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Los latinos tienen un juego de salón que nadie parece nunca poder ganar. Es infantil y cruel, y sin embargo, sumamente popular. Podría llamarse "Soy más auténtico que tú". 

Conozco el juego. De hecho, en varias ocasiones, en el curso de los años, me he sentado en ambos lados del tablero. 

Cuando estaba en la universidad, pasando por una crisis de identidad propia como mexicano-americano en una universidad predominantemente blanca, despreciaba a compañeros latinos con cuyos orígenes étnicos, decidí yo, no me "identificaba" suficientemente. Quizás hablaban español mal, o usaban lentes de contacto azules, o provenían de familias de clase alta. 

Ahora, en una especie de rebote kármico, otros hacen, a veces, lo mismo conmigo. Los latinos de izquierda leen una columna, que detalla mi crítica de la cínica política migratoria del presidente Obama, en que se deporta a un número récord de  inmigrantes ilegales, y me acusan de no ser suficientemente étnico. Sea lo que sea el significado de eso. 

Las cosas se vuelven un poco absurdas cuando liberales blancos entran en escena y tratan de evaluar mi "latinidad". Recientemente, un defensor de Obama me etiquetó como "apologista de la Republibasura" y declaró que mi identidad étnica estaba "hecha jirones y era menos que auténtica". 

Esa línea de ataque es racista, ruda y condescendiente. No puedo imaginar ser tan descarado como para decir a un negro que no es "suficientemente negro", o a un gay, que no es "suficientemente gay". Pero, aparentemente, no hay problema en hacerlo con los latinos. 

Christina Aguilera sabe exactamente de qué estoy hablando. La diva del pop, que recientemente se convirtió en estrella de un programa realidad, dijo en una entrevista que la critican por no ser suficientemente latina. 

"He recibido esa (crítica) toda mi vida," dijo la co-presentadora de "The Voice" en una entrevista con la revista Latina. "No hablo la lengua con fluidez. Y estoy dividida justo por el medio, mitad irlandesa, mitad ecuatoriana. No debería tener que probar mi etnia a nadie. Sé quién soy". 

Siguió: "No me cuestionarían mis ancestros si pareciera más estereotípicamente latina. Sea eso lo que sea. Todo lo que sé es que nadie me puede decir que no soy una orgullosa mujer latina."

En 2007, Jessica Alba se metió en apuros con los policías culturales después de que esta mexicano-americana en tercera generación —que también tiene parte dominicana— pareciera minimizar su etnia en una entrevista para una revista de habla española. 

"Alba es mi apellido y estoy orgullosa de él", dijo la actriz a la publicación Para Todos. "Pero eso es todo. Mis abuelos nacieron en California, igual que mis padres, y aunque puedo estar orgullosa de mi apellido, soy estadounidense. En toda mi vida, nunca me he sentido conectada a una raza u origen particular, ni tampoco me sentí aceptada por nadie. Si lo examinamos un poco, soy menos latina que Cameron Díaz, cuyo padre es cubano. Pero la gente no la llama latina porque ella es rubia". 

Los blogueros latinos se enloquecieron, atacando a Alba ferozmente por no ser suficientemente latina —y más precisamente, por no estar orgullosa de ser latina. 

Éstos son dos ejemplos famosos de latinos, cuya etnia ha sido cuestionada. Sin duda, hay cientos de miles de historias de gente corriente. 

Las rencillas intra-étnicas no son nuevas. Hace cientos de años ya existían y probablemente continuarán dentro de cientos de años. A principios del siglo XXI, los latinos pueden estar decepcionados con los liberales y enojados con los conservadores, pero aún reservan las críticas más hirientes para usarlas entre ellos. 

Es una pérdida de tiempo ridícula y una distracción que los latinos no pueden darse el lujo de tener. Estos tiempos son duros para la mayor minoría de Estados Unidos. Sus números están creciendo, pero también lo está la ansiedad que sienten otros estadounidenses  ante la idea de que Estados Unidos se convierta en una nación latina. En Alabama, Arizona, Carolina del Sur y probablemente en otros estados futuros, la resistencia se está afianzado con la aprobación de leyes anti-latinos disfrazadas de leyes migratorias. 

Justo cuando los 50 millones de latinos de la nación deberían sentirse más potenciados que nunca, muchos de ellos se están sintiendo blanco de ataques e impotentes. Justo cuando nuestras instituciones —los medios, el gobierno, el mundo académico, las corporaciones, etc.-- deberían aceptar la diversidad, muchos parecer dispuestos a preservar el status quo. 

Contra este telón de fondo, los latinos necesitan todos los amigos, aliados y socios que puedan encontrar. Por eso, no pueden darse el lujo de estar en guerra con su propia tribu. Ha llegado el momento de una tregua. 

 
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