¿Por qué lo hiciste?
Un chico norteamericano rompió los parabrisas de 200 autos estacionados en una colonia exclusiva. ¿Por qué? Dijo que estaba aburrido. El psicoterapeuta de la prisión concertó una reunión con el chico delincuente y los dueños de los vehículos averiados, y cada uno de ellos le fue contando al adolescente de una manera suave, y sin rencor, lo que significaba el destrozo de su auto, y las repercusiones en sus vidas por aquel acto destructivo.
El chico pertenecía a una familia prominente, generosa, comprometida con la sociedad; era inexplicable su comportamiento. ¿Por qué lo hiciste? le preguntó uno de los afectados. "No sabía que el coche era de usted", contestó. Las consecuencias fueron muchas. Uno murió de un infarto, otro no pudo asistir a la cita y perdió su herencia, otro perdió el trabajo por haber faltado, otro más dejó plantada a la novia y no se casó, otra no asistió al hospital a tiempo, dio a luz en el taxi y el niño murió. Doscientos dramas diferentes y una sola acción. ¿Por qué? El chico balbuceó: "No me va bien en la escuela. Estoy aburrido de la vida; no quiero ir a la universidad". Uno de los afectados, un señor de edad, le ofreció trabajo; lo capacitaría en su taller para ser mecánico. Todos se enternecieron. El anciano no tenía hijos.
Daniel Reisel, médico, investigador y educador israelí, apasionado por la exploración de las raíces de la moral en el cerebro humano, ha propuesto el uso de la "justicia restaurativa" para reducir los índices de delincuencia en las ciudades. Su propuesta consiste en reunir a un delincuente con la víctima con el objeto de que tome conciencia del daño realizado. Afirma que entre el 60 y el 80 por ciento de los delincuentes reinciden al salir de las prisiones por lo que el encarcelamiento no es la alternativa para solucionar los problemas de la delincuencia. Especializado en neurociencias por la Universidad de Oxford el Dr. Reisel declara que la aplicación de la justicia restaurativa está dando resultados en Nueva Zelanda y Australia, siempre que la víctima esté dispuesta a dialogar con su victimario.
Reisel era soldado en el Ejército Israelí. En uniforme de combate y empuñando una ametralladora subía velozmente la escalera de un condominio. Una niña de tres años que jugaba, al verlo se congeló de miedo. La cara de la chiquita reflejaba un terror mortal. Él se sintió atrapado en una jaula, no pudo explicarle a la niña que así era la guerra. Optó por dejar el ejército y estudiar el cerebro humano para buscar una cura para la psicopatía y la "maldad" en el mundo. Su objetivo era comprender el cerebro humano para intentar un sistema de justicia.
Reisel ha investigado el cerebro, en particular la posibilidad de modificarlo porque afirma que nuestro cerebro tiene un potencial de cambio y transformación radical. El sistema penal que conocemos, castigar el mal, no funciona. Ante estos planteamientos Reisel explica cómo en el psicópata existe una falla en la respuesta emocional por una deficiencia a nivel de la amígdala cerebral, lo cual afecta directamente la respuesta social y el comportamiento moral de la persona. La justicia restaurativa es un modelo de rehabilitación, un programa de entrenamiento cerebral para combatir el conflicto emocional desde la raíz, animando a los autores a asumir la responsabilidad de sus actos.
El problema que tenemos como sociedad es el sistema penitenciario; es irónico pensar en las cárceles como una salida ante el crimen, ya que la cárcel como una solución para gente con amígdalas cerebrales disfuncionales solo inhibe su desarrollo; como dijo Reisel: "la cárcel es la mejor escuela de criminales, el porcentaje de incidencia es muy elevado".
¿Cuál es el origen del mal? Dice Reisel que la falta de empatía. Sentimientos de afecto, cooperación, reciprocidad, imparcialidad, el bienestar del otro, son sólo manifestaciones de la empatía, además de responsabilidad moral y culpabilidad cuando se lastima a otro.
¿Se puede enseñar la empatía? ¿Se adquiere o se nace con ella? El comportamiento moral no tiene su raíz en el razonamiento, sino en los sentimientos. Desde que el niño está en la cuna la amígdala cerebral puede ser inhibida por maltrato o descuido, y puede ser estimulada por el cuidado amoroso de los padres y la educación basada en el respeto a todos los seres vivos. Esto da lugar al desarrollo de la empatía que todos llevamos dentro.
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