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Ciudad resplandeciente sobre la colina

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John Winthrop, uno de los colonizadores europeos llegó en 1640 a Norteamérica con la visión de 'una ciudad resplandeciente sobre la colina'.  El sueño del colonizador puritano era sobre una ciudad iluminada que sería el faro de luz que guiara al mundo entero. Ahí reinaría la hermandad, la libertad, la justicia, la paz, y el buen gobierno. La Nueva Inglaterra sería un modelo a seguir para el Viejo Mundo. Su propósito no era romper con el sistema europeo heredado, sino trabajar dentro del mismo para transformarlo.

La Ciudad sobre la Colina en Washington se ha apartado visiblemente del sueño original de los colonizadores: no ha vivido en toda su magnitud los valores, preceptos, principios e ideales de sus orígenes. El país está en crisis: bajas en las bolsas de valores, en guerra frente a una red de alcance mundial de violencia y odio, una economía gravemente debilitada, gente con la angustia de la incertidumbre en un presente en que se han derrumbado las certezas económicas y la seguridad y, sobre todo, la esperanza.  

 El aquél 20 de enero del 2009 Barack Obama pronunció en Washington con elocuencia el discurso inaugural en una plataforma de la escalinata del Capitolio construido en 1793 por esclavos africanos. Los esclavos dormían en jaulas junto al monumento en construcción de Abraham Lincoln, a unos metros de la plataforma en la que 219 años después Obama juró sobre la biblia de Lincoln, convirtiéndose en el 44avo. Presidente norteamericano. Su nuevo hogar, la Casa Blanca, fue construída en piedra de las canteras de Virginia extraída y colocada también por esclavos. 

Esto es realmente extraordinario en la historia de un país en el que el color de la piel durante siglos ha determinado y sigue determinando la calidad de vida de sus habitantes. Para muchos norteamericanos significa que el primer presidente afroamericano retomará el ideal de John Winthrop, ciudad luz donde se vivan los valores más sublimes de la naturaleza humana: libertad, justicia, paz y oportunidades para ser feliz, aunado al sueño del Dr. Martin Luther King, un país en el que los ciudadanos convivieran en hermandad.

Millones de personas escucharon el discurso inaugural y muchas más confían en que el sueño de Obama —el ideal de John Winthrop y el sueño de integración racial de Luther King— aún puede hacerse realidad: el Presidente Obama está dispuesto a tomar las medidas requeridas para recuperar los valores y las promesas de la democracia. "Sería fatal para nuestra nación el descuidar la urgencia de éste momento: estamos inmersos en una crisis real, en una crisis mundial, nos levantaremos del suelo, sacudiremos el polvo, y empezaremos de nuevo a reconstruir América." 

El camino de la esclavitud a la presidencia ha sido penoso, una excelente preparación para enfrentar la crisis más severa que el mundo ha sufrido en los últimos 100 años. Los norteamericanos han escogido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia.  El apoyo de los ciudadanos que recibe el Presidente por segunda vez es de enorme valía, porque la esperanza puesta en él, no sólo de los norteamericanos sino de personas del mundo entero que reconocen sus cualidades de auténtico líder, será una fuerza universal que logre encontrar soluciones  que garanticen la paz.

Es cierto que hay un camino largo qué recorrer: la inequidad por cuestión racial y de género aún persiste en buena medida en el país vanguardista de la democracia, lo mismo que la injusticia y la corrupción, pero debemos reconocer que los norteamericanos se han esforzado sobremanera en vencer estos obstáculos con el fin de lograr la justicia social.

La segunda ascensión de Obama a la presidencia es un gran paso hacia delante en el peregrinar hacia la Casa Resplandeciente de la Colina.  Los siguientes pasos los tendrán que dar los ciudadanos y servidores públicos: América celebra con júbilo este acontecimiento, pero no debe perder de vista que el éxito no dependerá  sólo de la presidencia, sino del potencial de la ciudadanía que ha permanecido fiel a los retos que implica luchar por hacer realidad el ideal de sus antepasados: la democracia.

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