[OP-ED]: No es necesario un muro
La retórica antiinmigrante manejada por políticos norteamericanos ha subido de tono con los diversos incidentes violentos relacionados con indocumentados mexicanos. El clima xenofóbico y racista fomentado en los últimos tiempos ha tenido graves consecuencias inclusive para aquellos ciudadanos norteamericanos o residentes legales de ascendencia latina.
Una vez que la ola xenofóbica cobra fuerza en una nación, es difícil detenerla: seis carceleros de New Jersey se sintieron con derecho a vejar a 25 inmigrantes detenidos. Desposados, desnudos, fueron obligados a repetir: “América es Número Uno” mientras los oficiales los abofeteaban y pateaban.
Testigos declararon ante el Tribunal de Justicia que sus rostros fueron sumergidos en la letrina. Uno acusó a los oficiales de haberle arrancado el vello púbico con alicates. El abogado defensor de los inmigrantes comentó que los carceleros creían tener luz verde en el maltrato de indocumentados por las declaraciones racistas de los políticos en las campañas presidenciales.
¿Cómo detener ese grado de violencia? ¿Cómo enseñar a los niños a respetar la diversidad racial? Destacados maestros estadounidenses han salido al rescate. Los nuevos programas escolares incluyen un entrenamiento para la no-violencia.
Rosa Guerrero, hispanoamericana originaria de El Paso, Texas, inició hace varias décadas el proceso de enseñar a niños, jóvenes y adultos a amar la diversidad. Los dos últimos años de su vida los dedicó a redoblar su trabajo educativo y artístico promoviendo el evangelio de la Unificación Cultural: la unidad de los seres humanos de todas las razas y religiones a través de la cultura. Además de cátedras y conferencias en centros culturales y universitarios de Estados Unidos utilizó el teatro para transmitir el evangelio de la Unificación.
Para Rosa Guerrero el sustento de la vida fue la música, la danza, y la belleza exquisita que reside en cada ser humano. Siempre convencida de que su misión era promover la interrelación de las culturas, afirmaba que en cualquier grupo humano, aún el poseedor de la cultura más rica, es pobre si sus miembros no aprecian lo que las otras culturas aportan al banquete de la vida. Consideraba que Norteamérica era particularmente afortunada al poseer una sociedad multiétnica: “debemos respetar nuestra diversidad cultural para que nuestro mundo tenga sentido”.
El video más popular de Rosa es ‘Mosaico Cultural II’, basado en tradiciones ancestrales mexicanas que encuentran una correlación con las culturas europeas, asiáticas, africanas y americanas. Decía que la música y la danza era el lenguaje universal de esperanza y celebración de la vida: un lenguaje poderoso que trasciende toda cultura particular, todo sistema económico y político, cualquier etapa de desarrollo organizacional, y todas las categorías en las que los antropólogos y sociólogos suelen clasificar a los seres humanos.
La danza de Rosa Guerrero es una oración personal para la unificación de la humanidad. Inicia su obra sosteniendo en alto a un recién nacido, con una súplica al mundo para que todos amen a ese pequeño ser, y lo libren de los males que lo acechan.
La extraordinaria riqueza de las diferentes culturas que conforman el mosaico de la humanidad es presentada al auditorio a través de la magia de la narrativa, poesía, canto y danza. Una obra realmente magistral.
La reconciliación individual, el orgullo del propio origen, la reconciliación colectiva al abrirse a la riqueza de otros orígenes, la armonización de las diferentes razas y culturas es una experiencia realmente embriagadora. Rosa termina el video diciendo: “Si vives buscando al Dios que siempre te rodea, cada momento se vuelve una plegaria.”
La diversidad no excluye la unidad. No es necesario un muro de concreto.
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