La indignación y el camino del éxito
Faltaríamos a la verdad si negásemos que cada vez hay más gente joven, tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos, que no se identifica con el modelo del hombre exitoso del mundo Occidental. Eso no quiere decir, sin embargo, que el grueso de la población no asocie la idea del éxito con la figura del ejecutivo encorbatado, engominado, empleado de alguna multinacional. Es un viejo lugar común, propagado principalmente por la cultura mediática estadounidense, cuya finalidad, en el fondo, es fomentar una forma de vida obediente y disciplinada, metódica y esquemática. Hacerle creer a la gente que hay un único camino hacia el éxito y que ese camino está signado por el sacrificio y la renuncia a la diversión, es una estrategia largamente utilizada por un sinnúmero de gobiernos para mantener el control sobre los pueblos. Y podría seguir siéndolo indefinidamente, de no ser porque las tasas de desempleo, últimamente, no le juegan a favor. La gente se pregunta "qué pasa, por qué si sigo el camino trazado no tengo un centavo en el bolsillo". La respuesta, acaso, pueda encontrarse –como casi todas las respuestas que valen la pena– en la forma de un suceso simbólico: la muerte de Steve Jobs. He ahí un hombre que nunca le hizo caso a otro hombre, que abandonó la universidad para dedicarse a estudiar las canciones de Bob Dylan y renunció a sus privilegios de clase para entregarse a su pasión, un hippie que revolucionó con su sentido de la estética el mundo de la ciencia, un símbolo de la irreverencia y, sobre todo, del amor a la profesión.
Parecen dos acontecimientos aislados, pero si se lo piensa bien, no es un disparate asociar las protestas a lo largo y ancho del país, los cánticos en Wall Street, con la reciente muerte de Steve Jobs. Muere un símbolo del éxito rebelde y nace un movimiento de descontento general. La gente tiene rabia. Y se ha dado cuenta de que existen otras formas de realización, que se puede triunfar por el camino de la rebelión. La protesta surge entonces por sí sola, como una reacción natural de esta toma de conciencia. En otras palabras, 'Occupy Wall Street' y 'Occupy Philly', no son otra cosa que la comprobación por parte de un enorme grupo de personas de que sí tiene sentido decir lo que se piensa y, sobre todo, por cursi que pueda sonar, de que vale la pena actuar con el corazón. De ahí que cualquier reprimenda en su contra sea un acto que todos debemos reprobar. Y, si el caso, salir a protestar. La indignación puede ser otro camino del éxito.
LEAVE A COMMENT:
Join the discussion! Leave a comment.