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Krystina Timanovskaya pidió protección para no volver a su país. Getty Images
La atleta bielorrusa Krystina Timanovskaya pidió protección para no volver a su país. Foto: Getty Images

Juegos Olímpicos y asilo político para deportistas

Tokio 2020 es el escape para muchos atletas que buscan salir de las duras situaciones políticas y económicas en sus países de origen.

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Krystina Timanovskaya es otra de los deportistas que durante los Juegos Olímpicos aprovechó para huir de su país dadas las duras circunstancias políticas que se viven en Bielorrusia. 

Después de ser eliminada de la competencia atletismo de 100 metros planos, la velocista de 24 años criticó al Comité Olímpico Bielorruso, presidido por el hijo del presidente de este país, Viktor Lukashenko, lo que ocasionó un gran revuelo y llevó a la policía bielorrusa en Japón a obligarla a regresar a Minsk.

Timanovskaya, solicitó asilo en la embajada de Polonia en Japón y recibió un visado humanitario. “Polonia hará lo que sea necesario para ayudarla a continuar su carrera deportiva”, escribió en su cuenta de Twitter el viceministro polaco de Relaciones Exteriores, Marcin Przydacz, cuyo país acoge a muchos disidentes bielorrusos.

Durante la mañana del miércoles, la joven atleta tomó un vuelo de Japón hacia la ciudad de Viena para hacer trasbordo hacia Varsovia, destino final donde se encontrará con su esposo, quien también huyó de Bielorrusia hacia Ucrania por temor a las amenazas recibidas debido al comportamiento de su mujer.

 

Refugio en Tokio 2020

Durante la primera semana de los Juegos Olímpicos, Julius Ssekitoleko, un levantador de pesas ugandés, había escapado de la Villa Olímpica dejando sólo una nota que decía que quería encontrar un trabajo en el país nipón.

El atleta había pedido que todas sus cosas fueran mandadas de regreso a Uganda, mientras que él viajaba en un tren con destino a Nagoya en el centro de Japón.

Cuatro días después de su desaparición de la Villa Olímpica, Julius fue encontrado cerca de la prefectura de Gifu e interrogado sobre su decisión de escapar en medio de los juegos.

El atleta manifestó su deseo de "permanecer en Japón para trabajar y dejar atrás las dificultades en su nación", según explicó la delegación de Uganda.

Sobre el tema de los atletas refugiados, el Comité Olímpico Internacional prefiere no hacer comentarios. En un comunicado el COI ha afirmado que: “no hay ninguna estipulación relacionada con este tema en la Carta Olímpica. EL COI no lleva un registro de los casos de atletas y otros miembros de las delegaciones y oficiales deportivos que puedan haber desertado mientras asistían a los Juegos Olímpicos”.

Otras deserciones olímpicas

Según la Deutsche Welle,  el primer caso de deserción sucedió en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. En ese año, la entrenadora del equipo femenino de gimnasia de Checoslovaquia se rehusó a regresar a su país de origen, acusando que allí no había libertad tras lanzar un satélite de la entonces Unión Soviética.

Durante las Olimpiadas de Moscú en 1980, cinco miembros de la delegación de Afganistán desertaron luego de que la URSS invadiera su país.

Una de las deserciones más grandes de la historia de los Juegos Olímpicos, tuvo lugar en Melbourne, Australia en 1956. Hungría se encontraba en medio de un levantamiento contra la Unión Soviética mientras sus delegaciones competían en los juegos. La tensión entre los dos países era evidente durante un partido de waterpolo en el que un atleta húngaro salió de la piscina con la sangre corriendo por su rostro. Cuando terminaron los juegos de ese año, los 83 miembros del equipo húngaro tuvieron dos opciones: irse a casa o comenzar una nueva vida fuera de su país. Más de la mitad de los atletas terminaron desertando, buscando asilo en los Estados Unidos.

The New York Times señala que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, 82 atletas y oficiales de distintos países pidieron asilo en Reino Unido.