“Cura tu prejuicio”: Una pequeña galia LGBT de Brasil toma medidas contra una ‘doble’ pandemia
Al peligro de la COVID se le une en Brasil la posibilidad de ser señalado, especialmente si eres queer. Para evitarlo, una comunidad de Río de Janeiro ha…
Un encierro autoimpuesto. Así se enfrenta la Casa de Nem, un improvisado refugio para víctimas de la violencia LGBTQ y personas sin hogar, a la pandemia de COVID-19.
En el edificio de seis plantas, a unas pocas manzanas de la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, viven unas 50 personas, que sólo salen a la calle en “circunstancias excepcionales” y reciben donaciones de alimentos. Una medida que han tomado porque como colectivo marginalizado los riesgos que enfrentan si contraen COVID son mucho mayores que el resto de la población.
"Basándonos en la experiencia que tuvimos durante la epidemia de SIDA, cuando se nos acusó de ser el vector del virus y se nos dejó morir, ahora estamos protegiendo a la comunidad", le cuenta a AP Indianara Siqueira, de 49 años, una trabajadora sexual transexual y activista que dirige Casa Nem.
Desde que la organización se encargó de este edificio abandonado, hace cuatro años, se han esforzado por convertirlo en un espacio seguro, sobre todo en estos momentos en que el Estado brasileño se ha declarado abiertamente enemigo de las personas LGBTQ y con el auge de los evangélicos y su papel cada vez mayor en la vida política y la moral de Brasil.
Se ocultan para no enfermar, pero también para evitar que los consideren los causantes de la pandemia, en tanto que extreman las medidas para impedir que cualquiera de sus residentes pueda enfermarse. Por eso quien llega buscando cobijo a la Casa Nem debe aislarse en uno de los pisos del edificio y pasar una cuarentena antes de poder unirse a la comunidad.
Mientras tanto, quienes se sienten a salvo, entre las cuatro paredes, se entretienen charlando y desarrollando actividades para paliar las secuelas del encierro, aunque estén ansiosos por volver a las calles.
"Hemos aumentado nuestras actividades para ayudar a nuestro estado psicológico", dijo Micaelo Lopes, un hombre transgénero de 22 años. "Es un momento muy tenso en el que estamos esperando a ver qué va a pasar después, sin saber realmente".
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Otros no tienen tanta suerte y se ven obligados a salir a trabajar sabiendo que enfrentan más de una amenaza, no sólo la vírica.
"Tengo miedo. Sé que estoy en riesgo", le dice a AP Alicia Larubia, una prostituta transexual de 25 años que espera en una esquina que llege algún cliente mientras medita sobre lo incierto de su futuro.
Tras un mes confinada en su casa, viviendo de la ayuda de su familia, Larubia tuvo que volver a ejercer el trabajo sexual, ya que
"La necesidad hablaba más fuerte (que la pandemia)”, pero su sueño es trabajar en un salón de belleza.
Según la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales de Brasil, ANTRA, el 90% de las personas que representa se dedican al trabajo sexual debido a la discriminación del mercado laboral y la falta de oportunidades, y más de la mitad de ellas no han recibido la ayuda del gobierno de Bolsonaro durante la pandemia -unos 150 dólares-.
Para Richard Alexandre, que vive en Casa Nem junto a su pareja, Lia Mercy, mujer transgénero y bailarina, hay cosas peores que la COVID. “Pueden inventar una inyección para el coronavirus. Pero no hay vacuna contra la homofobia, la transfobia y la opresión”, concluye.
Brasil es el país más azotado por la pandemia de todo el continente, con cerca de 2 millones de casos y más de 72.000 víctimas mortales. Sólo el pasado domingo, registró 24.831 contagios y 631 muertes a causa de la enfermedad y Río de Janeiro es uno de los epicentros de la tragedia.
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