Todo le está saliendo bien a Newt Gingrich
Newt Gingrich alcanzó su nueva posición en la cima del campo presidencial del Partido Republicano a la antigua: Se la ganó.
Hay que reconocer su mérito. Y hay que respetar su notable ascenso al grupo superior de candidatos del Partido Republicano.
Después de todo, se trata de un candidato cuya campaña funcionaba, hace sólo unos meses, sin gasolina. Tuvo problemas de personal; altos asesores se fueron poco después de que se iniciara la campaña. Tuvo problemas de dinero; la campaña gastaba dinero como un frenético comprador en Tiffany's. Los expertos políticos declararon que la campaña de Gingrich estaba acabada.
Pero el as en la manga de Gingrich es que pocas veces tiene problemas en decir exactamente lo que le pasa por la cabeza, y le pasan muchas cosas por la cabeza. El ex presidente de la Cámara es un maestro de la comunicación, y los electores republicanos están sedientos de alguien que exprese sus opiniones adecuadamente.
Agreguemos a eso una serie de contundentes debates. Mientras los observadores políticos dicen que Rick Perry y Herman Cain han perjudicado sus campañas con actuaciones deficientes, lo contrario es cierto en el caso de Gingrich. Últimamente, cada vez que actúa en un debate, sus números en las encuestas suben. Parte de ello podría ser porque muchos republicanos dicen que les encantaría que Gingrich fuera el nominado del partido aunque más no fuera para verlo enfrentarse mano a mano con Barack Obama.
Ahora, la segunda mirada que está recibiendo Gingrich de los electores lo ha llevado al primer lugar.
Una encuesta de Fox News muestra que el apoyo de Gingrich entre los electores de las primarias del Partido Republicano se ha duplicado en las últimas tres semanas —de un 12 a un 23 por ciento. Perry y Cain han perdido apoyo y gran parte del mismo parece haber ido a Gingrich. Mitt Romney está atascado en un 22 por ciento.
Y entre esos electores conservadores que son parte del influyente movimiento del tea-party, Gingrich es el favorito de un 35 por ciento, mientras Cain recibe un 20 por ciento de apoyo y Romney sólo un 15 por ciento.
No todas las noticias son positivas, sin embargo. Gingrich aún carga suficiente bagaje personal para llenar un hangar entero.
Están los aspectos personales; sus dos matrimonios anteriores concluyeron a causa de infidelidad, algo a lo que después él quiso sacar importancia diciendo a un entrevistador que había cometido errores en su vida matrimonial porque estaba trabajando muy arduamente. Y los profesionales; Gingrich está, en este momento, esquivando preguntas de los reporteros sobre su relación con Freddie Mac. Su empresa consultora, el Gingrich Group, recibió entre 1,6 y 1,8 millones de dólares para ofrecer lo que Gingrich dice que fue "asesoría estratégica durante un largo período de tiempo" a la entidad de préstamos hipotecarios respaldada por el gobierno. Otros que conocen el negocio calificaron esos servicios como de "lobby", pero Gingrich ha negado esa descripción.
Quizás aún haya más esqueletos en el ropero. Pero al final, a los electores de las primarias del Partido Republicano quizás no les importe. En una economía en crisis inundada de embargos y elevado desempleo, quizás concluyan que no les preocupan tanto las finanzas de un candidato como las propias. Y tal vez sientan resentimiento contra los medios que intentan decirles que deben sentir de otra manera y aprecien aún más el hecho de que Gingrich es tan diestro en poner a los reporteros en su lugar.
Por ahora, es suficiente señalar que Gingrich ha presentado un impresionante retorno contra todas las predicciones. Lo que hace que su surgimiento sea tan impresionante es que Gingrich no lo ha logrado mediante una masiva infusión de fondos, ni con una organización nacional que viene de haberse presentado a la presidencia previamente, ni por ser el favorito de los medios. Lo ha logrado con perseverancia y determinación, y luciendo sus puntos fuertes. Se ha ganado su nueva posición en las encuestas y su retorno al candelero mediante algo tan simple como el talento y el trabajo arduo. Así es como debería ser.
No hay duda de que Gingrich es una figura que incita la división y la polarización. En ese aspecto, no se diferencia de los tres últimos ocupantes de la Casa Blanca. Pero, como hemos visto, Gingrich también es un luchador que pega duro y no se rinde. Pensándolo bien, ésas no son malas cualidades para un presidente.
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