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¿Las nuevas leyes de libre mercado presiden los intereses de los países poderosos en detrimento de los países en desventaja? ¿La economía, o sea, el dinero, domina la actividad política lo mismo en países ricos como en los pobres? Son inquietudes normales en una época de crisis económica mundial. 

Sin embargo, hay una pregunta que atañe a todos: ¿Qué efecto en los niños y jóvenes ha tenido la nueva cultura global de la comercialización desalmada, la cosificación de las personas y el consumo desenfrenado? La preocupación por la economía familiar no deja espacio para advertir que existe un peligro enorme para la humanidad a corto, mediano y largo plazo, que está afectando específicamente a niños y  jóvenes en todo el planeta.

El Imperio del Consumismo se ha impuesto en los países industrializados, y domina todos los demás valores. Determina la prosperidad de los países a través del lente del Producto Interno Bruto; el criterio de valor máximo se basa en vender más y ganar más. El dinero manda. Los adultos son ovejas que se dejan manipular a través de la mercadotecnia. Los niños y jóvenes son los más vulnerables: ellos mismos miden su valor personal por la marca del pantalón o del vestido que llevan, no por sus principios, integridad, y méritos propios. "La escandalosa filosofía del dinero" mide el valor de la persona a base de dólares: cuánto tienes, cuánto vales. 

Cuando la meta de una sociedad es ganar más a como de lugar, su mentalidad se basa en las leyes del mercado, y la moralidad y los ideales se reducen al consumo y venta de artículos de marca. La marca se convierte en el factor determinante para definir relaciones comerciales, sociales y familiares, y también para influir en la sensibilidad y la vida privada de los adultos, y el trato que se les da a los niños. Lawrence Rossberg, sociólogo, indica que los niños son expuestos a la mercadotecnia de las marcas mucho antes de que puedan hablar: las nuevas generaciones son víctimas de un bombardeo de comerciales televisivos sin precedente. Al año, el infante ve Teletubbies y pide por nombre hamburguesa del Burger King y McDonald's. Al entrar al colegio conoce de memoria 200 marcas de ropa, carro o comida, y adquiere setenta juguetes nuevos por año.

El Imperio del Consumismo ha estado con nosotros hace varias décadas, pero en los últimos años se ha recrudecido, produciendo un cambio fundamental en la vida de los niños: una transición de la cultura de la inocencia y protección social —aunque imperfecta— a la cultura de la mercancía. Ésta última, además de minar los ideales de una infancia segura y feliz, promueve el concepto de que "sólo existe un valor en la sociedad, el valor del dinero; un solo objetivo, la ganancia; una sola clase de existencia, adquirir mercancías; y una sola clase de relación, la del mercado". Las mercancías de que se rodean determinan su valor como persona, su status social, y sus amistades. La economía consumista dice: "Lo que  tienes para gastar, es lo que vales como persona".

Juliet Schor, investigadora, asegura que a través de la comercialización de marcas se ha colonizado la consciencia de chicos y grandes. Abercrombie & Fitch (marca exclusiva)  anuncia ropa sexy para niñas de 6 a 12 años, y en su catálogo aparecen tanguitas con mensajes de contenido sexual. Anuncia para la colección de muñecas ropa interior sexy de encaje y "accesorios para citas de noche". Promueve un estuche para el baile del tubo, de donde sale una gatita que se contonea y baila una música sensual. Los psicólogos norteamericanos han criticado duramente este bombardeo televisivo argumentando que roba a las niñas sus años de inocencia, y degrada su dignidad mientras se llenan los cofres de las grandes corporaciones. También advierten de las consecuencias que pueden tener en los niños los videojuegos relacionados con extrema violencia, tortura y muerte. Fomentar la cultura de la guerra en los niños es una forma cruel de robarles su inocencia.   

Zoe Williams, en su libro Comercialización de la Infancia argumenta que los niños ya no son orientados  a crear una sociedad moral y democrática, sino que ahora se prepara a la niñez y juventud para el consumismo: objetos manipulables. La imagen televisiva es poderosa, y definitivamente no está siendo utilizada para crear sociedades justas, democráticas y comprometidas.

¿Tenemos las suficientes agallas y el suficiente amor a nuestros niños como para crearles programas televisivos que desarrollen en ellos la pedagogía de la pregunta? Si lo hacemos encontrarán el camino de la verdad. Tienen derecho a un futuro mejor.

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