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Teenage boy and girl on grass experimenting and drawing sustainable energy solutions, overhead view. Photo: Mischa Keijser Getty Images.
Teenage boy and girl on grass experimenting and drawing sustainable energy solutions, overhead view. Photo: Mischa Keijser Getty Images.

Crisis climática: lo que puedes hacer. Parte 1: Cambios cotidianos

Las noticias sobre la crisis climática son cada vez más numerosas y graves. Ante ellas siempre surge la pregunta descorazonada: “¿Qué puedo hacer?” Aquí les…

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Preparar el futuro significa organizar el pesimismo.
Laure Adler
“Hannah Arendt. Una biografía”.

El 2019 fue un año de noticias terribles en términos medio ambientales: la ola de calor en Europa, los incendios en el Amazonas y  Australia, por mencionar sólo tres de los ejemplos más prominentes. Todos con un origen común: el cambio climático.

El cambio climático y su consiguiente crisis está relacionada, fundamentalmente, con la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera (el CO2 y el metano son los más comúnmente conocidos). Estos gases hacen que el calor que entra como parte de la energía solar que llega a la Tierra se mantenga y acumule adentro.

El dióxido de carbono (CO2) es producto de millones de procesos tanto naturales como industriales. Hace parte de los productos residuales de la descomposición de las plantas y animales, de nuestra respiración, la actividad volcánica, la quema de árboles y combustibles fósiles, y un largo, larguísimo etcétera.

En este orden de ideas, no debemos demonizar el dióxido de carbono (que también es necesario para muchos procesos naturales, como la fotosíntesis, cuyo producto residual es el oxígeno) ni castigarnos por tener las necesidades que tenemos, aunque éstas produzcan dióxido de carbono. Al igual que todos los seres vivos necesitamos alimento, refugio y reproducirnos, como mínimo (sumemos las otras necesidades básicas de los humanos, como la cultura). 

El problema no es que seamos muchos ni que vivamos creando cosas: es que somos desmedidos. El planeta ha pasado por catástrofes desde que existe y, como dice David George Haskell en “En un metro de bosque”, “la Edad de Hielo nos enseña que se puede dar vuelta a una aniquilación [del tipo que hemos causado], pero a un ritmo que se mide en milenios, no en décadas”.

La vida en la Tierra no se va a acabar, cambiará radicalmente. No sabemos qué tanto se salve de la vida que conocemos hoy en día, pero como mínimo seguirá habiendo bacterias e insectos. Pero, así como el siglo XX afrontó coyunturas atroces, como los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, ahora nosotros estamos llamados a asumir y afrontar este reto que (igual que el anterior) nosotros mismos hemos gestado.

Para organizar el pesimismo y pensar el futuro hemos preparado estos artículos con acciones concretas que contribuyen a mitigar la crisis climática y a despercudirnos la paralizante impotencia.

  1. Votar

Ejercer el derecho al voto no será una acción de cada día, pero es fundamental ya que los cambios que necesitamos son estructurales y a escala global, cosa que sólo es posible si hacemos que nuestros sistemas democráticos funcionen en favor del bienestar de todos, como debería ser. Esto requiere cambios legislativos y en los modelos económicos de nuestros países. A votar, que el mundo se va a quemar.

En muchos países, como Estados Unidos, Brasil o Australia, sus dirigentes han negado la existencia del cambio climático o, como en Australia, han afirmado que los cambios que harán tendrán como prioridad la estabilidad económica.

Si bien es cierto que no podemos hacer una tabula rasa, no hay nada más peligroso para todas las economías que seguir negando el cambio climático y sus consecuencias.

 Puede que el primer ministro australiano, Scott Morrison, se niegue a tomar medidas para reducir las emisiones de dióxido de carbono aduciendo que esto tendría un gran impacto en la industria y el desarrollo económico, pero no puede haber desarrollo económico si durante semanas y meses al año miles de personas tienen que huir temiendo por sus vidas, si hay que rehacer cada país de las cenizas, ni las cosechas de pierden, si las fábricas se queman, si los animales mueren de sed, hambre y fuego.

2. Cambiar la alimentación

Bill Gates popularizó la idea de que si todas las vacas del mundo conformaran la República Independiente del Ganado, serían el tercer país con mayor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, justo después de China y Estados Unidos. Esto por efecto del metano que todos los bovinos producen durante su proceso digestivo y acaban expulsando como gases. El metano tiene un impacto 26 veces más alto que el CO2.

La República Independiente del Ganado. Tomado de gatenotes.com

Mientras no necesariamente es cierto que la flatulencia de las vacas nos esté matando, el metano sí tiene un impacto mucho mayor que el dióxido de carbono y, más grave que el metano solo, la cría de ganado sí incentiva la quema de millones de hectáreas de selvas y bosques al año.

Esto, por una parte, fractura los ecosistemas y ciclos del agua y, por otra, libera a la atmósfera el carbono que estaba almacenado en los troncos y raíces de los árboles, al tiempo que reduce la capacidad de la naturaleza para absorber y almacenar CO2.

Opciones:

  1. Comer menos o dejar de consumir carne y productos derivados de animales.
  2. Diversificar los animales que se consumen. Animales más pequeños, como los cerdos y pavos, producen menores cantidades de gases y necesitan menos espacio para su cría.
  3. Diversificar los alimentos consumidos, en general. Vivimos en un planeta con millones de especies, de las cuales sólo usamos unas cuantas decenas para alimentarnos, presionando mucho a la naturaleza. Si diversificamos los productos que comemos incentivamos el descanso de la tierra, la conservación de especies nativas y ganamos en variedad de sabores.

Lo más fácil y agradable es reunirse con amigos y probar recetas nuevas. Así, poco a poco, introducir cambios en la vida cotidiana.

3. Calefacción y refrigeración

En los países con estaciones estos dos factores son muy importantes. El calor del verano será desagradable, pero los aparatos de aire acondicionado que usamos contienen gases fluorados, que tienen un impacto 23,000 veces mayor que el CO2. El ciclo vicioso radica en que a medida que suban las temperaturas, tenderemos a usar más el aire acondicionado.

Aquí hay un arsenal de opciones para refrescar pasivamente una casa. La más importante de ellas es crear corrientes de aire. Para ello basta con apagar el aire acondicionado, bajar las cortinas y abrir las ventanas. El tránsito del aire va a permitir que se evapore y disperse el agua caliente al interior de la casa y la temperatura baje. Otro recurso es crear sombras en todas las zonas que sea posible: tener plantas frente a las ventanas puede ayudar mucho.

La calefacción, en contraste, está basada en un alto consumo de electricidad o combustibles fósiles, de modo que, asumiendo que logremos generar electricidad sin huella de carbono, la solución sería que todos los calentadores fueran eléctricos.

Entre tanto, basta con bajar la calefacción un par de grados. Pueden aprovechar las recetas nuevas que busquen para preparar una sopa o chocolate caliente.  

4. Transporte (propio y de todo lo demás)

El acumulado de todo lo que transportamos al año en el planeta, desde viajes vacacionales hasta las lechugas de comemos y la ropa que usamos, reúne el 14% de las emisiones de dióxido de carbono.

Con relación al uso de productos, la mejor opción es buscar los locales. Mientras menos haya viajado la comida, prenda, mueble, etc., que usemos, menor será su huella de carbono.

Respecto a nuestros propios desplazamientos, no hay duda de que las mejores opciones son caminar, usar bicicleta y el transporte público. Pero hay lugares a los que no podemos llegar en bus.

Lo primero es evitar los vuelos en avión tanto como sea posible. Los tiquetes de tren tienden a ser más costosos, pero ya algunas empresas de tren empiezan a ofrecer opciones, ante el crecimiento de un público dispuesto a sacrificar ahorro por huella de carbono.

Cuando no haya opción, tomar vuelos directos disminuye la huella de carbono del trayecto y empacar ligero también lo hace, pues en la medida en que el avión pese menos, quemará menos combustible.

5. Usar productos con vidas útiles largas y aprovecharlas
El bombillo centenario. Ha funcionado desde 1901. Foto: centennialbulb.org/cam.htm

Muchos de los productos que usamos en la cotidianidad podrían durar más pero no lo hacen porque la presión del mercado ha llevado a que no lo hagan. Tendencias como la fast fashion o la obsolescencia programada hacen que tendamos a comprar más cosas que las que realmente necesitamos y las reemplacemos con mayor velocidad. 

 No necesitamos cambiar de celular cada año, ni el televisor nuevo que acaban de sacar. E incluso cuando no quedamos usarlos más, podemos disponer de ellos de formas cuidadosas con el medio ambiente: tiendas de ropa de segunda mano, regalar o vender el celular anterior, o llevar a reciclar

6. Optar por productos reciclados cada vez que sea posible

El reciclaje tiene múltiples ventajas: evita el uso de recursos naturales, la acumulación de basura en vertederos, ahorra energía y los procesos necesarios para el reciclaje de materiales tienden a crear empleos a lo largo de toda la cadena productiva.

En general, buscando con un poco de paciencia es posible encontrar casi que cualquier producto que se ajuste a alguna de las dos últimas secciones o a ambas. En la segunda parte de este artículo encontrarán vínculos a algunas de ellas.  

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