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El 'precio' de la ciudadanía

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Es probable que hayan escuchado el dicho de que la juventud se desperdicia con los jóvenes. Bueno, gracias a una de las historias más perturbadoras entorno a la oferta pública inicial del gigante de los medios sociales, Facebook, nos enteramos de que, en algunos casos, la ciudadanía de los Estados Unidos se desperdicia con ciudadanos estadounidenses.

Sé mucho sobre ciudadanía. Mi familia de mexicanoamericanos está cargada de ella. Mis padres, tres abuelos y docenas de tías, tíos y primos son ciudadanos estadounidenses nacidos en el país.  

Puedo decir con certeza, que ninguno de mis familiares se encontró ninguna vez sentado sobre la porción de una empresa a punto de salir al público valuada en unos 100.000 millones de dólares. Pero si alguna vez lo hicieran, también tengo la certeza de que nunca se les hubiera ocurrido deshacerse de la ciudadanía estadounidense, presuntamente para evitar los impuestos. 

Eso no le hubiera caído nada bien a mi abuelo mexicano, quien vino a Estados Unidos legalmente durante la Revolución Mexicana. Y hubiera sido aún más difícil de tragar para mi padre y mis tíos, quienes sirvieron en las fuerzas armadas de Estados Unidos. 

No se trata sólo de que muchos hombres y mujeres de bien hayan luchado y muerto en el curso de los años para proteger esta nación y que, al hacerlo, hayan dado sentido al concepto de la ciudadanía estadounidense. Para los mexicano-americanos, que a menudo se sienten atrapados entre fronteras y culturas, existe el atractivo adicional de estar arraigado en un país —Estados Unidos. 

Hay cosas que uno no hace en la vida, y una de ellas es renunciar a su ciudadanía estadounidense —por ninguna razón, pero especialmente por algo tan craso como la ganancia económica.

Lo que nos lleva a Eduardo Saverin, el cofundador nacido en Brasil de Facebook, que está a punto de tener una oferta pública inicial por la que se espera que sus principales accionistas ganen más dinero que el PBI de algunas naciones. 

Saverin se mudó a Estados Unidos en 1992 y se convirtió en ciudadano en 1998. Recientemente, se volvió a mudar —esta vez, a Singapur. El año pasado, Saverin —que se calcula es propietario del 5 por ciento de Facebook, aunque ya no forma parte de la empresa— optó por renunciar a su ciudadanía estadounidense. 

¿Que hizo qué? Se supone que debemos creer que esta última movida no tiene nada que ver con el hecho de que el joven empresario se está acercando a una enorme cantidad de dinero y que normalmente debería pagar una elevada suma en impuestos estadounidenses.  

Hay peritos en impuestos y miembros del Congreso que no están convencidos. Señalando que Singapur es un país de impuestos relativamente bajos, sospechan que el verdadero objetivo de Saverin al escoger esa ciudad-estado asiática como su nueva dirección y deshacerse de su ciudadanía, es ahorrar un montón de dinero en impuestos. 

Pensémoslo. Un inmigrante viene a este país, se convierte en ciudadano estadounidense, hace una fortuna —y después, justo antes de que venga el recaudador de impuestos, dice "gracias" y se salta la cuenta. Eso no puede ser lo que la poeta Emma Lazarus tenía en mente cuando escribió esa inscripción ahora famosa en la base de la Estatua de la Libertad, pidiendo al mundo "tus fatigadas, tus pobres, tus hacinadas masas que anhelan respirar libertad". 

Para algunos estadounidenses, que lamentablemente no necesitan incentivo alguno para pensar negativamente en los inmigrantes —y nunca lo han necesitado, una historia como ésta es suficiente para dar un mal nombre a todos los extranjeros. 

Pero prefiero pensar en otro grupo de inmigrantes que define mejor la esencia de este país. Estoy hablando de los que vienen legalmente y hacen el esfuerzo de convertirse en ciudadanos —y, una vez que lo hacen, guardan ese privilegio como un tesoro. Y estoy hablando incluso de los que vienen ilegalmente, y hacen el esfuerzo de volverse legales y finalmente se convierten en ciudadanos. 

¿Cuán roto está este sistema si un individuo que pronto será un millonario de Internet puede ser tan displicente para deshacerse de su ciudadanía estadounidense como si fuera el envoltorio de un chicle, cuando se calcula que hay cientos de miles de estudiantes indocumentados habilitados por la Ley DREAM, que harían lo imposible para tener lo que él está tirando? 

Singapur puede quedarse con Saverin. Y nosotros nos quedaremos con esos muchachos. No tengo que explicarles quién obtiene la mejor parte del trato.

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