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Con vistas al informe financiero arquidiocesano

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La esposa de un amigo dijo una vez bromeando que no hay mucha chispa o romance en balancear un talonario de cheques —pero trata de alimentar a los niños si no se hace. Nunca he olvidado sus palabras. Ningún adulto sensato pasa mucho tiempo sin prestar mucha atención a las finanzas de su propia familia. Y por una buena razón: sin los recursos necesarios, ninguna familia sobrevive. Si una familia tiene problemas financieros, tiene que saber por qué. Eso requiere información precisa, no importa lo complejo y serio, para que los problemas se pueden arreglar

Lo mismo sucede con la Iglesia. Como he dicho muchas veces en los últimos 22 meses, los recursos de la Iglesia no pertenecen a los obispos o al clero o alguna institución remota; pertenecen a su pueblo. La Iglesia es una administradora. Ella guarda sus recursos en fideicomiso para su pueblo, para llevar a cabo su labor apostólica como una comunidad en la promoción del Evangelio de Jesucristo. Eso significa que tiene la obligación de utilizar bien sus recursos. Ella también tiene el deber de hacer anualmente una rendición precisa de cuentas a su pueblo de cómo administra esos recursos, sea la noticia buena o no.

Una de las muchas urgencias que enfrentaba la Iglesia cuando llegué aquí en septiembre del 2011 era la necesidad de entender y comenzar a arreglar nuestros problemas financieros; Hemos progresado. Durante el año pasado, nos hemos beneficiado de un fuerte, nuevo liderazgo de finanzas en nuestro director financiero, Timothy O'Shaughnessy, nuestro controlador, Peter Yecco, y un Consejo Financiero Arquidiocesano revitalizado con talento de la comunidad comercial católica.

A pesar de todas las dificultades que hemos enfrentado, nuestros fieles han incrementado sus donaciones a la campaña anual Catholic Charities Appeal, así como a la colecta anual del seminario. Y junto con los fondos recaudados de la venta de la residencia del arzobispo y una casa en la costa de Nueva Jersey –propiedades muy hermosas, pero inadecuadas para las necesidades de la Iglesia de hoy- hemos dado grandes pasos hacia la recaudación de nuevos fondos y, finalmente, la eliminación de nuestro déficit anual en el presupuesto

Esta buena noticia, sin embargo, tendrá que esperar hasta más adelante cuando publicaremos los resultados del año fiscal (FY por sus siglas en inglés) 2013 —es decir, el año que comenzó el 1 de julio del 2012 y terminó el 30 de junio del 2013.

En otras palabras, el informe fiscal que vamos a publicar la próxima semana no reflejará casi ninguno de los avances que acabo de describir. ¿Por qué? Porque va a mostrar los resultados financieros del 1 de julio del 2011 —dos meses antes de mi llegada a Filadelfia— el 30 de junio del 2012, apenas dos meses después de que nuestro nuevo equipo financiero comenzó su trabajo

Le he pedido a nuestro personal que haga un informe sobre el año fiscal 2012 lo más completo y claro posible. Los estados financieros auditados para cada entidad mayor de la Arquidiócesis aparecerán en nuestra página web para la revisión pública. Yo también he dirigido que en el futuro, a medida que continuamos mejorando nuestras operaciones, aparezcan los informes financieros anuales para el escrutinio de nuestro pueblo mucho más rápidamente y con estándares adecuados de transparencia.

He revisado los auditados estados financieros del año fiscal 2012 para las operaciones centrales que se ejecutan a través del Centro Pastoral Arquidiocesano, o más técnicamente, la Office for Financial Services (oficina para finanzas). Si bien los resultados son graves —y eso es lo menos que se puede decir— tienen la virtud de ser honestos y precisos. Los estados financieros también incluyen varios ajustes importantes en la presentación de informes realizados en años anteriores. La mayor parte del dolor financiero que enfrentamos ahora como Iglesia local es heredado y debido a patrones de comportamiento crónico. No tiene nada que ver con fraude o la crisis de los abusos. En cambio, surge de decisiones administrativas bien intencionadas pero mal manejadas, durante un período de casi dos décadas, en todos los niveles de liderazgo arquidiocesano y parroquial —un hábito perjudicial de tratar de aferrarse al pasado y mantener ministerios insostenibles, escuelas y parroquias a flote, a pesar de los grandes cambios en nuestras realidades demográficas y financieras.

Tenemos muchas buenas personas en la Arquidiócesis para que estos problemas sigan impidiendo nuestro discipulado en los años por venir. Les debemos mucho a los creyentes que nos precedieron para fracasar en la renovación de la salud de nuestra Iglesia; y les debemos aún más a los jóvenes que vendrán después de nosotros. Tienen que encontrar a Jesucristo a través de nuestro testimonio. Es por eso que nuestros problemas financieros importan tanto; y es por eso, que con honestidad y trabajo duro y la gracia de Dios, vamos a resolverlos.

Los estados financieros auditados de la Office for Financial Services (oficina de finanzas) se pueden leer en www.CatholicPhilly.com. Por favor, tengan en cuenta que estas declaraciones solamente se refieren a las operaciones y ministerios que se derivan de la sede de la Arquidiócesis. No incluyen los estados financieros de Office of Catholic Education (educación), Catholic Healthcare Services (cuidado de salud), Catholic Social Services (servicios sociales), Saint Charles Borromeo Seminar (seminario) y, Catholic Charities Appeal (campaña) o Heritage of Faith—Vision of Hope Capital Campaign. (campaña capital).

También tengan en cuenta que en ninguno de estos informes se incluyen los estados financieros de las parroquias, y por una buena razón: Todas las parroquias son entidades autónomas. La Arquidiócesis no tiene autoridad sobre sus activos.

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