El escultor mexicano que dio vida a King Kong
Compinche creativo de Willis O’Brian, uno de los padres de los efectos especiales en Hollywood, Marcel Delgado jamás imaginó que iba a crear uno de los…
A Marcel Delgado, nacido en La Parrita, Coahuila (México), las manos se le movían solas desde bien chico. A los seis años supo que quería ser escultor pero, ¿cómo?
A su familia apenas le alcanzaba para vivir y el niño faltaba a la escuela por largas temporadas para arrimar el hombro en el hogar. Incluso en 1910, cuando los Delgado emigraron a California huyendo de la Revolución Mexicana, Marcel no aspiraba a más que a seguir el destino de sus padres. Y no ayudó en absoluto que el inglés se le resistiera como idioma hasta que tuvo 17 años.
Sin embargo, Marcel no había podido librarse de su fiebre de ser artista y empezó a compaginar un trabajo de medio tiempo en una tienda con clases en el Otis Arts Institute donde acabó por lograr un empleo para pagar sus clases.
Destino o casualidad, Willis O’Brien, uno de los padres de los efectos especiales en el Hollywood mudo que era experto en miniaturas y animación stop-motion, vio el trabajo de Delgado y quedó tan impresionado que insistió para que fuera a trabajar con él en los estudios.
“No quiero hacer películas, quiero ser artista”, le replicaba el mexicano, convencido de que su camino era uno y estaba muy claro.
Terco hasta el hartazgo, O’Brien logró convencer a Marcel Delgado de que faltase un día al trabajo y lo acompañase a visitar el estudio de filmación de la RKO, donde el especialista estaba próximo a participar en el rodaje de El Mundo Perdido.
Cuando Marcel visitó el taller de O’Brien abrió los ojos de par en par -ese sí que era el verdadero estudio de un artista, pensó-, y aceptó el ofrecimiento.
A partir de ese momento, el tándem formado por O’Brien y Marcel Delgado se convirtió en uno de los equipos de efectos especiales más respetados de Hollywood, inspirando a grandes técnicos y productores como Ray Harryhausen.
Si bien el trabajo de Delgado se inició modelando dinosaurios para El Mundo Perdido, fue King Kong (1933) la película que iba a ponerlo en el mapa.
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Una producción para la que el modelista y escultor tuvo montones de miniaturas de 18 pulgadas que se ampliaban y ampliaban para crear al mítico monstruo de 18 pies que escaló el Empire State.
El equipo que comandaba Delgado tuvo que emplear espuma de aluminio, goma, látex y piel de conejo para construir los modelos. También se ocupó de diseñar un modelo de la cabeza de King Kong cuyos gestos pudieran controlarse con bisagras, palancas y un compresor de aire.
De hecho, una de las grandes aportaciones del maestro mexicano en el campo del stop motion fue dotar a los modelos, que normalmente se hacían de arcilla, de un armazón a base de Dural, una aleación de aluminio que obraba como esqueleto y facilitaba su manipulación entre tomas.
También incorporó este llamado compresor o vejiga inflable dentro de los modelos que creaba la sensación de que las figuras estaban vivas y respiraban.
Tras King Kong, el artista que nunca quiso hacer cine pero acabó haciendo arte cinematográfico, trabajó en cintas tan legendarias como El Mago de Oz (1939), La Guerra de los Mundos (1953) o Mary Poppins (1964), para finalmente retirarse.
Marcel Delgado (75) falleció en 1976, pero su obra es tan eterna como lo es la historia del cine.
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