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El perdón

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Consciente o inconscientemente cometemos casi a diario alguna falta. Esto no quiere decir que se trate de maldad. Una sola falta o error no es razón suficiente para disminuir a una persona. ¿Cómo evaluar las circunstancias que pueden obligar a la gente buena a comportarse en formas equivocadas?  Es difícil hacerle frente al mal que nos hacen otros, sobre todo cuando somos inocentes y no comprendemos el motivo de ese agravio.

Es importante que todos aquellos que nos preocupamos por mantener relaciones familiares perdurables tratemos de comprender mejor la dinámica del perdón. ¿Por qué debemos perdonar y olvidar?  Porque el precio que pagamos por no perdonar es demasiado grande. Las actitudes de albergar rencores, abrigar odio y buscar venganza son contraproducentes, nos agotan y disminuyen, llenan nuestras vidas de amargura y opresión; nos enferman.

Nuestra mente no basta para abrirse paso a través de la intrincada red de sentimientos que nos abruman cuando alguien nos ofende. Es más sencillo buscar formas de huir de nuestro dolor. En vez de enfrentarnos a él, culpamos, acusamos o condenamos, y el perdón jamás puede tener lugar en estas condiciones.

El proceso de perdonar se inicia cuando logramos ver a los que nos agravian como a nosotros mismos, ni mejores ni peores, sólo diferentes. Necesitamos recordar que es posible seguir amando a aquellos que nos hieren de vez en cuando, porque sabemos que son seres humanos de valía, capaces de todo lo bueno, así como mucho de lo malo. Los vemos como personas abiertas a las posibilidades del cambio. Al vernos y verlos como tales, nuestro amor se vuelve comprensivo. Colocamos lo malo bajo cierta perspectiva y consideramos la injuria como algo independiente de la persona. Nuestra condición humana es francamente  limitada: nada de lo que nos proponemos puede ser impecable, nada de lo que intentamos carece de errores, y nada de lo que logramos es infalible.

Cuando se superan los agravios entre las personas que se aman, es posible continuar la relación con mayor sabiduría y a un nuevo nivel más sensitivo. Se pierde algo, ciertamente, pero lo que se puede salvar es un valor mucho mayor. Sí es posible construir una relación sobre nuevas posibilidades, basadas no en errores pasados, sino en alternativas futuras. El perdón es una dicisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. "Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió".  Madre Teresa de Calcuta.

El verdadero perdón se nos hará más fácil cuando aprendamos a ponernos en el lugar del ofensor, cuando reconozcamos que también somos humanos, capaces de errores, cuando tomemos en consideración circunstancias que quizá no nos hayamos tomado el tiempo para analizar y que por lo tanto no comprendamos, cuando tengamos fe en la bondad básica de la persona como ser humano, cuando estemos dispuestos a comenzar de nuevo con compasión y sin rencores. Un nuevo comienzo trae consigo una profunda comprensión de lo vano de rencores, odios y cólera no satisfecha, y renueva nuestra esperanza en el poder del amor.

Hay otro aspecto del perdón que es todavía más exigente. Nace del perdón pero lo sobrepasa. Es el olvido. En tanto perdonemos pero no olvidemos, y guardemos resentimiento, no habrá ocurrido el verdadero perdón. Resentimos el hecho de vernos obligados a perdonar sin algún acto de arrepentimiento de parte del ofensor. Pero el olvido implica que la ofensa pertenece al pasado y que en bien del futuro debe liberarse a fin de que podamos seguir viviendo. Lo que es necesario es aprender de lo malo y, después al volvernos más sabios, olvidarnos de ello y avanzar hacia el mañana.

Le decimos a nuestro Creador: "Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".  No existe ningún momento más satisfactorio que aquél en el cual en verdad podemos perdonar y ser perdonados.  En ese instante nos convertimos en seres realmente libres de avanzar hacia un luminoso futuro. Las ilusiones de la perfección, tanto nuestras como las de los demás, quedan atrás.  Aceptamos y somos aceptados como los seres humanos vulnerables e imperfectos que somos.

El perdón es dejar que lo que fue, se haya ido, que lo que será, llegue, que lo que ahora es, sea.  

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