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Ayer informábamos de la detención de Enrique Tarrio en Washington el lunes donde preparaba una manifestación de sus supremacistas Proud Boys para el día de hoy. FOTOGRAFÍA: Getty Images
El afrocubano Enrique Tarrio es líder de Proud Boys y director de la organización de base de Latinos for Trump. Photo: Getty Images

¿Está medrando Enrique Tarrio para convertirse en el Goebbels de las guerras de Internet?

La detención del líder de Proud Boys y su posterior actividad en redes encienden la mecha de la manifestación de hoy en apoyo de Trump

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“Infoxicar” parece uno de los deportes favoritos de los grupos de la ultraderecha norteamericana, que aprovechan cualquier excusa para crear ruido mediático y provocar nuevos estallidos en las guerras de Internet. 

Un día después de que el líder de Proud Boys, Enrique Tarrio, fuese detenido en Washington, acusado de quemar una pancarta de BLM durante un mitin el pasado diciembre y otros delitos menores, como la posesión de cargadores de armas de fuego con capacidad extra trucada para balas, sus incendiarios tuits y hashtags en las redes tomaron un cariz de “campaña” para, tal vez, azuzar los ánimos de la manifestación de hoy en apoyo de Donald Trump. 

Maniobra estratégica o una hábil forma de sacar partido a “la adversidad”, el empresario y excandidato republicano, que también dirige la organización de base de Latinos for Trump en Florida, se burlaba en Twitter de quienes se sintieron el lunes aliviados con su detención.

¿Trataba Tarrio de proyectarse como una víctima aumentando en sus seguidores de Proud Boys la sensación de persecución? 

Desde luego, Tarrio no dirige sus mensajes y actuaciones al conjunto de los ciudadanos, sino a sus “orgullosos” acólitos. Algo que Proud Boys tiene en común con otras comunidades como la de Craig Cobb.

Según informó Sun Sentinel, ya al inicio de su carrera política Tarrio tenía antecedentes varios que incluían cargos por robos o treinta meses de prisión federal por revender productos médicos robados. Enrique cuenta que estudió en la Universidad de Miami y se considera empresario, aunque por lo que se sabe dirige una tienda de ropa neonazi y equipos de seguridad.

Pasó a la palestra de la última legislatura como director de la organización Latinos for Trump y líder del grupo supremacista Proud Boys, que se define como “chauvinistas occidentales”. Pero igual que con Cobb, sus motivaciones esconden movimientos a largo plazo y por ello desde entonces sus turbulencias han sacudido la agenda mediática como parte de los novísimos sistemas de publicidad de la alt-right.

Se presentó candidato a las primarias republicanas por Florida pero luego se retiró. Participó en la contramanifestación de Portland en 2019 End Domestic Terrorism y más recientemente quemó la citada bandera de Black Lives Matter declarándose culpable. Todo ello sin lugar a dudas digerido en numerosos chats de toda clase de redes (4chan, Twitter, Telegram…) como elemento para alimentar la paranoia y la sensación de sentirse perseguidos que sus seguidores emplean para construir la identidad colectiva de los Proud Boys.

Proud Boys. Photo: Getty Images

Paranoia persecutoria y declive de la civilización son dos grandes rasgos de los grupos supremacistas, por eso no importa que reconozcan llamarse supremacistas o chauvinistas del tipo que sea. Por ello las nuevas guerras culturales son capaces de sembrar supremacismos entre cualquier clase de minoría y comunidad, solo varía la construcción de los patrones de la persecución y los matices de ese sentimiento tan fascista de melancolía por un pasado sin mestizaje.

Ese es el primer punto en su victoria a la hora de plantear mediáticamente los acontecimientos geopolíticos de los últimos años, el revisionismo de los sistemas culturales como bloques separados por el tiempo y el espacio con muy poca porosidad en sus fronteras. Nada más lejos de la realidad, es la misma dicotomía que plantean ciertos nacionalismos extremistas al suponer que las culturas no son fracciones de un inmenso rizoma sino distintas unidades.

Tarrio and Proud Boys with Roger Stone doing the WP sign for White Power. Photo: Afrocubanweb.

La segunda victoria en términos de comunicación es lograr transmitir que están siendo severamente perseguidos, lo que aumenta tanto la paranoia como la supuesta justificación para armarse. Es el mismo idéntico patrón que en la comunidad de David Koresh, solo que a una escala mucho más grande.

Como con Pepe la Rana, todo parece en redes una gran broma pero en realidad excitan las noticias cuando la realidad es que todos los cargos era perfectamente evitables, claramente premeditados. La diferencia es que unos esperaban un nuevo testamento y estos neonazis, mucho más peligrosos, deben golpear a antifas en el rostro. Eso sí, ambos prohíben la masturbación a los miembros de su organización, pura gestión biopolítica en nombre del futuro de la raza.

Todos los casos aquí expuestos son ejemplos de los nuevos modelos de comunicación de la alt-right que más que ser silenciados -lo que alimentaría la paranoia-, deben ser expuestos en su doble juego como lo que son, intrincadas campañas de comunicación con su excitable y peligrosa audiencia.