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De izq. a der., Danny Olivas (abajo), Carlos Noriega (arriba), José Hernández, Ellen Ochoa, George Zamka, Joseph Acaba (arriba), Michael López Alegría (abajo), forman parte del selecto club de astronautas latinos de la NASA. Foto: Collage de AL DÍA News…

Latinos en el espacio

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No solo en Estados Unidos se vive la herencia hispana, sino también fuera de este planeta, y para prueba de ello, AL DÍA News habló en entrevista con varios astronautas latinos que están haciendo lo suyo para abrir la frontera del espacio a cada vez más personas en la tierra.

Si bien el club de astronautas hispanos de la NASA cuenta con una docena de miembros, no cabe duda que estos han jugado y juegan un rol importante en la historia de la administración espacial de aeronáutica y en el futuro de los vuelos espaciales a nivel comercial —una industria de unos 300 mil millones de dólares en la que EE.UU. no es el único jugador.

La mexicoamericana Ellen Ochoa, se convirtió en 1986 en la primera mujer latina en ir al espacio, y desde el 2012 es directora del Johnson Space Center, en Houston, en el cual entrenan astronautas, se lleva a cabo investigación y se controlan vuelos. 

Por otra parte, el puertorriqueño Joseph Michael Acaba, quien se convirtió en el 2009 en el primer boricua en llegar al espacio, trabaja en la integración de equipo entre la NASA y la Agencia Europea Espacial (ESA), además de apoyar el lanzamiento de misiones así como su aterrizaje desde el Kennedy Space Center en Florida.  

La lista de astronautas veteranos es muestra de la diversidad de los latinos en EE.UU. e incluye a los mexicoamericanos Sidney Gutierrez y José Hernández, al peruano americano Carlos Noriega, y a George Zamka de raíces colombianas.

Por otra parte, están los que cuentan en su haber con diversos récords fuera de este planeta, y con quienes AL DÍA habló sobre su vida antes y después de haber viajado al espacio.

Luego de haberse ganado el récord por los 215 días que llegó a pasar en el espacio en una sola misión, y por las casi 68 horas de actividades extra vehiculares o caminatas espaciales, el español Michael López Alegría se retiró en el 2008 para convertirse en presidente de la Federación de Vuelos Espaciales Comerciales (Commercial Spaceflight Federation).

Sobre los récords que ha establecido, dijo con orgullo pero con humildad, que se deben a que se encontraba en el lugar y momento adecuado.

“Sería un poco ingenuo decir que yo fui el elegido cuando simplemente estuve ahí en un punto en el que la NASA estaba haciendo muchas caminatas espaciales y yo fui asignado a esas misiones”, dijo López Alegría. 

Según él, la industria de los vuelos espaciales comerciales se encuentra en un momento muy emocionante en el que no solo destaca el inicio de los primeros vuelos turísticos en el 2015.

“La gente podrá viajar a la orilla del espacio y ver el planeta desde esa altitud, además de experimentar unos cuantos minutos de microgravedad”, dijo López Alegría, cuyo máximo objetivo es la democratización de los viajes al espacio. 

“Hasta ahora unas 560 personas han ido al espacio en la historia de la humanidad, que no es nada, pero entre estas las compañías que ofrecen vuelos espaciales comerciales ya hay unas mil personas que se han registrado”, agregó. 

 

Michael López Alegría, quien sostiene el récord por la mayor cantidad de horas de actividades extravehiculares, durante una caminata espacial. Foto: NASA
 

Anteriormente, un puñado de excéntricos millonarios han pagado entre $20 y $40 millones de dólares por viajar al espacio.

En comparación, los $250.000 que cuestan los vuelos comerciales para el próximo año resultan accesibles para unos cuantos, más no para el ciudadano común. 

Mientras que la regulación en torno a los vuelos espaciales comerciales en EE.UU. es bastante buena —según López Alegría— el principal reto gira en torno a cuestiones técnicas y la financiación. 

A diferencia del pasado en el que solo los gobiernos contaban con los recursos necesarios para invertir en viajes al espacio, en la actualidad hay diversas compañías que apuestan por esta industria.

“Sin embargo, nadie realmente ha hecho mucho dinero de esto por lo que no hay muchos inversionistas dispuestos a involucrarse”, dijo López Alegría. “Por ahora, es más una pasión que un negocio, pero eso va a cambiar”.

Según él, conforme la aeronáutica espacial comience a operar de manera comercial con aeronaves que puedan ser usadas una y otra vez de manera frecuente, comenzará el ciclo del aumento de demanda y la disminución de precio. 

Mientras tanto, otras empresas de vuelos espaciales comerciales ya están operando, aunque no en la rama del turismo. Algunas de ellas, por ejemplo, trabajan en el desarrollo de aeronaves orbitales para llevar astronautas de la NASA y cargo a la Estación Espacial Internacional. 

También está Ad Astra Rocket, fundada por Franklin Chang Díaz, de raíces costarricenses y chinas, quien en 1986 se convirtió en el primer inmigrante latino en volar al espacio en la NASA, y sostiene el récord por participar en la mayor cantidad de misiones en la historia de la administración.

En el 2005, Chang Díaz se retiró de la NASA luego de haber trabajado durante 25 años en la agencia, y de dirigir   durante casi una década el Laboratorio de Propulsión Espacial Avanzada en el Centro Espacial Johnson, y tras su salida fundó su propia compañía.

“Básicamente privatizamos el proyecto que estuve liderando en la NASA durante tanto tiempo, desarrollando un nuevo sistema de propulsión de plasma para transporte en el espacio”, dijo Chang Díaz, de 64 años de edad.

Convencer al gobierno de privatizar por primera vez un laboratorio de la NASA fue un verdadero reto para él.

“Pero una vez que presenté mis argumentos al liderazgo de la NASA ellos consideraron que estaba en el mejor interés de los Estados Unidos”, agregó.

En la actualidad la NASA opera con un presupuesto de $18,4 mil millones, sin embargo, la mayoría de estos fondos son utilizados para pagar sueldos mientras que solo una pequeña parte es destinada al desarrollo de tecnología.  

“Típicamente cuando privatizas algo se desarrolla más rápidamente”, dijo Chang Díaz, y su empresa no es la excepción. “En los casi diez años desde que fundamos la empresa hemos logrado más de lo que logramos en la NASA durante 25 años”.

Si bien durante su tiempo en la NASA llevó a cabo gran parte de la investigación necesaria, no fue hasta que privatizo el laboratorio que logró desarrollar un cohete conocido como VASIMR (Variable Specific Impulse Magnetoplasma Rocket), el cual implementa en las funciones de su empresa.

 

Franklin Chang Díaz y su motor VASIMR. Foto: Cortesía de Ad Astra Rocket

 

Entre sus clientes se encuentran diversos operadores de satélites a los que da mantenimiento o descarta cuando están fuera de operaciones. 

“Hay miles de satélites muertos en órbita así como una creciente cantidad de basura, y alguien tiene que limpiarlo”, dijo Chang Díaz. “Hay partes del espacio cercano a la tierra en los que ya hay tanta basura que no vamos a poder volar”.

Por otra parte, su empresa se ha diversificado en diversas ramas y está trabajando en el desarrollo de energía renovable en su natal Costa Rica para hacer frente a la dependencia de este país por el petróleo extranjero. 

“Es una gran carga a la economía así que estamos tratando de cambiar eso”, dijo Chang Díaz. “Vamos a producir hidrogeno con energía del eólica y solar”.

Aunque por ahora Chang Díaz no tiene contemplado entrar en el negocio de los vuelos espaciales turísticos, espera que sus contribuciones sirvan para abrir esta industria a una mayor cantidad de gente. 

“El espacio no puede estar limitado a unos cuantos astronautas que representen a la humanidad”, dijo Chang Díaz. “Debemos ser capaces de expandirlo y abrirlo al sector privado para hacerlo más confiable, accesible, y seguro, para que todo mundo pueda volar”.

Danny Olivas es otro astronauta latino que ha continuado su carrera poniendo en práctica lo que aprendió en el espacio. Desde el año pasado, es director de iniciativas espaciales en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), y director del Center for the Advancement of Space Safety and Mission Assurance Research (CASSMAR) en el mismo campus.

“Hay una cantidad de actividades relacionadas al espacio en UTEP y la universidad quería que buscara cómo expandir su huella en la industria espacial”, dijo Olivas. “La intención del centro es identificar oportunidades de investigación relacionadas a los viajes espaciales con humanos para reducir los riesgos y mejorar la seguridad”. 

Para dicho propósito, Olivas y un grupo de jóvenes investigadores de la universidad, estudian y conducen experimentos con los restos de la aeronave Columbia, que en el 2003 se desintegró conforme se abría paso por la atmósfera de la tierra matando a un total de siete tripulantes. 

Su objetivo no es construir una nave espacial sino aprender más sobre diversos materiales y sistemas para que los diseñadores de aeronaves construyan naves más confiables para las futuras generaciones de exploradores del espacio. 

 

Danny Olivas con estudiantes de UTEP. Foto: Archivo particular. 
 

Hasta ahora el trabajo más significativo de Olivas en UTEP gira en torno al estudio de aleaciones de titanio utilizado en la aeronave Columbia, el cual los hallazgos parecen indicar que sufrió una reacción exotérmica y combustión en su entrada a la tierra. 

“La actual filosofía de diseño de aeronaves es de cero tolerancia, lo que significa que una vez que se compromete su sistema de protección no hay un respaldo”, dijo Olivas. “Estamos tratando de determinar si la aeronave Columbia pudo haber sido diseñada de tal manera que sobrellevara una degradación con gracia de tal manera que hubiera permitido salvar a la tripulación”.  

Eventualmente Olivas espera ver que las lecciones aprendidas a través de su labor en UTEP sean aplicadas en beneficio de la población general: “que las compañías espaciales comerciales y de turismo tengan éxito y que cuando llegué el día, los ciudadanos comunes puedan experimentar lo que yo experimenté en órbita y regresar a la tierra a salvo como yo lo hice”.

Para Olivas, es una gran satisfacción trabajar con jóvenes estudiantes e investigadores en UTEP y servir de ejemplo en la universidad en la que él mismo estudió, y en la que los latinos y mexicoamericanos son la gran mayoría. 

“Estoy demostrándole a los estudiantes que no soy distinto a ellos, que una vez yo caminé en sus zapatos por la misma universidad, y que la historia de mi familia no es distinta a la de ellos”, dijo Olivas. “Quizá la investigación que están llevando a cabo actualmente sirva para desarrollar en un futuro la tecnología que garantizará su propia seguridad en sus misiones espaciales”.