La píldora venenosa de los trabajadores invitados
Los agentes de la Patrulla Fronteriza combaten un peligro primitivo en la frontera EE.UU.-México: el lanzamiento de piedras. Los contrabandistas dan a algunos niños unos pocos pesos para que tiren piedras y pedazos de hormigón a los agentes a fin de distraerlos. Mientras tanto, a unas millas de distancia, los contrabandistas entran su carga ilícita en los Estados Unidos.
En Washington, legisladores de ambos partidos utilizan una estrategia similar cuando estructuran las propuestas para una reforma migratoria. Echan un artículo incendiario, que saben que será controvertido, para así desviar la atención de todos del elemento realmente esencial de la propuesta. Los estadounidenses caen en esta trampa siempre. Estamos, en gran medida, ignorando el asunto del que deberíamos estar hablando. Y lo que creemos que es importante, no importa demasiado.
¿Qué les importa a los políticos? Ya saben la respuesta. Siempre se trata del dinero. Los demócratas obtienen dinero de los sindicatos y los republicanos, de las empresas. Esos son los intereses que se protegerán.
En el Senado, un grupo de legisladores de ambos partidos propone tomar cuatro medidas: determinar un camino a la ciudadanía para lo que se estima que son 11 millones de inmigrantes ilegales; mejorar la ley migratoria facilitando la retención de los inmigrantes altamente especializados; incrementar las restricciones y penas para los empleadores, a fin de impedir que contraten inmigrantes ilegales; y crear un programa de trabajadores invitados temporales para la industria agrícola.
En la Cámara, otro grupo formado por miembros de ambos partidos trabaja en una propuesta de ley similar.
Y finalmente, la Casa Blanca está circulando ahora un borrador de su propia propuesta migratoria, que parece adoptar una línea más dura de lo que se esperaba. El plan concedería a los inmigrantes ilegales la oportunidad de evitar la deportación convirtiéndose en un "Futuro inmigrante legal". Pero los inmigrantes tendrían que solicitar esa categoría y no se la concederían automáticamente, como algunos reformadores han pedido. Tampoco el camino para obtener una tarjeta verde sería tan rápido como querrían los reformadores; los inmigrantes podrían obtener sus documentos en unos ocho años. Obtener la ciudadanía llevaría aún más tiempo. Una vez cumplido el proceso, estamos hablando de entre 10 y 13 años para que un inmigrante ilegal se convirtiera en ciudadano. No es exactamente una vía rápida, digan lo que digan los críticos.
Naturalmente, de lo que habla todo el mundo es del camino a la ciudadanía que se ha propuesto para los inmigrantes ilegales. ¿Cuánto tiempo debería llevar? ¿Cuán difícil debería ser?
Sin embargo, el factor realmente decisivo -el plan para trabajadores invitados- no está obteniendo mucha atención. El debate de la inmigración no gira en torno a la seguridad de la frontera o a lo que los restriccionistas llaman "amnistía". Gira en torno a la idea de traer a Estados Unidos algunos cientos de miles de trabajadores temporales extranjeros para realizar los que George W. Bush llamaba las "tareas que los estadounidenses no desean realizar" -principalmente en establecimientos agrícolas y agropecuarios.
Para los políticos, el dinero está en los trabajadores invitados. Los sindicatos quieren eliminar la idea y las empresas quieren salvarla. Y ambos bandos están preparados para gastar una fortuna a fin de salirse con la suya. Las negociaciones entre AFL-CIO y la Cámara de Comercio de Estados Unidos no están progresando. Ninguno de los dos bandos dará el brazo a torcer en el tema de los trabajadores invitados.
Lo hemos visto antes -en 2006 y 2007- cuando el Congreso previamente intentó la reforma migratoria. En aquel momento, como recordarán, los estadounidenses se pelearon a voz en cuello sobre si legalizar o no a los indocumentados. Se puso feo. Pero cuando las propuestas de negociación fueron desechadas -por una alianza non-sancta entre los demócratas a favor de los sindicatos y los republicanos nativistas, dos grupos que no sentían entusiasmo por la futura legalización de millones de inmigrantes indocumentados- fue enteramente debido al asunto de los trabajadores invitados.
En 2007, el senador Byron Dorgan, demócrata por Dakota del Norte, propuso una enmienda cuyo objetivo era que no se aprobara la propuesta de una reforma migratoria, mediante la exclusión de las cláusulas que pedían trabajadores invitados. Los que seguían el proceso comprendieron que esa exclusión eliminaría el apoyo de los republicanos y que los demócratas estaban divididos, careciendo así de los votos necesarios para llevar la propuesta a la meta final solos. La enmienda de Dorgan fue aprobada en el Senado por una votación de 49-48. Las cláusulas sobre los trabajadores invitados fueron excluidas. Los republicanos se echaron atrás. Y por supuesto, la propuesta de ley no se aprobó.
Seis años después, observen que lo que falta en el plan de inmigración de la Casa Blanca es toda mención a los trabajadores invitados. No debería ser una sorpresa para los que han prestado atención.
Entre los que votaron a favor de la enmienda de Dorgan se encontraba el joven senador de Illinois llamado Barack Obama. A pesar de las promesas y las bellas palabras, Obama estuvo en contra de la reforma migratoria entonces y ahora no está hablando en serio sobre el asunto.
La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com
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