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En el 2006, al principio de su mandato el Presidente Felipe Calderón aseveró: "Es urgente garantizar a los niños la oportunidad de desarrollarse en un ambiente de paz y bienestar." Hace un par de días, transitando por una de las colonias más apartadas y olvidadas de la ciudad, hice un alto justo frente a una escuela primaria. Los gritos malhumorados del maestro que impartía la clase de aritmética trajeron a mi memoria las palabras del presidente: "En el área de educación, no hay lugar para la indiferencia, ni tiempo qué perder. Es urgente garantizar a niños y jóvenes la oportunidad de desarrollarse en un ambiente de paz y bienestar y, a través de ellos, conservar para el futuro los mejores y mayores valores creados por la humanidad."

Los gritos iracundos del maestro hacían voltear a los transeúntes: "¡Cuenten con lo que tengan!"  Los niños repetían una y otra vez: Uno más dos son tres, dos más tres son cinco, tres más cuatro son siete… "¡Otra vez!" Los pequeños, a todo pulmón, repetían: Uno más dos son tres… "¡No se equivoquen! ¡Otra vez!" Las voces angustiadas y nerviosas de los pequeños iniciaban de nuevo la cuenta. Imposible lograr el aprendizaje en esas circunstancias. La voz  estentórea y violenta del maestro con toda seguridad hacía temblar a los pequeños: era una verdadera agresión.

En México impulsar la educación es una necesidad imperiosa, una exigencia de vida o muerte, y se ha descuidado lastimosamente en muchas regiones, particularmente por razones sindicales, políticas, económicas y, recientemente, por la inestabilidad social. La niñez y la juventud son los recursos más valiosos de un país, y no existe ninguna justificación válida para descuidar en los años más significativos, la educación, precisamente en la edad en que se preparan los ciudadanos del mañana. El descuido no es justificable por ningún motivo.

Necesitamos con urgencia escuelas que desarrollen al niño tanto en lo técnico, como en lo humano. La escuela es un medio privilegiado en la construcción de hombres y mujeres nuevas, para una sociedad nueva. La educación ya no se define en función de adquirir conocimientos memorizados y repetitivos, sino de conocimientos adquiridos por medio de actividades creativas que estimulen el razonamiento y la iniciativa. El nuevo concepto de educación no es aprender algo para pasar un examen, sino que debe ser útil, y aplicarse a todas las situaciones y circunstancias de la existencia.  El desarrollo del niño implica un proceso mediante el cual aprenda a utilizar sus capacidades creadoras, a maximizar sus recursos, a enamorarse de la ciencia porque sin imaginación, el niño carece de alas.

Es difícil lograr lo anterior en un medio hostil en el cual no se respeta la persona del niño.  Nuestra niñez necesita cuidado y atención y, sobre todo, educación con amor.  El niño responde a la ternura más que a los gritos.  La sonrisa amable de un maestro tiene mayor fuerza motivacional que un varazo. Si deseamos que nuestro país salga de la ignorancia, será necesario hacer atractiva la educación. De nada servirán aulas nuevas, pizarrones inteligentes, o computadoras si los maestros no están motivados y conscientes de la importancia de su ministerio y la trascendencia de su trabajo en el futuro de un México mejor.

El maestro tiene la capacidad de inspirar sentimientos de vida: aquellos que conducen al niño a amar, construir, realizar, solidarizarse con las causas, los ideales, los valores, y a combatir los sentimientos de muerte –presentes en todas las estructuras humanas– que conducen a envidiar, destruir, y a odiar. Es obligación de los padres de familia participar en ese proceso, interesándose por la educación de los hijos, y participando activamente en ella. Es una obligación ineludible. ¿O culparemos también a nuestro Presidente de que los niños no aprenden?

En el área de la educación no hay lugar para la indiferencia, la política, o la agresividad. Los niños y los jóvenes siempre han sido el recurso más valioso de un pueblo y, como dice el escritor Miguel Rojas Sánchez: "La educación es el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida."

Hay muchas opciones para salir de la crisis económica, y muchas formas de combatir  la violencia pero, como en todas las cosas humanas: "No hay más que un camino para el progreso en la educación: el de la ciencia guiada por el amor. Sin ciencia, el amor es impotente; sin amor, la ciencia es destructiva."  (Bertrand Russel)

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