¿Puede Rick Santorum llegar hasta noviembre?
Luego de Iowa, los republicanos demostraron que las palabras pueden ser peores que las balas y también matan, literalmente.
(Lea versión en inglés / Read English Version: Can Rick Santorum Make it to November?)
Newt Gingrich llamó a Mitt Romney, su compañero en la carrera por la candidatura presidencial del partido republicano, un "mentiroso".
A su cara, a rajatabla, y en la televisión nacional.
Romney ya había herido a Gingrich cuando "le disparó" directo en el pecho: El Sr. "Perfecto" –dijo Romney– tiene el mal habito de aparecer en cada campaña con una "esposa diferente". (Ouch!)
Ron Paul, quizá la voz más civil de la 'pandilla republicana', ya ha puesto en marcha su pequeña metralleta en cada dirección, salpicando a todos con palabras "vidriosas" que lastiman como espinas encajadas.
Michele Bachmann no le puso un alto a su boca de escopeta, y hasta intentó sus últimos tiros de doble cañón al aire, luego de que su derrota en Iowa la puso en retirada. Finalmente se dio por vencida y abandonó la exigente carrera, aunque aun gritando en la noche como un ave de mal agüero.
Nuestro Rick Santorum, de nuestro Estado de Pensilvania, posee un poder verbal que podría compararse con un misil de alcance "costa a costa".
Haciendo pleno uso de este, aquí en Pensilvania, Santorum ascendió meteóricamente al poder político en la década de los noventa, convirtiéndose en representante de la Cámara Baja a la tierna edad de 32, y subsecuentemente en senador a los 36, uno de los senadores más jóvenes que nuestro Estado y país han tenido.
En comparación con Obama, por ejemplo, el niño de oro de los demócratas, quien no llegó al Congreso sino hasta que tenía 44 años.
Hoy, 17 años luego de su llegada al Senado de EE.UU., y mucho más sofisticado que sus conocidos lapsos verbales, Santorum puede bombardear y causar temor con su retórica impredecible a cualquiera que se ponga en el camino de este "César", el mejor que ha dado Winchester, Virginia, la pequeña ciudad del sur en donde este católico devoto nació.
En nuestro parecer, él es quien lleva la delantera en esta disputa fratricida entre republicanos –una en la que, de acuerdo a la tradición del partido republicano, los vimos peleando como vándalos, matándose unos a otros con facilidad, antes de continuar la dura marcha– tan pronto como limpien y terminen de "comerse a sus propios muertos", como ellos se jactan de autodescribirse.
Iowa, en dónde solo el 5 por ciento de los republicanos registrados se molestaron por acudir a las urnas, ya terminó. Aunque parezca una "masacre", no se trata sino de la política estadounidense en su mejor expresión.
Mientras que en otros países las contiendas ideológicas y partidistas se definen "a plomo", aquí debemos reconocer el privilegio de que solo se nos hiere con las palabras a las que siempre podremos perdonar.
Ahora sigue New Hampshire y los otros 48 Estados, algunos que ni siquiera cuentan, y otros –como PA, OH, NY, CA, TX y FL– que prácticamente definen quién será el contrincante del presidente Obama.
¿Será Santorum, el fiel Católico, o será Romney, el severo empresario Mormón?
Esta no es una disputa en una corte civil, donde las partes se empeñan solamente en hacer el mejor argumento para ganar el caso. No, aquí atacan a las personas directamente, y no dejan de pelear hasta que aniquilen completamente a su oponente.
En otras palabras, la victoria no es suficiente.
El "gusto por la yugular", que cobra más fuerza en la recta final, domina a los combatientes.
Estos dos gladiadores, Santorum y Romney, de seguro saldrán del coliseo en hombros...
Uno cargado por la multitud, verticalmente, en marcha de victoria...
El otro, se irá sin hacer mucho ruido, y, sí, en posición horizontal, aun sobre los hombros de sus orgullosos seguidores.
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