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Yuval Noah Harari. 
Yuval Noah Harari. 

¿Son los médicos los nuevos sacerdotes? Tener fe en la ciencia en tiempos de Covid-19

El filósofo Yuval Noah Harari, autor de Homo Deus, reflexiona sobre cómo cambiará nuestra forma de pensar la enfermedad y la muerte tras la pandemia.

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Una vez le preguntaron a Woody Allen si esperaba vivir para siempre en la memoria de fans, a lo que el cómico, que tiene un miedo atroz a la muerte, contestó: “Preferiría seguir viviendo en mi apartamento”.

La pandemia del nuevo Covid-19 no sólo ha cambiado la forma en que nos relacionamos o nuestros hábitos higiénicos, también nos está haciendo darnos cuenta de nuestra propia fragilidad y los agujeros de nuestras políticas sanitarias. Pero aun así, muchas cosas han cambiado en nuestra forma de encarar la catástrofe; si antes la resignación y el temor a Dios era la forma que nos sometíamos a los estragos de una pandemia, ahora son la indignación y la esperanza las claves de esta época que nos ha tocado vivir.

Así lo aseguraba en un artículo publicado en The Guardian el eminente filósofo Yuval Noah Harari, autor del best-seller Homo Deus, quien alertaba de que los únicos que ponen el énfasis en la muerte y no en la prolongación de la vida son los nacionalismos y estos “no saben realmente qué hacer con ella”.

En pocas palabras, lo que Harari analiza de una manera profunda es el viejo dicho de “a Dios muerto, Dios puesto”; o cómo las religiones han dado paso con la revolución científica a una nueva forma de ver nuestra mortalidad como “un fallo técnico” que tiene solución y no un designio divino. 

“Mientras que tradicionalmente la muerte era la especialidad de los sacerdotes y teólogos con sotana negra, ahora es la gente en bata de laboratorio blanca”, dice Harari. Es decir, no se trata de dar sentido a la muerte, sino de extender la vida investigando los sistemas sistemas microbiológicos, fisiológicos y genéticos responsables de las enfermedades y la vejez, y desarrollando nuevas medicinas y tratamientos revolucionarios.

Covid-19, un error en el sistema

Cada día recibimos miles de noticias no sólo acerca del incesante goteo de muertes y contagios, sino de los avances científicos que diversos laboratorios y gobiernos están haciendo para encontrar una vacuna, algo que sabemos que va a ocurrir -tenemos fe en ello-, lo que ignoramos es cuándo. 

“Nuestros héroes no son los sacerdotes que entierran a los muertos y disculpan la calamidad - nuestros héroes son los médicos que salvan vidas. Y nuestros superhéroes son los científicos de los laboratorios”, afirma. “Así como los aficionados al cine saben que el Hombre Araña y la Mujer Maravilla acabarán derrotando a los malos y salvando el mundo, estamos seguros de que dentro de unos meses, quizá un año, la gente de los laboratorios encontrará tratamientos eficaces para el Covid-19 e incluso una vacuna. ¡Entonces le mostraremos a este desagradable coronavirus quién es el organismo alfa de este planeta! La pregunta en los labios de todos, desde la Casa Blanca, a través de Wall Street hasta los balcones de Italia es:'¿Cuándo estará lista la vacuna?' Cuándo. No si".

“Nuestros héroes no son los sacerdotes que entierran a los muertos y disculpan la calamidad - nuestros héroes son los médicos que salvan vidas".

Algo comprensible si se ven con perspectiva los avances de la revolución científica, que ha logrado que en los dos últimos siglos la esperanza de vida haya pasado de menos de 40 años a 72 en todo el mundo y más de 80 en países desarrollados. 

"Si hasta el siglo XX al menos un tercio de los niños no llegaban a la edad adulta a causa de enfermedades como la disentería o la viruela, ahora ya no es así. En el mundo en su conjunto, la mortalidad infantil se ha reducido a menos del 5%”, apunta.

Para el autor de Homo Deus, todos estos éxitos unidos a la mentalidad científica han hecho que dejemos de enfocarnos en la vida tras la muerte como fuente de significado para pensar en cómo aferrarnos a la vida en sí misma. 

No obstante, no hay que dejarse cegar por las promesas transhumanistas. Él advierte de que todavía estamos bastante lejos de la inmortalidad que pretenden conseguir cuatro multimillonarios de Silicon Valley y que deberíamos asumir nuestra propia finitud, más tarde o más temprano, como parte de la vida. 

“Incluso muchas religiones tradicionales han cambiado de enfoque. En lugar de prometer un poco de cielo en el más allá, han comenzado a poner mucho más énfasis en lo que pueden hacer por ti en esta vida”, dice Harari.

¿Un cambio de actitud?

Los nacionalismo, que tienen mucho de doctrina, parecen ser los únicos que dan un sentido a la muerte y el paso a la posteridad, lo cual, aunque romántico, puede ser bastante peligroso. 

“En sus momentos más poéticos y desesperados, el nacionalismo promete que quien muera por la nación vivirá para siempre en su memoria colectiva”, escribe, y se pregunta: ¿Cómo se "vive" realmente en la memoria? Si estás muerto, ¿cómo sabes si la gente te recuerda o no?”.

Hariri está convencido que de esta pandemia, que nos ha acercado a la posibilidad de muerte a la vez que ha redoblado nuestra fe en la ciencia y no en Dios, no cambiará demasiado nuestras actitudes en el mañana, sino más bien al contrario. Viviremos más, pero lo haremos multiplicando esfuerzos para “proteger las vidas”, y en lugar de pensar en castigos divinos, buscaremos a quién señalar. No nosotros, Ellos. Políticas de chivos expiatorios. De proteccionismo y enemigos.

"Diferentes países se acusan unos a otros. Los políticos rivales lanzan responsabilidades de uno a otro como una granada de mano sin anilla”.

“Mientras que algunos predicadores religiosos se apresuraron a describir el SIDA como el castigo de Dios para los homosexuales, la sociedad moderna misericordiosamente relegó tales puntos de vista a sus lunáticos, y hoy en día generalmente vemos la propagación del SIDA, el Ébola y otras epidemias recientes como fracasos organizativos. Asumimos que la humanidad tiene el conocimiento y las herramientas necesarias para frenar tales plagas, y si una enfermedad infecciosa se sale de control, se debe a la incompetencia humana más que a la ira divina. El Covid-19 no es una excepción a esta regla. La crisis está lejos de haber terminado, pero el juego de culpas ya ha comenzado. Diferentes países se acusan unos a otros. Los políticos rivales lanzan responsabilidades de uno a otro como una granada de mano sin anilla”.

El pensador se anticipa al día que la vacuna contra el Covid-19 esté lista y la pandemia haya terminado, ¿cuál será la principal ventaja para la humanidad de haber atravesado esta experiencia?

“Lo más probable es que tengamos que invertir aún más esfuerzos en la protección de las vidas humanas. Necesitamos tener más hospitales, más médicos, más enfermeras…”.

La lucha por prolongar la vida será el sino de los próximos veinte o treinta años. Ahora conviene preguntarse si más siempre es mejor y para quién.