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Romney y el voto latino

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Compañeros periodistas me han preguntado cómo le iría a Mitt Romney con el voto latino, si resultara ser el candidato presidencial nominado por el Partido Republicano.

    ¡Dios mío! ¿Por qué no jugarse el todo por el todo y nominar al shériff Joe Arpaio, del Condado de Maricopa, Arizona?

    Así de impopular se ha vuelto el ex gobernador de Massachusetts con este grupo esencial de electores —grupo que ningún republicano puede ignorar, si quiere ganar la presidencia.

    Los expertos políticos dicen que el candidato del Partido Republicano debe obtener por lo menos el 30 por ciento del voto latino para ganar la Casa Blanca.

    El gobernador de Texas, Rick Perry, podría alcanzar ese nivel de apoyo. Se plantó ante los ataques de otros candidatos presidenciales, que intentaban pintarlo como blando con respecto a la inmigración ilegal.

    Pero en este momento, por ser la persona que lanzó muchos de esos ataques, Romney no tiene demasiadas posibilidades. De hecho, todo lo que se ha ganado hasta ahora es desprecio.

    Lionel Sosa es un ejecutivo publicitario y estratega republicano, que vive en San Antonio y ha asesorado a George W. Bush y John McCain. Sosa expresó recientemente al New York Times que, aunque un par de candidatos aún pueden obtener el apoyo latino, una persona que lo ha estropeado todo es Romney.

    "(Romney) puede hacer todos los viajes [que quiera] a Florida y Nuevo México y Colorado y otros estados indecisos que cuentan con una gran población latina", expresó Sosa, "pero que no cuente con el voto latino".

    Todo se debe a la inmigración. Generalmente, ése no es el tema No.1 para los latinos. En la mayoría de las encuestas, la economía, la educación y la asistencia médica son las inquietudes más apremiantes para ese grupo. Pero el asunto adquiere mayor importancia cuando la tensión aumenta, como ocurrió como respuesta a medidas anti-inmigración y anti-latinos en estados tales como Alabama, Georgia, Arizona y Carolina del Sur.

    Estas leyes no van sólo contra la inmigración ilegal, como dicen sus defensores. Cuando se le da poder a la policía local y del estado para imponer la ley de inmigración federal basándose en una "sospecha razonable" de que una persona está en el país ilegalmente, se está   ofreciendo una invitación a la práctica de los perfiles raciales y étnicos. Cuando eso sucede, la ley se vuelve anti-inmigración y anti-latina.

    Romney no sólo apoya esas leyes, sino que él fue el primero en sacar a colación —durante el debate CNN/tea party en Tampa— el hecho de que Perry firmó una ley permitiendo que los inmigrantes ilegales que viven en Texas paguen matrícula de residentes del estado en las universidades públicas. Y fue Romney el que —a pesar de haber apoyado otrora, mientras era gobernador de Massachusetts, un enfoque integral de la reforma, que permita que los inmigrantes ilegales se ganen una categoría legal— ahora se ha convertido en un adversario furibundo de la inmigración ilegal.

    Los latinos se resienten cuando se los convierte en una piñata por razones políticas.

    Tras un debate, recibí una llamada de un consultor político republicano latino que estaba indignado. "Te voy a decir algo", dijo, "tengo un nuevo respeto por Rick Perry por no ceder terreno. Y he perdido todo respeto por Mitt Romney. Si él resulta ser el candidato, ¡haré todo lo posible para vencer a ese (insulto)!"

    Apuesto a que Romney perdió el respeto de muchos latinos al  brindar soluciones simples para el problema de la inmigración, es decir, colocar "más botas en el terreno"; por estar mal informado sobre el tema; por parecer un hipócrita al criticar a Perry por ser blando con la  inmigración ilegal, mientras él mismo empleó  inmigrantes ilegales para el jardín de su casa; y, lo que es más importante, por pintar a los  inmigrantes ilegales como gente que viene a Estados Unidos a aprovecharse de las ventajas y recibir almuerzos gratis —en lugar de personas que contribuyen a la economía local, del estado y nacional.

    Y como si eso fuera poco, Romney alcanzó un nuevo nivel de hostilidad cuando su campaña sacó un anuncio en New Hampshire atacando a Perry y conectándolo con México y con el ex presidente mexicano, Vicente Fox, quien estuvo de acuerdo con el gobernador de Texas en permitir que los  inmigrantes ilegales pagaran matrícula de residentes del estado. Eso es particularmente irónico dado el hecho de que la familia de Romney tiene raíces en México. El padre de Mitt, George Romney, nació al sur de la frontera. Su bisabuelo, Miles Park Romney, huyó de los Estados Unidos y cruzó a México en 1885, para escapar la persecución religiosa. El resultado fue el enclave mormón de Colonia Juárez, en el estado mexicano de Chihuahua.

    Durante su campaña y en los años anteriores a ella, Romney no ha hecho absolutamente nada para ganarse el apoyo de los electores latinos y ha hecho bastante para perderlo. Si resulta ser el candidato presidencial republicano, pagará por ese error —como también lo hará el partido.

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