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El inmigrante hondureño Marco Antonio Muñoz, de 39 años, fue hallado muerto en su celda tras ser separado de su esposa e hijo en la frontera. Foto: Starr County Sheriff’s office.
El inmigrante hondureño Marco Antonio Muñoz, de 39 años, fue hallado muerto en su celda tras ser separado de su esposa e hijo en la frontera. Foto: Starr County Sheriff’s office.

El triste final de un inmigrante hondureño detenido y separado de su familia en Texas

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Pocos pueden comprender la desesperación y la angustia que obliga a los inmigrantes a abandonar sus países e intentar cruzar la frontera.

Gracias a la campaña deshumanizadora de la Casa Blanca y las medidas anti-inmigratorias de la Administración Trump, el inmigrante se ha transformado en un criminal que tan sólo quiere “aprovecharse” de las circunstancias, y se ha pasado por alto el grave costo emocional que implica una decisión como la de viajar sin documentación.

Pero la historia de Marco Antonio Muñoz habla de todo lo que el proselitismo político borra para justificar su racismo.

Muñoz abandonó Honduras con su esposa Orlanda y con su hijo de tres años después de que su cuñado fuera asesinado, lo que dejó a la familia “temiendo por sus vidas”, según explicó la Cónsul Ana Bulnes al Washington Post.

La familia Muñoz cruzó el Río Grande el 12 de mayo cerca de un pequeño pueblo en Granjeno (Texas), y se entregaron voluntariamente a las autoridades para solicitar asilo. Tras ser puestos bajo custodia, los agentes de la Patrulla Fronteriza les informaron que serían separados.

La reacción de Marco Antonio se fue de las manos, después de que se pusiera violento y se rehusara a entregar a su hijo.

Según explicó un agente al Post, el padre de familia se desestabilizó emocionalmente al punto de agitarse e intentar escapar tres veces.

La situación fue tan grave que debió ser puesto en una celda de aislamiento con cadenas en una cárcel local en el condado de Starr, donde fue encontrado al día siguiente sin signos vitales, con sangre en la nariz y “una pieza de ropa atada al cuello”.

Según explicó Bulnes, “la pareja había vivido en Estados Unidos y tenían un hijo ciudadano estadounidense de entre 6 y 7 años de edad”, explicó el Post. “La familia había decidido regresar voluntariamente a Honduras hace algunos años para cultivar café en la zona rural de Copán”.

El asesinato de su cuñado hizo que decidieran regresar, “poniendo al hijo mayor en un avión y trayendo al pequeño por tierra”, continuó Bulnes.

Tras la muerte del padre, la familia pudo reconocer el cuerpo y la embajada de Honduras se encargó de la repatriación de los restos.

Tanto su mujer como su hijo menor pudieron reunirse con su otro hijo “en algún lugar del norte de Estados Unidos”.

Este incidente sucedió tan sólo semanas después de que se pusiera en marcha la operación “tolerancia cero” del fiscal general Jeff Sessions contra la inmigración indocumentada.

A pesar de que las Naciones Unidas han declarado unánimemente que “separar familias en la frontera es ilegal”, Sessions aprobó el pasado lunes una decisión judicial que elimina la violencia doméstica y de pandillas criminales como argumentos para otorgar asilo a inmigrantes extranjeros.

La evaluación del impacto psicológico y el trauma al que son sometidos los inmigrantes por las medidas de persecución y detención, siguen sin tomarse en cuenta a la hora de tomar decisiones que atentan contra los derechos humanos.

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