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Obama sobre Bin Laden: Cumpliendo sus promesas

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 Remontémonos
al 7 de agosto de 2007, a un debate en Chicago entre los candidatos
presidenciales demócratas.

            Unos
días antes, el senador Barack Obama había dicho que, si lo eligieran
presidente, enviaría fuerzas estadounidenses a Pakistán sin la aprobación del
país, si fuera necesario, para aprehender a terroristas. Durante el debate,
algunos de los rivales de Obama —entre ellos dos que ahora ocupan altos cargos
en su gobierno— lo criticaron duramente por sus comentarios.

            La
senadora Hillary Clinton calificó las afirmaciones de Obama sobre Pakistán como
"un gran error". Sonando como una maestra que da una lección a su alumno,
Clinton expresó: "Puede pensar a lo grande, pero recuerde, no siempre debe
decir todo lo que piensa si se presenta a la presidencia, porque tiene
consecuencias en todo el mundo".

            Y
el senador Joe Biden sugirió que Obama estaba siendo deshonesto al presentar su
plan como un cambio en la política estadounidense. "Todo el mundo tiene derecho
a tener su propia opinión", expresó Biden, "pero no sus propios hechos. Ya es
una política estadounidense, lo ha sido durante años, que si hay inteligencia
sobre la que se pueda actuar, entraríamos en Pakistán".

            Obama
respondió, recordando a Clinton y Biden que habían votado para autorizar la
Guerra de Irak, lo que él calificó como "el mayor desastre de política exterior
de nuestra generación".

            "Si
tenemos inteligencia sobre la que se pueda actuar sobre los operativos de
al-Qaeda, entre ellos bin Laden, y el presidente (Pervez) Musharraf no puede
actuar, entonces nosotros deberíamos hacerlo", expresó Obama. "Eso es de sentido
común".

            Las
críticas de Obama no finalizaron allí. En el otro campo, algunos republicanos
que se postularon a la presidencia también se abalanzaron.

            El
senador John McCain tildó los comentarios de Obama "como típicos de su
ingenuidad". El ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, sugirió que Obama
debía ser más delicado con Musharraf. Y el ex gobernador de Massachussets, Mitt
Romney, dijo que el senador de Illinois estaba "confundido sobre quiénes son
nuestros amigos y quiénes son nuestros enemigos".

            Ahora
que Obama ha hecho lo que prometió, y el resultado es la muerte de bin Laden,
sus críticos en ambos partidos son los que parecen confundidos e ingenuos.
Obama debería preguntarles: "¿Cómo les caigo ahora?"

            De
hecho, los estadounidenses deberían cuestionarse si Romney, a quien se
considera a la cabeza para la nominación presidencial del Partido Republicano
en 2012, tiene el instinto adecuado en política exterior para ser comandante en
jefe.

            Mientras
tanto, lo que más les ha perturbado a los estadounidenses es cómo pudo vivir
bin Laden —aparentemente durante años— en una pequeña ciudad a unas 35 millas
de la capital de Pakistán, Islamabad, sin interferencia alguna de los
funcionarios de ese país. Y se sienten furiosos de que, después de la incursión
militar estadounidense que mató a bin Laden, algunos de esos funcionarios
tuvieran la audacia de emitir una declaración condenando la "acción unilateral
no-autorizada" como una "amenaza a la paz y seguridad internacionales" y
advirtiendo a Estados Unidos que no utilice la incursión como un "precedente"
para volver hacer algo similar nuevamente.

            Es
difícil de creer, pero se supone que Pakistán es nuestro aliado en la guerra
contra el terrorismo. Sin duda ha sido su beneficiario. Según el Center for Strategic
and International Studies, desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha
proporcionado a Pakistán casi 20.000 millones de dólares en asistencia militar
y económica.

            ¿Qué
piensan que hubiera ocurrido con ese flujo de dinero, si las fuerzas armadas
estadounidenses hubieran ubicado a bin Laden hace años? Lo más probable es que
se hubiera acabado. Por lo que se podría concluir razonablemente, que prolongar
lo más posible este juego de escondidas beneficiaba a Pakistán económicamente.

            En
un artículo de opinión en el Washington Post, el presidente Asif Ali Zardari,
rechazó las sugerencias de que las fuerzas de seguridad de su país ayudaran a
proteger a bin Laden, y sostuvo que fue la cooperación de Pakistán con Estados
Unidos lo que ayudó a localizar al líder terrorista.

            Habrá
audiencias en el Congreso para tratar de determinar lo que los funcionarios
pakistaníes sabían sobre el derrotero de bin Laden y si debe haber una
reestructuración de las relaciones entre los dos países.

            Sin
duda debería haberla. Personalmente, pienso que Estados Unidos no debería darle
a Pakistán ni un centavo más. De hecho, es una lástima que los estadounidenses
no puedan obtener un reembolso por los miles de millones de dólares que ya han
brindado a esa nación de charlatanes.

            El
director de la CIA, Leon Panetta, recientemente expresó a miembros del Congreso
que, al pasar por alto a bin Laden, los funcionarios pakistaníes estaban o bien
"involucrados [o eran] incompetentes".

            No
eran incompetentes.

© 2011, The Washington Post
Writers Group

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