Bin Laden: De la alegría al abismo
No
estoy hablando de las bulliciosas celebraciones públicas en la Zona Cero y la
Casa Blanca, que algunos blogueros liberales hallaron de mal gusto. No hubo
nada malo en ello. Fueron actos espontáneos de patriotismo. Además, hay un buen
motivo para que los estadounidenses celebren la muerte de un enemigo del estado
y cerebro de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
La
parte bochornosa radicó en la forma en que algunos estadounidenses no pudieron
esperar para enmarcar este hecho histórico en términos partidarios, ya fuere
negando mérito al gobierno de Bush y otorgándolo enteramente al gobierno de
Obama —o en forma opuesta. En lugar de saborear esta rara oportunidad para que
todos se unan y celebren el logro de un importante objetivo para el país,
muchos estadounidenses instintivamente se retiraron a bandos rojos y azules.
Lamentablemente,
fue obvio para cualquiera que pasara tiempo en los sitios web de los medios
sociales más populares, en las primeras 24 horas después de que el presidente
Obama anunciara que bin Laden estaba muerto. Se estaba tomando partido. Pero
ese hecho se hizo oficial cuando Kasie Hunt y Mike Allen, de Politico,
publicaron un artículo señalando: "La caza de Osama bin Laden ha acabado, pero
la búsqueda del mérito acaba de comenzar. ... incluso en un raro momento de
unidad nacional, lo que está en juego políticamente proporciona la tentación —e
incluso el imperativo— de que los partidos luchen por la ventaja máxima".
Y
no son sólo los partidos políticos los que se pelean. Los estadounidenses de
diversas proveniencias están haciendo lo mismo. En Dallas, una persona sacó un
cartel que decía: "Obama 1, Bush 0" y lo dejó cerca de la ex casa del
presidente.
En
la izquierda, liberales antibélicos que generalmente son poco entusiastas en
cuanto al uso del poder militar estadounidense, se han vuelto halcones. No
pueden evitar regodearse de que el presidente Obama hiciera lo que el presidente
Bush no pudo hacer después de 11/9: llevar a Osama bin Laden ante la justicia
"muerto o vivo". En un ataque de particular mal gusto contra el ex presidente,
el representante demócrata, Gary Ackerman, de Nueva York, expresó a CNN que la
muerte de bin Laden era "el momento de 'Misión Cumplida' con el que el
presidente Bush sólo fantaseó".
La
referencia fue al discurso de Bush en 2003, anunciando el fin de las
principales operaciones de combate en Irak, pronunciado de pie ante una
pancarta que decía: "Misión Cumplida".
Con
qué rapidez los demócratas se olvidan. Obama ha estado, casi desde que asumió
su cargo, bajo presión de la izquierda para retirar las tropas estadounidenses
de Afganistán, donde el equipo de los SEAL que mataron a bin Laden tenía su
base. Sólo hace unas semanas, Howard Dean, ex presidente del Comité Nacional
Demócrata, urgió a Obama a traer las tropas a casa, porque "no es una guerra
que se puede ganar". Y por supuesto, estuvo la referencia obligatoria a la
Guerra de Vietnam, que, dijo Dean, "nos mostró que no debemos sostener a
gobiernos corruptos, y eso es lo que tenemos en Afganistán".
En
la derecha, los críticos de Obama estuvieron un poco mejor en reconocer el
mérito que se merece —pero con una salvedad. Los legisladores republicanos y
los comentaristas conservadores sólo elogiaron a Obama por seguir la iniciativa
de Bush en la guerra contra el terrorismo. En una declaración, el líder de la
mayoría en la Cámara de Representantes, Eric Cantor, de Virginia, expresó:
"Felicito al presidente Obama que ha seguido la vigilancia del presidente Bush
en traer a bin Laden ante la justicia". En otras palabras, el elogio vino en
paquete.
Otros
cedieron al partidismo. El ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, adjudicó
la mayor parte del mérito a Bush, por derribar murallas y mejorar la
comunicación entre las ramas de las Fuerzas Armadas y entre el Pentágono y la
CIA, lo que Rumsfeld llamó "lo que era correcto hacer". También ponderó las
controvertidas tácticas antiterroristas cuando expresó a Politico que la
inteligencia que condujo a la muerte de bin Laden "podría muy bien haber
provenido del proceso de interrogación" aprobado por el gobierno de Bush.
Esta
competición política era predecible. También es impropia, improductiva e inoportuna.
Es obvio a quién hay que adjudicar el mérito de la muerte de bin Laden: a todos
los involucrados. Tanto a Bush como a Obama. Más que nada, a los líderes
militares y especialistas de inteligencia que sirvieron al país bajo ambos
presidentes. Estos héroes olvidados de la guerra contra el terrorismo no están
pintados en colores partidarios. Sólo vienen en rojo, blanco y azul.
© 2011, The Washington Post
Writers Group
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