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Buscando la diversidad en la educación

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En aquella época, cuando yo aún no conocía lo que sucedía en las escuelas de bajo rendimiento, tenía la idea descabellada de que la clave para promover la movilidad social era el acceso a la universidad.

Y no el tipo de acceso que diversificaría las filas de los graduados universitarios por la raza, que conste, sino un acceso sobre la base de un parámetro que no tiene en cuenta, relativamente, el color: los ingresos familiares.

Ahora, cuando esa idea se está volviendo popular -un reciente editorial de The Economist declaró que "los programas de acción afirmativa deben dar paso a planes que asistan a los estudiantes sobre la base de la pobreza del solicitante y no del color de su piel"- encuentro que es una solución imaginaria y defectuosa.

No soy la única que ha atacado al heredero de la acción afirmativa.

En una columna reciente del Huffington Post titulada "Si no es la raza, la riqueza: Por qué las universidades deben evitar los ingresos como sustituto de la política de admisiones basada en la raza", Alan A. Aja, junto con William A. Darity Jr. Y Darrick Hamilton, escribió: "Si la clase debe reemplazar a la raza para la admisión en universidades selectas, entonces por lo menos, la riqueza debe servir como indicador de status de clase en lugar de los ingresos".

Aja, profesor del Departamento de Estudios latinos y puertorriqueños de Brooklyn College, sostiene que los ingresos -y por lo tanto la cantidad que se espera que una familia aporte para la matrícula tal como se la calcula para un estudiante que busca un paquete de ayuda financiera federal o de la universidad- pueden ser precarios y fugaces.

"La 'Contribución que se espera de la familia' es una de esas preguntas que supone la existencia de un número de variables al mismo tiempo: buena economía, empleo, un mercado laboral no-discriminatorio, etc. Todas ellas condiciones que favorecerán, más probablemente, a los blancos", me dijo Aja. "Si un miembro de una familia típicamente blanca pierde sus ingresos por miles de razones, es más probable que esas familias tengan 'riqueza', es decir, bienes de valor que pueden utilizarse para necesidades de emergencia como matrícula, libros, etc. para un estudiante miembro de esa familia, lo que da a ese estudiante una ventaja sobre el estudiante típico negro o latino que posee menos riqueza. Al utilizar la riqueza, se evalúa en forma más eficaz la necesidad real, en lugar de los ingresos".

De acuerdo. A medida que salimos lentamente de los efectos posteriores a la recesión, nadie puede sostener que los blancos estén en mejor situación, en la mayoría de los parámetros financieros, comparados con los hispanos y negros.

Aún así, hasta a Aja le preocupan las repercusiones de utilizar la riqueza o los ingresos para determinar preferencia en la admisión a las universidades.

"Estamos tratando de utilizar un parámetro financiero como sustituto imperfecto de la clase social, que realmente no puede ser medida adecuadamente," expresó Aja. "Aún así, no encara el factor fundamental tanto para la obtención de la riqueza como para su transferencia intergeneracional: la raza.

"De hecho, en una situación en que los ingresos o la riqueza se tomen en cuenta para el ingreso universitario, podríamos ver aún menos estudiantes negros y latinos en las universidades, simplemente porque hay más blancos en Estados Unidos que todos los demás -que es el motivo por el que creo que aún necesitamos la acción afirmativa sobre la base de la raza."

Y ahí es donde Aja y yo nos separamos.

Seguro, estamos de acuerdo en que la acción afirmativa sobre la base de los ingresos podría tener un efecto negativo en el número de alumnos de minorías que entraran en la universidad. Pero Aja se lamenta de que una situación tal suscita "una pregunta fundamental: ¿Queremos, como nación, que nuestros muchachos estén en instituciones sumamente segregadas?"

Ninguno de los dos queremos eso. Sin embargo la realidad para muchas familias, incluyendo la mía, es que ya vivimos en esa nación. Millones de estudiantes pobres de Estados Unidos asisten a escuelas vecinales de rendimiento bajo, donde se los relega a interactuar sólo con miembros de su propia raza y una leve minoría de estudiantes blancos también de bajos recursos.

Tras ver las desgarradoras luchas y fracasos de innumerables estudiantes universitarios en primera generación, que tuvieron una ventaja para entrar en la universidad debido a su raza o a sus ingresos, he llegado a la conclusión de que esperar simplemente que las universidades provean de acceso sobre esas bases es una premisa falsa.

Depender de las universidades para que diversifiquen su cuerpo estudiantil de esta forma les permite parecer progresistas, a pesar de las deficientes tasas de graduación de esos estudiantes. Lamentablemente, eso hace creer al resto de la sociedad la fantasía de que no hay problema en que el sistema educativo, desde Jardín de Infantes al 12° grado, produzca graduados de la escuela secundaria que no están preparados para ingresar -y mucho menos triunfar- en la universidad por mérito propio.