendo entre ellos.
El proyecto empezó con activistas en Brasil, ante la amenaza directa que el gobierno de Bolsonaro ha representado para ellos, pero ya está continuando con el trabajo de otros en Ecuador.
Los proyectos como este son importantes porque dan relevancia a la lucha de los activistas, lo que los protege e impulsa sus iniciativas, muestran que hay caminos para afrontar la lucha contra el cambio climático y la degradación de nuestros ecosistemas y permiten que haya una diversidad mayor de perspectivas sobre estos temas, lo que enriquece las respuestas.
Aquí les presentamos un par de ejemplos:
Ednei es un joven arapiun que estudia Ciencias del Clima en la universidad de Santarém a medio día de viaje en barco desde la aldea en que vive.
Él vive en Cachoeira do Maró y, con 20 años, fue elegido como coordinador del Consejo Indígena Tapajós-Arapiuns, que representa 45 aldeas y 13 pueblos indígenas que viven en el Bajo Tapajós, el Río Arapiuns, el Río Maró y el Planalto Santareno.
Dentro de la asociación a la que pertenece, Ednei también hace parte de un grupo de hombres especializados en recorrer la selva, palmo a palmo y detectar cualquier intrusión que haya habido en ella, cualquier esfuerzo para dañarla.
Sus rondas de vigilancia son largas y extenuantes, pero son el mecanismo que tienen para lograr prevenir y denunciar la incursión de los madereros.
Vero Cestsenk es ecuatoriana, indígena achuar, y tras ver la violencia y maltratos a los que eran sometidas las mujeres de su comunidad decidió no casarse. En cambio, es partera.
“Nosotras somos mujeres. Como la selva. Por eso debemos ser respetadas. Somos sagradas, como la selva”, dice Vero. Y de la selva que cuida también saca las plantas medicinales necesarias para cuidar de las mujeres.
Vero hace parte de un programa llamado Ikiama Nukuri, que enseña a mujeres en comunidades indígenas a unir la medicina tradicional indígena con algunas de las herramientas de la medicina occidental para cuidar mejor del embarazo de las madres gestantes y asistir sus partos.
Vero se formó en Yucatán, junto a mujeres mayas, y luego tuvo la oportunidad de hacer prácticas médicas en un hospital peruano. Ahora está formando a otras mujeres, para expandir esta red de cuidado de la selva femenina.
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