Prestar más atención a México
La ex secretaria de Estado, Condoleezza Rice, expresó, recientemente, que lo que más sentía sobre su gestión en el gobierno de George W. Bush es no haberse concentrado más en nuestro vecino.
"Pienso que lo que más me gustaría re-hacer son algunos aspectos de la relación con México", expresó Rice a Candy Crowley, de CNN. Específicamente, dijo, Estados Unidos debería haber encarado antes "los terribles problemas fronterizos que sabemos existen en México, con los carteles de la droga, para hacer algo sobre la reforma migratoria."
Los funcionarios del Gabinete no tienen el lujo de "re-hacer" las cosas. Pero el pueblo estadounidense sí lo tiene. Puede presionar al gobierno de Obama y al Congreso para que se asista más al gobierno del presidente mexicano, Felipe Calderón, en su guerra de alto riesgo contra los carteles de la droga. Y puede exigir una solución justa y práctica para nuestro anticuado sistema migratorio nacional, a fin de que los trabajadores de México y de otros países sean emparejados con empleadores estadounidenses que los necesitan.
Pero el primer paso es que los estadounidenses presten más atención a lo que está sucediendo en México. Este año, una de las cosas que tendrá lugar allí es la elección presidencial —la primera desde que Calderón declarara valientemente, la guerra contra los carteles poco después de asumir el cargo, en diciembre de 2006.
Eso fue hace más de cinco años y antes de casi 50.000 bajas. El gobierno mexicano no ha dado a conocer las bajas oficiales desde comienzos de 2011; en ese momento, el número era 34.612. Según el Los Angeles Times, la oficina del Procurador General mexicano divulgó recientemente un número parcial de bajas para 2011 -12.903 personas muertas debido a la denominada "rivalidad entre organizaciones delincuentes". La mayoría de los expertos en la guerra antidroga espera ahora que, para el momento en que Calderón deje su puesto en diciembre, el total de bajas sobrepase fácilmente 50.000.
Esta "rivalidad entre organizaciones delincuentes" es básicamente una guerra territorial. Lo que se inició como un intento por parte de un puñado de pandillas de drogas de resistir un ataque del ejército mexicano es ahora una campaña para controlar franjas enteras de territorio, que incluyen a algunas de las principales ciudades mexicanas. Eso hace que el conflicto sea más difícil de controlar y más difícil de acabar, sin importar el candidato que suceda a Calderón como presidente ni el partido que asuma el poder.
La mayoría de los observadores políticos, tanto en Estados Unidos como en México, espera que el sucesor sea Enrique Peña Nieto, candidato del resurgente Partido Institucional Revolucionario, o PRI, que estuvo a cargo de la presidencia durante la mayor parte del siglo XX, y parece estar en camino al poder debido al descontento provocado por la guerra antidroga. Gran parte de ese descontento se concentra contra el Partido de Acción Popular (PAN), de Calderón.
En las encuestas, Peña Nieto le lleva gran distancia a Josefina Vásquez Mota, la favorita para la nominación del PAN, y a Andrés Manuel López Obrador, probable candidato del Partido de la Revolución Democrática o PRD.
De hecho, la única persona que parece capaz de vencer a Peña Nieto en la elección general de julio es, bueno, Peña Nieto. Coherente con una larga tradición mexicana, el candidato está embrollado en un número de escándalos —grandes y pequeños.
En diciembre, en un episodio que recordó a la ocasión en que se le pidió a Sarah Palin que nombrara los periódicos que leía, Peña Nieto tuvo problemas, en una feria literaria, para nombrar tres libros que lo habían influenciado. Y cuando fue criticado por el incidente por los medidos mexicanos y la intelligentsia del país, su hija empeoró la cuestión insistiendo, en Twitter, que la historia era sólo reflejo de envidia de clase. No se dice ese tipo de cosa en México, un país de muy ricos y muy pobres, que casi carece de una clase media.
Poco después, en una entrevista con un periódico español, Peña Nieto admitió que no conocía el precio de un paquete de tortillas —el equivalente de la pregunta sobre el valor de una barra de pan a los políticos estadounidenses, para demostrar si pueden relacionarse con el estadounidense promedio. Cuando se lo criticó por estar desconectado, Peña empeoró las cosas al insistir, en una muestra de machismo, que él no era "la mujer de la casa". Más tarde tuvo que disculparse.
Más recientemente, Peña Nieto admitió, en otra entrevista, que le había sido infiel a su difunta esposa y que había tenido dos hijos con dos mujeres diferentes durante su matrimonio.
Y todo este drama se refiere sólo a un candidato. Si los estadounidenses en algún momento se aburren de la elección presidencial estadounidense, siempre pueden observar a México, donde la política del año electoral es todo menos aburrida.
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