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La ninguna sabiduría de las élites

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Bueno,
lo que he estado escuchando con creciente frecuencia por parte de los miembros
de la élite que decide las políticas –autonombrados sabios, funcionarios, y
expertos de buena reputación- es la alegación de que es en gran parte la culpa
del público.  La idea es que nos
metimos en este lío porque los votantes querían algo a cambio de nada, y los
débiles políticos se entregaron a la torpeza del electorado.

Así que
esta parece una buena oportunidad para señalar que esta perspectiva de "culpar
al público" no solo que es cómoda, si no absolutamente errada.

El
hecho es que lo que estamos experimentando en este preciso momento es un
desastre venido de arriba hacia abajo. 
Las políticas que nos llevaron a este desastre no respondían a la
demanda del público.  Fueron, con
pocas excepciones, políticas promovidas por pequeños grupos de gente influyente
–en muchos casos, la misma gente que ahora da lecciones al resto de nosotros
respecto a la necesidad de ponernos serios.  Y a cuenta de querer desviar la culpa hacia el público en
general, las élites esquivan una muy necesaria reflexión respecto a sus propios
errores.

Déjenme
enfocar principalmente en lo sucedido en los Estados Unidos, y luego decir un
par de cosas sobre Europa.

Estos
días los estadounidenses reciben peroratas diarias sobre la necesidad de
reducir el déficit presupuestario. 
Ese enfoque en sí representa prioridades distorsionadas, ya que nuestra
inmediata preocupación debería ser la creación de empleo.  Pero supongamos que nos restringiéramos
a hablar del presupuesto, preguntemos: ¿Qué pasó con el superávit
presupuestario que el gobierno federal tenía en el año 2000?

La
respuesta tiene tres puntos principales. 
Primero, se produjeron recortes a los impuestos en la era Bush,
añadiendo así $2 billones (en inglés trillones) a la deuda nacional en la
última década, luego las guerras de Irak y Afganistán, que añadieron otros $1.1
billones o más.  Y tercero la Gran
Recesión, que condujo tanto a un colapso en los ingresos y a una marcada alza
en el gasto para pagar el seguro de desempleo y otros programas de seguridad
social.

Así que
¿quién fue el responsable de la debacle del presupuesto?  No fue el hombre de la calle.

El
Presidente George W. Bush recortó los impuestos al servicio de la ideología de
su partido, no en respuesta a la tremenda demanda popular- y el grueso de los
recortes fue en beneficio de una pequeña y prospera minoría.

Similarmente,
el señor Bush escogió invadir Irak porque era algo que él y sus asesores
ansiaban hacer, no porque los estadounidenses clamaran por la guerra en contra
del régimen que nada tuvo que ver con el 9/11.  De hecho, tomó una campaña de venta altamente engañosa para
hacer que los estadounidenses apoyen la invasión, y aún así los votantes nunca
estuvieron sólidamente respaldando la guerra como sí lo hicieron la élite de
políticos y expertos estadounidenses.

Finalmente,
la Gran Recesión fue traída por un sistema financiero descontrolado, alentado
por la irresponsable desregulación.  
Y, ¿quién fue responsable por esa desregulación?  Gente poderosa en Washington con
vínculos cercanos a la industria financiera, ellos fueron.  Aprovecho esta oportunidad para hacerle
un reconocimiento a Alan Greenspan, quien jugó un papel crucial tanto en la
desregulación financiera y en la aprobación de los recortes de impuestos de
Bush- y quien ahora, como es de esperarse, es uno de los hostiga con el tema
del presupuesto.

Así que
fue el mal juicio de la élite, no la avaricia del hombre común, la que causó el
déficit en Estados Unidos.  Y mucho
de esto es cierto también de la crisis europea.

No hace
falta decirlo, eso no es lo que dicen los que deciden las políticas
europeas.  La historia oficial en
Europa estos días es que los gobiernos de naciones problemáticas le regalaron
demasiado a las masas, prometiendo demasiado a los votantes mientras cobraban
muy pocos impuestos.  Y esa es,
para ser justos, razonablemente parte 
de la historia de Grecia. 
Pero no es todo lo que ha sucedido en Irlanda y España, ambos países registraban
bajas deudas y superávit presupuestarios en la víspera de la crisis.

La
verdadera historia de la crisis de Europa es que los líderes crearon una moneda
única, el euro, pero no crearon las instituciones necesarias para manejar los
picos y las crisis dentro de la euro zona.  Y el impulso por una singular divisa europea resultó ser el
non-plus-ultra de los proyectos "de arriba hacia abajo" (top-down en inglés),
una visión de la élite impuesta a los muy renuentes votantes.

¿Importa
algo siquiera, de todo esto?  ¿Por
qué debe siquiera preocuparnos el esfuerzo de desviar la culpa por las malas
políticas al público en general?

Una
razón, es cuestión de simple rendición de cuentas. A la gente que abogó por
políticas que destruyeron al presupuesto durante los años Bush, no debería
permitírseles aparecer como si fueran los justicieros al combate del déficit; la
gente que alababa a Irlanda como nación modelo, no puede dar cátedra sobre en
qué consiste un gobierno responsable.

Pero la
respuesta más amplia, yo arguyo, es que a fuerza de inventarse historias sobre nuestra
difícil coyuntura, absolviendo a la gente que precisamente nos arrastró al
hueco, perdemos la oportunidad de aprender de esta crisis.  Necesitamos colocar la culpa donde
corresponde, para castigar a la élites que fabricaron estas políticas.  De lo contrario, harán mucho más daño
en los años que están por venir.

© 2011
The New York Times News Service– Traducción AL DIA NEWS

 

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