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El mundo de fantasía de DREAMlandia

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Pensé que el motivo por el que se llamaba a ciertos jóvenes indocumentados DREAMers era que se habrían beneficiado de la aprobación de la Ley DREAM. 

Esa ley, que ofrecía categoría legal por asistir a la universidad o ser miembro de las fuerzas armadas, fue hundida a fines de 2010, cuando cinco demócratas votaron contra la clausura para que su partido no fuera tildado de blando con respecto a la inmigración ilegal. 

Pero ahora sé cuál es el motivo real por el que se llama a estos jóvenes DREAMers. Es porque muchos de ellos, y muchos de sus defensores, viven en un "mundo de sueños". 

Es un mundo en que los demócratas realmente cuidan a los inmigrantes, donde los que apoyan la reforma migratoria no necesitan votos republicanos para que ésta se apruebe, donde todo estadounidense está de acuerdo con que los jóvenes traídos a este país por sus padres deben obtener categoría legal, donde no hay consecuencias por usar tácticas radicales y de enfrentamiento, donde querer algo es lo mismo que ganárselo y donde todo el que se atreva a desafiar a los DREAMers es un frío y despiadado bruto que probablemente también odia a los cachorritos y unicornios. 

Según mis críticos, esa persona soy yo. Recientemente señalé que algunos DREAMers —no todos, sino algunos— están exhibiendo el narcisismo y el sentido de tener derecho a las cosas que vemos en otros jóvenes estadounidenses adolescentes o de veinte y pico de años. Parece razonable, ya que los DREAMers son estadounidenses en todo sentido, menos el legal, y han estado en adobo con esos jugos durante años. Insistí en que este estilo de política provocativo, sin disculpas, sin humildad corría el riesgo de desencantar a los defensores. 

Recibí una explosiva respuesta. Y comprendo el motivo. La política del debate migratorio es confusa y engañosa. Los DREAMers no sólo están alineados con los demócratas que hundieron la Ley DREAM, sino que también apoyan a un presidente que ha deportado una cifra récord de 1,5 millones de inmigrantes ilegales en cuatro años. (En un intento por parecer más comprensiva, la Casa Blanca anunció el verano pasado, un cambio en política que permite que los jóvenes eviten la deportación y soliciten un permiso de trabajo de dos años. Más recientemente, el gobierno dijo que relajaría los requisitos de visa para facilitar la permanencia de los indocumentados en Estados Unidos mientras solicitan residencia permanente, en lugar de volver a su país de origen). Entre toda esta confusión es más fácil pensar en términos de santos y pecadores. En ese paradigma, los DREAMers fueron pintados como los primeros y yo, como los segundos. 

Aún así, algunos críticos demostraron lo que yo decía. Un lector, un DREAMer que dice que ha vivido en Estados Unidos 11 años, afirmó que él y su grupo etario no estaban exigiendo nada. Unas oraciones después agregó: "Hablando personalmente … en este momento ya he terminado de pedir. ¡Exijo que se me incorpore plenamente a esta sociedad!" 

Los que no tienen el derecho legal de estar aquí no deben exigir nada. 

No soy el único que piensa que algunos DREAMers deben ser más humildes. 

Stephen Nuno, profesor asociado de Northern Arizona University, ha sostenido que al estar centrados de esa manera en sí mismos, los DREAMers podrían perjudicar la causa de la reforma migratoria. 

"Los DREAMers piensan que son especiales," escribió Nuno en una columna en línea. "Se sienten con derecho a las cosas. Son adorables. Son inteligentes. Hacen llorar a la gente con sus persuasivas historias. … [Pero] Los DREAMers no son especiales. No sufren en forma desproporcionada por ser indocumentados. Además de las historias individuales, no han movido el debate, excepto para centrar gran parte de él en sí mismos". 

Es una época tensa en DREAMlandia. El movimiento está dividido entre los que siguen a los grupos de incidencia pro-inmigrantes con sede en Washington, que aconsejan esperar la reforma migratoria integral, y los que se conformarían con una Ley DREAM a la carta, porque piensan que la legislación más amplia no se aprobará. 

Que quede claro: Aún admiro a muchos DREAMers como individuos y apoyo su causa, pero me estoy hartando de algunos aspectos del movimiento DREAMer que opera en su nombre. 

Me molesta especialmente el hecho de que los DREAMers se comparen a sí mismos con Martin Luther King o César Chávez. Los estadounidenses —entre ellos muchos afroamericanos y latinos nacidos en Estados Unidos— no aceptarán esa comparación. King y Chávez eran ciudadanos estadounidenses que exigían derechos de su propio país. Los inmigrantes indocumentados necesitan andar con más cuidado. 

Los DREAMers se consideran intocables e infalibles. Se los alienta a expresarse, incluso si sus tácticas descarrilan el movimiento mayor. 

¿Por qué? ¿Por qué ellos -y sus defensores— son adorables? Créanlo de alguien que ha visto sus colmillos, son todo menos eso.

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