Cuando los ancestros rapean: Kombilesa Mi y el hip-hop como resistencia indígena
Pese a los miedos iniciales de los más ancianos, el champete rapero de Kombilesa Mi ha logrado que los más jóvenes de Palenque, en Colombia, se enorgullezcan…
Dos siglos antes de que Colombia se independizase de España, San Basilio de Palenque, en el municipio de Mahates, ya era una tierra libre.
Tal vez por eso han sabido preservar tan bien su cultura y sus tradiciones africanas hasta el punto de que Palenque parece un lugar por el que el tiempo no pasa.
Y si lo hace suena a una base de rap. Eso sí, folklórico.
Con una mezcla de español y “palenquero”, una de las 68 lenguas indígenas del país que todavía resiste al proceso de “asimilación”, la formación afro-colombiana de hip-hop Kombilesa Mi (“Mis amigos”, en palenquero) se ha convertido en la mejor garante de las transmisión de las raíces a las nuevas generaciones.
“El palenquero fue considerado una forma pobre de español, de forma que la gente se sintió mal y decidió no hablarlo”, explica a la BBC Andris Padilla Julio, miembro de la formación nacida hace ocho años en este pueblo de apenas 3.500 habitantes, todos descendientes de los cimarrones que se liberaron de la esclavitud a finales del siglo XVI.
“Si queremos que la gente aprenda cómo decir ‘adiós’ lo hacemos cantando, añadimos ritmo y lo gozan… Con el hip-hop todo el mundo puede bailar y también escucharlo. Estoy interesado en dar un mensaje y el hip-hop me permite hacerlo, por eso lo amo”, añade Padilla.
A golpe de tambor y entonando el palenquero, una mezcla de bantú, portugués, español y francés, Kombilesa Mi no precisa de beats sacados de un ordenador para rapearnos sus vivencias en Palenque mientras mantienen su lengua viva.
Con un pie en la música urbana y con otro en la tradicional champeta que resuena en las calles de lugares como San Basilio o Cartagena y que en su día fue asociada a la “pobreza” y la “vulgaridad”, los nueve miembros de Kombilesa Mi han hecho del rap champeteado una forma de orgullo y resistencia cultural.
Aunque sus inicios no fueron fáciles.
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“Al comienzo hubo muchos celos de los mayores porque sentían que no estábamos manteniendo el espíritu original de la música palenquera y la estábamos dañando metiendo música de gente de Estados Unidos, de Cuba, de Venezuela”, explicó a Vice la formación, que debutó en 2016 con el álbum ‘Así es Palenque’.
“Cuando vieron que estábamos haciendo música con la marímbula, la tambora, las maracas y que estábamos hablando de Palenque, ya se convencieron”.
Kombilesa Mi no es el único grupo en reivindicar las propias raíces a través de la música urbana, el heavy metal o el rock con mayor o menor reticencia de sus comunidades.
Formaciones mexicanas como los raperos Slajem K’op o la banda de rock Sak Tzevul, que cantan en tzotzil, una lengua originaria de la región de Chiapas (Mexico), causaron un gran alboroto cuando empezaron a interpretar melodías tradicionales a través de ritmos insólitos para los más ancianos.
“Mi objetivo era darle a los jóvenes algo nuevo de nuestra cultura y decir: lo que ahorita nos da vergüenza, ojalá un día nos de orgullo”, resumió a BBC Damián Martínez, miembro de Sak Tzevul.
Considerados como algo “exótico” y “curioso” por algunos y aunque todavía hagan frente a la discriminación, lo cierto es que la música urbana de raíces indígenas cumple la función de esos cuentos y leyendas de antaño que los viejos traspasaban a los jóvenes sentados frente a una hoguera.
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