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¿Qué futuro tiene el idioma judeoespañol?

La pandemia de COVID-19 ha revitalizado el interés por la lengua que hablaban los judíos expulsados de España en el siglo XV

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En 1492 los Reyes Católicos emitieron la orden de expulsar de España a los judíos,  forzando a miles de personas que se negron a abrazar el cristianismo a abandonar sus hogares e iniciar una nueva vida en otros lugares, principalmente en el norte de África y los Balcanes. En esos nuevos hogares, los judíos expulsados de España (llamados “sefardíes”) no solo importaron sus costumbres y tradiciones españolas, sino también el idioma. Más de seiscientos años después, el idioma que hablaban en sus casas - el castellano del siglo XV - sigue siendo una lengua viva, transmitida de generación en generación como una forma de  preservar su identidad sefardí.

Una de las particularidades del ladino es su arcaísmo. Algunas de las palabras que el ladino conserva del pasado son antiguos vocablos o voces desusadas en el español general de hoy, como conducho (“suministros”), mancebo (“joven, muchacho”) o preto (“negro”). Pero, como sucede en todas las lenguas, “ el judeoespañol ha sufrido una evolución interna y externa, gracias en este último caso al contacto con otras lenguas extranjeras, especialmente las lenguas autóctonas de las zonas donde se establecieron", explica Elisabeth Fernández Martín, Profesora e investigadora del Área de Lengua Española de la Universidad de Almería, en un artículo reciente en The Conversation. 

En la actualidad, no se sabe el número exacto de personas que hablan judeoespañol. La web Ethnologue, citada por Fernández Martín, señaló que había 133.000 hablantes de ladino en todo el mundo (125.000 en Israel). 

Las cifras proporcionadas por la Academia Nacional del Judeoespañol (Akademia Nasionala del Ladino, o ANL), la institución responsable del estudio y el asesoramiento del uso del idioma ladino, creada en diciembre de 2019 en Israel, son más optimistas: unos 500.000 mil, 300.000 de ellos en Israel.

La profesora Fernández Martín admite que la cifra de hablantes sufrió un gran retroceso en el siglo XX,   debido principalmente al Holocausto, la emigración y la existencia de unas redes sociales débiles, la influencia del propio español moderno y el desinterés de algunos sefardíes por el mantenimiento de su propia lengua. Sin embargo, estamos ante una evidente revitalización, especialmente gracias a internet, así como la aparición de múltiples cursos, conferencias o talleres –que han proliferado sobre todo durante la pandemia del COVID-19– están haciendo que cada vez más personas se interesen por aprenderlo o recuperarlo.

"No puede afirmarse, por tanto, que el judeoespañol haya desaparecido y que hoy no sea una lengua viva en el mundo", concluye.