El éxodo de los inocentes
Hay algo indecente en que ciertos congresistas de esos que les han declarado la guerra a los inmigrantes quieran ahora usar la tragedia de los miles de niños que cruzan la frontera con México solos –un conmovedor éxodo de los inocentes -- como una nueva arma contra la reforma migratoria.
"Se ha regado la voz por el mundo acerca de la débil política de protección fronteriza del presidente Obama", declaró la semana pasada el representante Robert Goodlatte, republicano de Virginia. "Esto ha estimulado a más individuos a venir ilegalmente a Estados Unidos, muchos de los cuales son niños de Centroamérica."
Goodlatte, un furibundo antiinmigrante, es el presidente del Comité Judicial de la Cámara y ejerce enorme influencia en todo lo relacionado con inmigración. Para él, la creciente oleada de niños y niñas que, contra todos los obstáculos, cruzan la frontera sin acompañamiento es "un desastre creado por la Administración".
Irónicamente, Goodlatte le hace esta acusación a Obama, el hombre que por haber presidido sobre la inmisericorde deportación de más de dos millones de inmigrantes, se ha hecho merecedor del triste título de deportador en jefe.
Hay algo indecente en el proceder de Goodlatte no solo por su obvio oportunismo, sino por lo que revela de él como ser humano.
No hay en sus palabras el menor asomo de compasión, de aceptación de la responsabilidad de EE.UU. en crear las condiciones que fomentan este éxodo, y mucho menos de algún interés en remediarlo como no sea con más represión y persecución.
"Aplicar la ley en la frontera y en el interior de EE.UU. es crucial para terminar con este tipo de situaciones," expresó Goodlatte en un intento de presentar como un problema de seguridad fronteriza algo mucho más complejo y doloroso: una crisis humanitaria de enormes proporciones.
Para Goodlatte, los 90,000 niños que se calcula llegarán este año solos a través de la frontera son solamente un grupo más de "bárbaros en la puerta" que buscan aprovecharse de las bondades de sus ricos vecinos del Norte. Esto, en la mentalidad del legislador de Virginia, hay que controlarlo gastando billones en convertir el país en un virtual estado policíaco.
Indecente sin duda, y peligrosamente ignorante.
Las raíces de la creciente marejada infantil que lo arriesga todo por escapar principalmente de Honduras, El Salvador, Guatemala y México no hay que buscarlas en la desastrosa política migratoria producto en buena medida de la intransigencia y los prejuicios de Goodlatte y otros como él. El problema no surge porque Obama sea demasiado blando con los inmigrantes y esto haya fomentado el éxodo de inocentes desde Centroamérica, como afirma el legislador. La causas residen en que hay toda una generación que está siendo desplazada por el triple horror de la violencia, la miseria y la desesperanza.
Digan lo que digan los Goodlattes de este mundo, el problema – y su solución -- no es de política interna sino de política exterior.
Lo inteligente, lo decente y lo único efectivo sería invertir los billones que Goodlatte propone gastar en inútiles medidas represivas en crear condiciones de vida en esos países que permitan que su juventud, hoy sin esperanzas, acceda al futuro.
Y no, hacerlo no sería una obra de caridad sino de justicia. Sería una forma de comenzar a reparar el daño infligido por, entre otras cosas, los devastadores conflictos armados alentados por Washington durante la Guerra Fría. En definitiva ellos sirvieron de caldo de cultivo para la pobreza y la violencia desmedida de los carteles de la droga y las maras asesinas, verdaderas causas de este trágico éxodo de los inocentes.
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