Un retrato elogioso de la primera dama
Olvidemos la controversia artificial de si el nuevo libro de Jodi Kantor, "The Obamas", pinta a la primera dama como a una "mujer negra cargada de furia"--el retrato meticulosamente investigado de la autora en una carta de amor a la esposa en jefe.
Lo que es verdaderamente alarmante es cómo esta última mirada detrás de las cortinas de la Casa Blanca describe numerosos errores, que han conducido a tres años de decepciones aplastantes para millones de electores convencidos por el sentimiento de esperanza que brindaba Obama y que ahora apenas si reconocen al candidato que otrora adoraron.
Aunque las pegadizas frases de los medios se concentraron en el catálogo de faux pas del libro —la renuencia de Michelle y Barack Obama a cumplir las expectativas de politiqueo en la Casa Blanca, revuelo sobre como se "vería" si la familia re-decorara la Casa Blanca tal como lo había hecho cada uno de sus predecesores, y objeciones sobre con qué frecuencia, dónde y con quién tomaba la familia sus vacaciones-- "The Obamas" es un fascinante estudio de la forma en que el aislamiento y el escrutinio público de los que viven en la Casa Blanca afectan a sus habitantes.
Pero las observaciones más perspicaces de este libro están reservadas para el cuidadoso analista del gobierno de Obama, que ha pasado los tres últimos años lamentando qué dispersa, poco inspiradora y carente de resultados ha sido su presidencia. Para todos los que han lamentado un personal desorganizado, la falta de objetivos abarcadores, la incapacidad de comunicar una visión, y mucho menos de ejecutarla, consideren su frustración vindicada.
En forma muy parecida al retrato de la disfunción reinante en este gobierno que pintara Ron Suskind en "Connfidence Men", este libro proporciona un ejemplo tras otro de oportunidades perdidas debido a una carencia general de liderazgo presidencial.
Como muchas de las observaciones más fulminantes sobre la falta de cohesión en el West Wing provienen de la primera dama, las críticas están cargadas de especial gravedad. Una y otra vez nos enteramos de su frustración por la falta de eficacia del club de manos derechas del presidente.
Y aunque gran parte del libro está dedicada a los tempranos lamentos de Michelle Obama de que no era una aliada importante para guiar la estrategia de su esposo, eso finalmente cambió y la primera dama, con sus tasas de aprobación mucho más altas que las del presidente, se ha convertido en la embajadora más eficaz del gobierno. Su mayor irritación, de lejos, ha sido el hecho de que los objetivos y el trabajo del presidente no fueran gobernados por ninguna estrategia ni mensaje cohesivos.
Nos enteramos de que, incluso al comienzo de su vida política, cuando Barack trató de venderle a Michelle la idea de que presentarse como candidato a un escaño del senado del estado de Illinois brindaría la oportunidad de re-definir a un político como una persona que educa a los electores sobre las opciones que enfrentan, ella dudó de que una comunicación tan abierta fuera posible con los electores, en el juego inherentemente turbulento que es la política.
Años más tarde, la primera dama se sentó, separada de la acción, observando cómo su esposo luchaba por comunicar cualquier cosa, tanto a legisladores como a electores, porque la Casa Blanca estaba constantemente respondiendo a crisis, "en lugar de", como escribe Kantor, "relatar su propia persuasiva historia sobre las acciones del presidente".
Desde temprano, contar "su versión" fue casi imposible, ya que el dividido círculo allegado de asesores del presidente estaba demasiado centrado en la supervivencia diaria para establecer planes a largo plazo. Al personal femenino que se reunió con él para ventilar sus inquietudes sobre las condiciones de trabajo de las mujeres en la Casa Blanca le preocupaba menos el sexismo que la incapacidad de todo el personal para llevar nada a cabo. "Casi no había un proceso para nada", expresó un ex asesora económica a Kantor. La mayoría de las decisiones las tomaba, caprichosamente, un diminuto e insular grupo combativo.
Michelle estaba continuamente frustrada, porque ni el presidente ni su personal explicaban adecuadamente las políticas del gobierno. Pudo observar cómo la oportunidad de lograr que la población sintiera que el programa de Barack era también el suyo, se escapaba una y otra vez.
Lo que más se destacó en el retrato de Kantor de la Casa Blanca de Obama fue su observación de que, en marcado contaste con su elocuente esposo, Michelle es una planificadora meticulosa, que cree que la manera de jugar es casi tan importante como ganar.
La misma Michelle es una profesional sumamente educada y exitosa que valora la disciplina, la organización, los planes a largo plazo, los objetivos detallados, las tácticas efectivas y los resultados mensurables, casi tanto como los elevados ideales que defiende su esposo. Me quedé pensando si elegimos al Obama equivocado.
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